LA LECTURA
EN LA VEJEZ...
Escribe GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
(ESTA NOTA ES CONTINUACION DE LA DE AYER...)
Maurois aconseja “no dejarnos sumergir por la marea de los librillos”. Es decir tener una continuidad en nuestra lectura, perseguir un fin determinado, buscar una ilación entre lo cultural constructivo y lo cultural recreativo, eligiendo bien nuestros libros. En ellos el anciano tiene, más que en otras tareas, la facultad de escoger con gusto y con esa ilusión que nos permite llevar a buen término todo aquello que acometemos voluntariamente, porque nos agrada.
EN LA VEJEZ...
Escribe GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)
(ESTA NOTA ES CONTINUACION DE LA DE AYER...)
Maurois aconseja “no dejarnos sumergir por la marea de los librillos”. Es decir tener una continuidad en nuestra lectura, perseguir un fin determinado, buscar una ilación entre lo cultural constructivo y lo cultural recreativo, eligiendo bien nuestros libros. En ellos el anciano tiene, más que en otras tareas, la facultad de escoger con gusto y con esa ilusión que nos permite llevar a buen término todo aquello que acometemos voluntariamente, porque nos agrada.
El consejo de Gustavo Flaubert le ayuda: “No leáis como los niños leen, para divertiros, ni tampoco como los ambiciosos leen, para instruiros. No, leed para vivir. Hacedle a vuestra llama una atmósfera intelectual compuesta por la emanación de todos los grandes espíritus”... Otro desiderátum es el de la lectura con espíritu crítico. Si el viejo lo tiene, tanto mejor; si carece de él, debe leer sin gran preocupación crítica, porque para él, ante todo, la lectura debe ser terapia para no dejarse matar por el tiempo muerto, para librarse del monólogo interior, casi siempre perturbante a esa edad.
Por eso, dentro de la selección de libros y sus muchas reglas para hacerla, el viejo debe preferir “los libros que tratan de los problemas de la vida humana”. De añadir es que esos problemas no deben aumentarle la problemática de la edad, sino darle solución. El ambiente de lo insoluble no es el más apto para conservar la vida, en su etapa avanzada, pero si el clima de los verdaderos intereses humanos, porque estos despiertan el nexo y la curiosidad por la vida, secreto para vivir más.
Don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina, en su libro, “El mundo visto a los 80 años” (la edad del autor cuando lo escribió), apunta: “No basta al amante de la lectura el paladeo cotidiano de periódicos y semanarios. Son indispensables los libros. ¿Cuáles? No todos. Al revés del joven, el anciano necesita escoger sus lecturas con meticulosa cautela. El anciano, atacado más o menos de insomnio y sujeto a cavilaciones enfadosas, necesita alimento espiritual suave y poco estimulante que distraiga e informe objetivamente, pero sin impresionar sobremanera el ánimo con la evocación inoportuna de emociones melancólicas pretéritas.”
El libro es por antonomasia suyo. Lo puede llevar en el bolsillo, y hojear, verificar y comprobar cuando quiera y escogerlo de acuerdo con sus predilecciones: ciencia, técnica, arte ficción, narrativa, humor meditación, pasatiempo o diversión. Ahí esta el libro, donde usted lo dejó, siempre listo para usted. Nada hay hoy en el mundo que antes no hubiera estado en el libro, y el libro siempre puede estar con usted. Para el viejo, entre las casi infinitas cualidades del libro, una de las más válidas es la compañía.
-
(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario