jueves, 8 de enero de 2009

LA VEJEZ... ESE TIEMPO DE VIDA...

LA IMPORTANCIA
DE SER VIEJO

Escribe
GONZALO CANAL RAMIREZ (*)

Después de la última guerra europea, en los países beligerantes, la tercera edad ha sorprendido al mundo, por la fuerza de su presencia y acción. El exterminio de los jóvenes en las batallas la colocó frente a escombros de un mundo sin juventud que los maduros deben reconstruir con la colaboración del viejo. Una excelente prueba de su aptitud y utilidad. Mientras los jóvenes morían en el frente, el viejo ocupaba sus puestos e trabajo y fábricas y labranzas. El “retirado” ingresó a sus labores en la postguerra inmediata, y demostró su eficacia. Esta mayor presencia del viejo en la sociedad inquieta a muchos. De una parte el maquinismo automático y las limitaciones económicas del empleo educen el trabajo y aumenta la desocupación y, la otra, la prolongación de la edad alarga la vida del trabajador que necesita estar ocupado. Afortunadamente la sociedad exige cada día más producción frente a un mayor consumo.
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El viejo Hestia. No debe ser un enfermo, ni debe ser un conflicto mayor que cualquier hombre. Se esta convirtiendo en tema de consideración. Sociólogos, moralistas, laboratoristas, gerontólogos, sicólogos y sicoanalistas lo estudian y lo tratan. Es un caso humano. Pero ante todo, ha de humanizarse él en primer término, para que la sociedad en que vive se humanice frente a él. El mismo debe llegar a la realidad de esa humanización: ni el venerable y privilegiado anciano de otros tiempos, interlocutor de Dios, ni la carga social y familiar como se la ha venido estiman.
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El viejo ya no es patriarca, profeta ni mago, como otrora, cuando envejecer era símbolo de predestinación, calidad y fortaleza, pues solo los muy fuertes sobrevivían a los 50 años. El viejo, por doquier ahora, ya no es ese personaje. Hoy es un hombre, con los derechos yb deberes del hombre.
(...)El mundo exterior, indudablemente esta en guerra contra el interior del hombre por haberlo sobrepasado y desbordado, como la contaminación industrial lo está con la ecología. Es un problema también la ecología humana. Nuestro “hábitat” interior esta roto.
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El viejo es víctima del fenómeno, mas que las generaciones posteriores. Estas tampoco se han librado, pero, por haber crecido dentro del aluvión del progreso, la desadaptación es menor. Para un joven, la “civilización del transistor” es menos extraña que para el anciano. Como la del avión para un europeo, con tradición de navíos, carros romanos, coches de cuadriga, diligencias, globos aerostáticos y ferrocarriles, es menos ajena que para un aborigen de la montaña andina.
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El viejo ha sido, en la prolongación de su vida, uno de los más favorecidos de nuestra civilización. Pero este es, hasta cierto punto un beneficio incómodo si el viejo, en vez de integrarse a ella, se halla inadecuado a ella por falta de información y e familiarización. Especialmente el viejo del Tercer Mundo.
Se impone, pues, para hacerle asimilar los cambios al viejo y no mantenerlo como un ser extraño en nuestro mundo e hoy, un humanismo de la vejez, una filosofía para el viejo de hoy. No bastan las prestaciones de hospital, pan y drogas. Se requiere también la integración humana del viejo a nuestro mundo, tan distante y diferente del de su infancia. También una ecología de la vejez.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.

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