lunes, 7 de septiembre de 2009

LOS PORFIADOS QUE SIGUEN AHI...


PELODURO
UNA VOZ
DE PUEBLO

Escribe
MARÍA LUISA
BATTEGAZZORE

"Una vez dije algo muy trascendente: que el humorismo es un estado doloroso de la conciencia qué te parece. Lo que pasa con un humorista es que vive fuera de los convencionalismos y ve las cosas en paños menores aún en los momentos de mayor dramatismo." (Julio Suárez- Reportaje en Época, 1962)
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Julio Emilio Suárez Sedraschi, Jess, Peloduro, el salteño que retrató como nadie el paisaje cultural montevideano, suyo por elección, nos dejaba hace ya 40 años. Sea este aniversario el pretexto para recordar al lúcido analista de la vida política y social uruguaya e internacional, desde un inclaudicable humor y un insobornable compromiso político e ideológico. Su última “cari-captura” muestra a la “estoica Rodelú”, enflaquecida y agotada, con el infaltable Firulete y su mosca asidua.
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Porque, según él mismo declarara, más allá de su vocación latinoamericana e internacionalista, “no sabría vivir en otro país”. Suárez fue un verdadero trabajador de la cultura y su obra expresa una tenaz militancia. Supo encontrar el lenguaje y los códigos para comunicar y difundir una racionalidad, una visión de la realidad que des-cubriera las fuerzas actuantes bajo las apariencias de los hechos, mostrándolos en “ropas menores”, para penetrar como nuevo “sentido común” en las grandes masas.
¿En qué otra cosa consiste la batalla de ideas, parte insoslayable de la lucha de clases? ¿Qué mejor herramienta que el marxismo para contrarrestar la opacidad de la gran política, el enmascaramiento ideológico, esa “deformación del pensamiento social y político producida por los móviles comprimidos”, por decirlo con palabras de Mariátegui?
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Esto no significa que se desentendiera de la concreta militancia gremial o política. Integró la Directiva de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) y por la década del 40 participó en la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores). Fue miembro del Partido Comunista y jamás abandonó el ideal socialista. La magnitud de la producción de Julio Suárez y la amplitud de su espectro, abarcando diversos medios, géneros y contenidos, impacta.
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No sólo por su inspiración genial, su genuino humanismo, su coherencia ética, que no conoce renunciamientos ni desniveles, sino por una asombrosa fecundidad, que significó sin duda una alta dosis de transpiración y una férrea disciplina de trabajo. Los personajes, hombres y mujeres del pueblo, no le son ajenos, al punto que el autor fue identificado con el nombre de uno de ellos. Para miles y miles de uruguayos esos “monos” llegaron a convertirse en persona.
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Con biografía y carácter, que vivían sus vidas desde el diario, la revista o la radio. Según relata el propio Suárez, los personajes encontraron al autor que los permitiera vivir. Y pudo hacerlo porque hizo suyos su peripecia y su escenario, la cancha, el boliche, el conventillo, el barrio, el tablado, y porque, conscientemente y sin paternalismos, asumió el punto de vista de las clases populares para comprender el mundo en que le tocó vivir.

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