martes, 3 de febrero de 2009

LA VEJEZ... UN TIEMPO DE VIDA

EL RITMO

Escribe
GONZALO
CANAL RAMIREZ(*)

El ritmo es una ley de la naturaleza. Todo en ella tiene un ritmo. Pero el ritmo de la vida humana, por ser tan rica, múltiple, variable y diferente ésta, no es comparable a ningún otro. Por la enorme amplitud de la escala humana, nuestro ritmo no es comparable, con el estable de los relojes, ni con isócromo de los péndulos. Nuestro ritmo es flexible y variable. No hay catalogaciones definitivas para el hombre y los latidos de nuestros corazones y sus pulsaciones pueden variar múltiples veces en un día, según las sensaciones, emociones, sentimientos, ocupaciones, reposo, afanes, contradicciones y satisfacciones de la jornada.
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Ningún otro animal, distinto del hombre, resistiría por tantos años, tantos y tan frecuentes cambios de ritmo. Los más longevos de los animales son los del ritmo más uniforme y lento. En el ser humano la uniformidad del ritmo no es ninguna garantía para la longevidad, sobre todo si viene del ocio o la insensibilidad. Es la actividad y la vibración quienes, en salud normal, prolongan la vida. Pero ni las mutaciones en nuestro ritmo, ni nuestra capacidad para soportarlas son ilimitadas. Con la edad, nuestro ritmo se modifica, sin llegar a completa uniformidad en la vejez.
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La complejidad de nuestra estructura sicosomática no lo permitiría jamás. Seguiremos vibrando y alterando nuestro ritmo con todo cuanto nos sucede, y nadie ha medido el promedio de esos sucesos, porque muchos son imprevisibles. Sin aspirar a uniformidad rítmica, imposible en el ser humano, si el viejo/a debe cuidarse de las alteraciones bruscas de su ritmo, porque después de cierta edad, diferente en cada uno, ya no resistimos impunemente las grandes aceleraciones, ni las repentinas paradas. Debemos evitar sobresaltos, sin caer en el ocio, ni en la lentitud exagerada.
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El viejo necesita un ritmo. Cada viejo tiene el suyo propio según su temperamento, su actividad, su vida emocional, su mentalidad, sus circunstancias peculiares. No se puede predicar un ritmo universal para la vejez. La vejez es vida, como en cualquier edad, y cada vida –la suya, la mía, la de los otros– es ante todo personal y marcha al compás de cada individuo con la suficiente libertad racional para vivirla, aun con las limitaciones familiares y sociales y convencionales. Pero lo importante es un ritmo, más o menos estable sin grandes alteraciones.
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La vida no es un generador eléctrico de watiaje y voltaje fijos, sino un río encrespado en la pendiente, remansado en el llano, rizado o sacudido por el viento, hinchado por la lluvia, adelgazado por el verano, turbio en el cauce fangoso, purificado y sedimentado sobre lecho sólido. Todos esos accidentes del río son también los de la vida y hay que aceptarlos como naturales, pero sin andar a saltos por peñas y desfiladeros. Siempre las cascadas son peligrosas: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.

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