domingo, 2 de agosto de 2009

COMUNIDAD NEGRA EN URUGUAY - 3 -



DE ESCLAVAS A DOMÉSTICAS.
SOBRE LAS MUJERES
AFRO-
DESCENDIENTES
EN URUGUAY
.
Escribe
Silvina Santillán (*)
28 de JULIO de 2009
(NOTA TRES)

Publicado en
Boletín “UN-MUNDO.org. America latina

Butacones apilados aquí y allá esperan ser guardados hasta el próximo desfile de Llamadas, cuenta Mauricio, mientras pliega las desvencijadas sillas de madera verde y gris y apura un trago de cerveza Patricia. Carmen se queja y está enojada con lo del carnaval y las “Llamadas”, que se convirtió en algo para turistas en el que ahora nosotros “no vemos nada porque hasta nos cierran las calles”; antes uno “traía las sillas y veía, ahora es todo reja y policía”.

En recuerdo al día en que el negro era autorizado por sus patrones a descansar y divertirse, también disfrazándose con ropa de los amos, la “llamada” es la convocatoria de una comparsa al sonar de los tamboriles con la intención de sumar gente para el festejo que, originalmente y hasta hoy, se desarrolla en los barrios Sur y Palermo. Punto culminante del carnaval uruguayo, muchos opinan que estos desfiles que reviven los pesares de los esclavos y donde el tambor truena con un magnetismo hechicero se están “blanqueando” de la mano de quienes “vieron el negocio”. El calendario uruguayo incluye desde hace tres años en sus efemérides el “Día Nacional del Candombe, la Cultura Afro uruguaya y la Equidad Racial” el 3 de diciembre, la fecha en que los militares desalojaron el Conventillo Medio Mundo.

“El candombe es de los negros pero gozan los demás…”

“El candombe es la expresión más fidedigna de resistencia cultural y política de este país de los afrodescendientes, fue ahí donde la población nuestra expresaba sus dolores, esperanzas”, sostiene Ramírez. Ahora todo el mundo baila candombe y “casi es moda, pero cuando era chica, mi mejor amiga María, que era blanca, todas las veces que salía conmigo a los tambores tenía que mentir, ella a los tambores no podía ir porque frente a la sociedad los que iban a ahí eran los negros y borrachos”, evoca Mael. Activa integrante de la comparsa “Isla de Flores”, enfundada en una malla blanca y naranja combinada con un pollerón (falda) también blanco y con estrellas anaranjadas, Mael danza estas noches carnavaleras con el clásico movimiento que incluye balanceo, sacudida de caderas y alzada de hombros con una sensualidad y gracia rescatada de los rituales africanos.

En Uruguay, distinto del brillo de lentejuelas y de las coloridas plumas que predominan en el impactante carnaval de Brasil, el festejo tiene otro aditamento que le aporta el candombe pero también las murgas, una de las principales atracciones en los días del reinado de Momo. Mientras el candombe es el grito mitad festivo mitad guerrero de los esclavos contra sus amos, la Murga puede considerarse la protesta criolla (como se llamó en la colonia al nacido en América que descendía de padres españoles o de origen español) y los cantos de cada banda -diecisiete hombres disfrazados y con las caras pintadas- , verdaderas crónicas de denuncia social en clave satírica y humorística al ritmo de bombo, platillos y redoblante.

“Ahora sí/ hasta la vista/ viejo Quijote oriental/ que no hay cuerpo que resista/, pero hay alma de murguista palpitando el carnaval/ Ya se marcha el Gran Tuleque, murga capricho y pasión/ Sólo busca una coartada/ Que comente la barriada/ Aquí cantó un corazón”, se oye cantar al “Gran Tuleque”, una de las murgas con más tradición en Uruguay.

Considerado el más largo del mundo, el carnaval uruguayo tradicionalmente da su puntapié inicial a fines de enero con un colorido desfile por la avenida 18 de Julio, principal de la capital. El festejo se extiende hasta inicios de marzo con actividades –comparsas y en especial murguistas, parodistas y humoristas que recrean temas de la realidad del país y el mundo desde escenarios (“tablados)- en distintos barrios fundamentalmente de Montevideo pero también en localidades del interior. En la capital es la Intendencia la que coordina el espectáculo que vende más entradas en el país, ganándole incluso al fútbol. Los destinos de la recaudación son los que a veces generan suspicacias.

Nacida en Melo, en la frontera con Brasil, hace 58 años, cuando Mirta Silva llegó a Montevideo no era muy conciente del color de su piel pero tenía claro que con su piel marrón claro era la “blanca de mierda” de su familia negra. “A poco de llegar, me metí en un coro de negros, una etapa de mucho aprendizaje porque entonces el coro era una herramienta para nuclear mujeres y sensibilizar a la población. Las canciones tenían que ver con la africanidad, eran en español pero había frases en yoruba o en otras lenguas africanas”, dice Mirta mientras intenta contener el temblor de un Parkinson que la complica pero increíblemente no la frena en sus labores de costurera y artesana.

Instalada en una carpa presidida por un retrato de Lágrima Ríos y que exhibe artesanías afro uruguayas en el Teatro de Verano, una de las “catedrales” del carnaval capitalino, Mirta es jefa de su hogar desde casi siempre. Cuenta con dos hijos, uno de ellos muerto prematuramente a los 19 años, 2 nietas y una gran fortaleza, la misma que activó para aprender computación cuando la mayor se le fue a España y tuvo que vérselas con los misterios del Chat.

“Y esta es Ariadna, tiene 3 años”, dice orgullosa mientras, veloz como un rayo, pulsa el celular y muestra la foto de una sonriente morenita de dientes blanquísimos y con el cabello partido al medio en dos colitas. “Con el papá de mis hijos estamos divorciados. Se fue a vivir a Maldonado. Tenemos una buena relación pero nunca se hizo cargo. Mi historia es muy común en nuestra comunidad. No es que no tengamos marido ni compañero pero hay una parte económica que nos obliga a ser jefas de familia porque la mujer consigue más trabajo que el hombre. La mujer negra tiene más oportunidades pero aparte asume, asume porque hay que dar de comer a los hijos”, cuenta con naturalidad, mientras las primeras canciones del carnaval indican que la función comenzó.
(MAÑANA NOTA CUATRO última)

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