jueves, 29 de enero de 2009

CHARLAS CON JUAN JULIO

REUNION
FAMILIAR

Escribe
Julio E. Suárez (*)
“Peloduro”

Yo tengo una particular estimación por el ama de casa, no solo porque conviene, aun así, genéricamente, estar con ella, tenerla con uno, en una Infra–política e las relaciones humanas (el ama de casa, a la que algunos llaman “la patrona” es la que reparte los ravioles, suelta el vino y sabe –en cada caso– donde está el bicarbonato) sino porque el ama de casa, la “patrona” es, en esta crucialidad que atravesamos, el registro gradual de la doméstica angustia.
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Por antonomasia, la “patrona” es la víctima propiciatoria de todas las alternativas sociales, se trate de una alternativa clara o de una alternativa yema. Suele ser corriente, como estampa social, la que representa (pongamos por caso) un grupo de señoras (hablando por supuesto) y por ahí cerca, un grupo de señores (los respectivos maridos) hablando también, sin supuesto. Seguramente ellas hablan sobre temas domésticos, mientras ellos van y vienen en el mapa político, fluctuando de Echegoyen a Macmillan, pasando por Kruschov, Quijano y Luisito Batlle. Ellos fuman, gravemente, bajan los párpados de cuando en cuando con gesto de “me lo va a decir a mí” y, de pronto, en una laguna del simposio masculino, miran al grupo de señoras y sonríen en un espontáneo e instantáneo acuerdo, como diciendo: “¡Estas mujeres!”...! Siempre hablando pavadas de la casa!” al tiempo que retoman la erguida postura dialéctica: “A propósito de Chicotazo... ¿Que es lo que le parece que anda buscando el hombre?”.
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En realidad, no se bien a que santo del temario saque eso el ama de casa. Tal vez de adulón, que uno es, de las mujeres, nomás. Pero, como fuere, no viene más el asunto para señalar como ciertas presuntas vulgaridades (o banalidades) han cobrado importancia, jerarquía, por su propia gravitación en los hechos de esta historia contemporánea que estamos escribiendo, día a día, sílaba a sílaba, en estos tiempos, ni tan nuevos, como ciertas anunciaciones lo pretenden, ni tan viejos como ciertos pretextos los figuran. Hoy por ejemplo una de las mujeres cuenta como, después de haber archivado el Primus (no bien el calandraca aflojó y se sometió a la cuota mensual de la cocina a gas; “un primor te garanto”) cada dos por tres tiene que volver, avergonzada, a desenvolver el Primus (como en el caso de hoy) para suplicarle que le haga una suplencia al “primor”, empacado en una huelga de los gasistas.
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Y cuenta con ternura que conmueve, con cuanta violencia espiritual se acerca al vapuleado Primus, “el trofeo” (como ella ya le llamaba) condenado a ese museo de cosas viejas e inservibles que hay en todo hogar, para rogarle que, por favor, olvide agravios, dichos en circunstancias pasionales, cuando le trajeron la cocina a gas, y le haga la gauchada de esa suplencia, fritándole las 4 milanesas y la docena de buñuelos que han de ser el almuerzo nuevotempista de ese “giorno”...y de pronto, en alguna laguna del simposio femenino, miran al grupo de hombres (los maridos) y se sonríen, en espontáneo e instantáneo acuerdo, como diciéndose: “Estos grandotes...Siempre hablando pavadas de la política”. ¿Es asi o no es así Juanjulio...Hasta mañana amigos.

(*) Estos textos, recogidos –algunos– por el autor en el “BOLSILIBRO Arca” editado en 1969. Las “Charlas con Juan Julio” era un espacio radial de 5 minutos, que cubría Julio E. Suárez (Peloduro) y salía al aire, cada día, por CX14 El Espectador, en la década de los años ’60, previo a irradiarse su noticiero central.

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