LA ESTATUARIA
Por Julio E. Suárez (Peloduro) (*)
-
El hecho tiene alguna importancia más que el de un cambio de lugar en los muebles de una casa, digamos, cuando a la patrona (que tiene su módica acepción del “Reformarse es Vivir”) se le ocurre: “Que te parece, viejo, si sacamos la cómoda de acá y la llevamos a aquel rincón, y aquí ponemos la butaca con la mesita que tiene el negrito con la paloma?” ... Bueno ese clásico cambio con que la tipa (perdón: la señora) remienda el trillado paisaje interior del hogar.
Lo que ahora se anuncia es, también, un cambio de lugar en el más amplio paisaje del hogar ciudadano, ciudadano y la ocurrencia debe ser de la propia doña Comuna a la que le dio (¡al fin y en buena hora!) por sacar del provisorato al Colleoni del Verrocchio y traer al David de Miguel Angel a su propia explanada. Al David lo trajeron (ya ni reacuerdo cuantos años ha) y lo ubicaron donde hasta hoy se le puede semi–ver en el cruce de Jackson y Rivera.
Digo semi-ver con absoluta propiedad, porque al pobre lo colocaron casi recostado a una presuntuosa pared cóncava de mármol que tiene toda la apariencia de un cuarto de baño de Lavière, Vitaca y el Otro. Al Colleoni lo pusieron (ustedes saben) en una esquina de la explanada municipal, entre cuatro árboles que no lo dejan ver y en una esquina donde, si querés verlo de frente será póstumamente, porque en fija que te agarra un ómnibus.
Ahora se habla de que al Colleoni lo llevarán al cantero central del Bulevard Artigas, frente a la Facultad de Arquitectura, sacándolo de donde ya había empezado a trabar una peligrosa amistad con el Gaucho (peligrosa para nuestro Gaucho, desde luego, a cuyo sano prestigio de guerrero leal y desinteresado, pudo hacer mucho mal las historias forzosamente cínicas del condottiero mercenario que guerreaba a contrato y con premio estímulo y todo)
Y al David de “Miquelanyelo” (como dije) lo dejarán ver, al fin, todo a la redonda, quitándole de esa absurda penitencia marmolería que hacía ignorare (¡vaya pudor al 50%!) las desnudeces de su otro hemisferio. Esta ubicación se me ocurre, particularmente, la más plausible. El palacio municipal guarda, digamos, cierta concomitancia con el David. El joven del Renacimiento, cuya desnudez, ha recobrado ya, felizmente, su exclusivo carácter artístico, abolida por fuerza de la costumbre, la novelería traviesa de nuestra gente, va a decorar, al fin y al cabo, a un colega en nudismo: el Palacio que hasta ahora se resistió a vestirse con el revoque que suele cubrir la desnudez de otros edificios... Hasta mañana amigos...
Julio E. Suárez
-
(*) Estos textos, recogidos –algunos– por el autor en el “BOLSILIBRO Arca” editado en 1969. Las “Charlas con Juan Julio” era un espacio radial de 5 minutos, que cubría Julio E. Suárez (Peloduro) y salía al aire, cada día, por CX14 El Espectador, en la década de los años ’60, previo a irradiarse su noticiero central.
Por Julio E. Suárez (Peloduro) (*)
-
El hecho tiene alguna importancia más que el de un cambio de lugar en los muebles de una casa, digamos, cuando a la patrona (que tiene su módica acepción del “Reformarse es Vivir”) se le ocurre: “Que te parece, viejo, si sacamos la cómoda de acá y la llevamos a aquel rincón, y aquí ponemos la butaca con la mesita que tiene el negrito con la paloma?” ... Bueno ese clásico cambio con que la tipa (perdón: la señora) remienda el trillado paisaje interior del hogar.
Lo que ahora se anuncia es, también, un cambio de lugar en el más amplio paisaje del hogar ciudadano, ciudadano y la ocurrencia debe ser de la propia doña Comuna a la que le dio (¡al fin y en buena hora!) por sacar del provisorato al Colleoni del Verrocchio y traer al David de Miguel Angel a su propia explanada. Al David lo trajeron (ya ni reacuerdo cuantos años ha) y lo ubicaron donde hasta hoy se le puede semi–ver en el cruce de Jackson y Rivera.
Digo semi-ver con absoluta propiedad, porque al pobre lo colocaron casi recostado a una presuntuosa pared cóncava de mármol que tiene toda la apariencia de un cuarto de baño de Lavière, Vitaca y el Otro. Al Colleoni lo pusieron (ustedes saben) en una esquina de la explanada municipal, entre cuatro árboles que no lo dejan ver y en una esquina donde, si querés verlo de frente será póstumamente, porque en fija que te agarra un ómnibus.
Ahora se habla de que al Colleoni lo llevarán al cantero central del Bulevard Artigas, frente a la Facultad de Arquitectura, sacándolo de donde ya había empezado a trabar una peligrosa amistad con el Gaucho (peligrosa para nuestro Gaucho, desde luego, a cuyo sano prestigio de guerrero leal y desinteresado, pudo hacer mucho mal las historias forzosamente cínicas del condottiero mercenario que guerreaba a contrato y con premio estímulo y todo)
Y al David de “Miquelanyelo” (como dije) lo dejarán ver, al fin, todo a la redonda, quitándole de esa absurda penitencia marmolería que hacía ignorare (¡vaya pudor al 50%!) las desnudeces de su otro hemisferio. Esta ubicación se me ocurre, particularmente, la más plausible. El palacio municipal guarda, digamos, cierta concomitancia con el David. El joven del Renacimiento, cuya desnudez, ha recobrado ya, felizmente, su exclusivo carácter artístico, abolida por fuerza de la costumbre, la novelería traviesa de nuestra gente, va a decorar, al fin y al cabo, a un colega en nudismo: el Palacio que hasta ahora se resistió a vestirse con el revoque que suele cubrir la desnudez de otros edificios... Hasta mañana amigos...
Julio E. Suárez
-
(*) Estos textos, recogidos –algunos– por el autor en el “BOLSILIBRO Arca” editado en 1969. Las “Charlas con Juan Julio” era un espacio radial de 5 minutos, que cubría Julio E. Suárez (Peloduro) y salía al aire, cada día, por CX14 El Espectador, en la década de los años ’60, previo a irradiarse su noticiero central.
No hay comentarios:
Publicar un comentario