martes, 3 de febrero de 2009

MARIO OPINA DE LOS URUGUAYOS...

DE ESPALDAS
A AMERICA

Escribe Mario Benedetti
De “El país de la cola de paja”
Edición ARCA 1960.
La octava edición fue en 1970.

En nuestro país –preciso es reconocerlo– hay un sector de la ciudadanía que tiene conciencia del momento excepcional que vive América Latina; que quiere colaborar de algún modo para que del noble y añoso árbol continental caigan al fin esos últimos frutos podridos denominados Stroessner, Somoza y Trujillo; que se ha convencido de que el verdadero nombre del tan trajinado panamericanismo es en realidad panamericanism. Si, hay un sector de este pueblo que no la espalda a América Latina.
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Pero es bastante menos numeroso de lo que América Latina tenía derecho a esperar de un país que, hasta no hace mucho, era el orgullo de todos los revolucionarios latinoamericanos; gracias al esfuerzo y a la visión de algunos de sus gobernantes, gracias a su predilección por la legalidad, el Uruguay había logrado en la paz las garantías democráticas que constituyen la máxima aspiración de esos mismos revolucionarios.
En el Uruguay, América Latina es algo que existe para la Universidad, para la FEUU, para ciertos núcleos obreros y estudiantiles, para algunos semanarios e instituciones independientes. Pero nada más. (...)La radio a veces concede espacio para que se oiga alguna voz antiimperialista, pero en cuanto a la prensa no hay ninguna duda: su actitud con respecto a cualquier país de América Latina será siempre una copia al carbónico de la actitud del Departamento de Estado.
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Algunos diarios guardan todavía las apariencias, y efectúan el viraje con cierto decoro, pero otros no tienen inconveniente en iniciar una súbita marcha atrás sin previo aviso. Cuando Arturo Frondizi echó por la borda su categórica tesis sobre el petróleo argentino, el cambio de frente de la prensa uruguaya fue sencillamente memorable y debe haber superado todas las marcas de velocidad.
Pero no todo hay que achacárselo a la prensa. Algunas de las culpas de nuestra indiferencia hacia el resto de Latinoamérica, las tiene sencillamente nuestro subsuelo. Con su ausencia de petróleo, con su indigencia mineral, el subsuelo uruguayo es en definitiva el más antiimperialista de América Latina, ya que no tiene nada que pueda seducir a los grandes capitales de los Estados Unidos.
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En realidad nunca hemos sentido la verdadera presión de esos fuertes, que en el resto del continente han vilipendiado la dignidad del trabajador latinoamericano. Bolivia, Paraguay, Ecuador, Venezuela, prácticamente toda América Central, pueden exhibir cicatrices. El Uruguay, en cambio, no ha encontrado dificultades para aplicar sus leyes sociales, y creo que hasta podría llevar a cabo su reforma agraria, ya que si bien los Estados Unidos se amoscan cada vez que una reforma agraria afecta a la United Fruit, tienen en cambio una disponibilidad mucho mayor de tolerancia cuando ese tipo de transformaciones afecta exclusivamente al latifundio autóctono.
Montevideo, junio de 1960

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