jueves, 26 de noviembre de 2009

HABLANDO DE ESA NIÑEZ



LA COLUMNA DE JOAN BARRIL

DEMASIADA
NIÑEZ

Escribe
JOAN BARRIL (*)
Columnista de
“El Periódico” Catalunya
España- 26 de Nov. 2009

En la famosa película de Milos Forman dedicada a la vida de Mozart, hay una escena inquietante. Es cuando un pequeño Amadeus –en alemán Gottlieb– se exhibe ante la corte tocando el piano. También Flaubert empezó a escribir a los seis años. Y Marisol, que cantaba «Corre, corre, caballito», y Arturito Pomar, que ganaba al ajedrez. A esos niños de infancia secuestrada se les llamó niños prodigio, pero el prodigio de su edad pudo con su condición de niños.
No me gustan los niños prodigio, por lo que tienen de infancia secuestrada para compensar las limitaciones de los adultos.
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La historia está llena de otros niños cuya única obligación en el mundo era crecer lo antes posible. Niños que se metían en las gateras de las minas, niños que se pudren en el fondo de los océanos con su uniforme de grumete, niñas que fueron domesticadas para el placer perverso de los adultos, niños cuyos dedos servían para rellenar de pólvora las balas de calibre corto, niños que todavía hoy van por el mundo armados con machetes y rifles matando a otros niños cuyo único delito es haber nacido en tierra de diamantes.
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Pero el tiempo ha cambiado también para la infancia. Y si antes se trataba de una infancia corta, hoy tenemos una infancia prolongada. El Estado del bienestar considera que un ciudadano de 35 años todavía es joven, tan joven como para merecer una ayuda oficial para el pago del alquiler de una vivienda. Que luego esa ayuda se perciba, ya es harina de otro costal. Pero ese mismo Estado del bienestar, en su franja más alta, entiende que ese mismo joven de 35 tal vez sea víctima de una prejubilación a los 48.
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La vida humana en el primer mundo tiene un Estado sobreprotector. Son muy pocos los años en los que se puede volar sin red. Lo de las prejubilaciones es un signo de los tiempos en empresas que ven cómo les sobran los trabajadores. La juventud se alarga y la vejez siempre es prematura. Todo ello en un contexto en el que la esperanza de vida se incrementa en tres años cada década.
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Y no hace falta ir al fondo de los mares o a las galerías de las minas para encontrar los restos de una infancia destrozada. Tampoco es necesario remontarnos a la corte de Salzburgo para ver cómo un niño interpretaba minuetos al piano. Basta con quedarse en el siglo XX para comprobar cómo buena parte de los grandes artistas, científicos y emprendedores llegaron a sus respectivas metas a una edad en la que muchos jóvenes de hoy continúan entronizados en el despiste. Albert Camus escribió El extranjero a los 29 años.
Pablo Picasso llevó sus ojos jóvenes a Barcelona y a París. Einstein compartió su trabajo en una oficina de correos con el descubrimiento de teorías básicas. Y Bill Gates, el autor de buena parte de esas nuevas tecnologías que habían de llevarnos al progreso, también supo del esfuerzo mental de unos amigos en un garaje para llegar a ser uno de los hombres más ricos del mundo.
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Así son las cosas en plena crisis, cuando lo primero que se hace es alimentar a los bancos, pero se recortan los presupuestos de la investigación y de la ciencia. Cabe la tentación de colgarle, como todo, la culpa a la escuela. A la escuela y a sus usuarios les haremos callar inundándoles de ordenadores.
Pero no todo es máquina. ¿Queda algo para la curiosidad humanística? ¿O será que la única salida para el joven de hoy es el deporte y el espectáculo? Ya ven. A estas alturas, Mozart no hubiera pasado de ser un pianista en un burdel.
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(*) Joan Barril (Barcelona, 1952) es un escritor y periodista español. Estudio en la Universidad de Barcelona y su actividad periodística la combinó con su trayectoria como escritor. Columnista en los diarios como El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya. Tiene actividad en radio y TV. Es fundador y editor de la editorial Barril & Barral.

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