jueves, 3 de diciembre de 2009

CIEN AÑOS de PELODURO, ALMA POPULAR



POETA DEL
HUMOR NACIONAL

Escribe
ROSARIO PEYROU

Suplemento Cultural– “El País”
27 de Noviembre de 2009

Fue el fundador del humor gráfico uruguayo. Dibujante, historietista, ilustrador, libretista y caricaturista, Julio E. Suárez (Peloduro) tuvo una notable puntería para captar, bajo un prisma humorístico, las luces y las sombras de este "país esquina", a través de un puñado de personajes de barrio y un inagotable talento verbal. Había nacido hace justamente cien años el 16 de setiembre de 1909 en Salto y tenía 18 cuando se vino a Montevideo a estudiar Arquitectura, una carrera que abandonó en poco tiempo para dedicarse al periodismo, que fue el oficio en que encontró su verdadera vocación.
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En su primer trabajo se desempeñó como ilustrador de las crónicas parlamentarias en El Nacional, el diario que dirigía Carlos Quijano. Al cierre de El Nacional, en 1931, Suárez creó su propia historieta, "Wing y Roncadera" un antecedente directo de lo que serían luego los personajes de Peloduro, y que se publicaba en el matutino El Plata. En 1933 y en las páginas de El País apareció por primera vez la historieta que lo haría famoso y le daría un nombre para siempre: Pelo Duro (así: con las dos palabras separadas). Dos años después la tira pasa a publicarse en El Diario.
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En febrero de 1943 nace la revista Peloduro, dirigida por Suárez, y con un equipo de los más brillantes cronistas y dibujantes: Julio César Puppo (El Hachero), Wimpi (Arthur N. García), Serafín J. García (Simplicio Bobadilla), Alberto Etchepare (El Ujier Urgido), César M. Rappalini (Rapp), Asdrúbal, Wilfredo y Danilo Jiménez, Danilo Trelles, Dionisio Viera (Davy), Alfredo Mario Ferreiro y Toño Salazar, entre otros. En la última época se incorporaron firmas como Mario Benedetti, Julio Rossiello, Mauricio Müller, los más jóvenes Cuque Sclavo, Carlos Núñez, Daniel Waksman, Mauricio Rosencof, Carlos María Gutiérrez y una única mujer, Elina Berro.
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Puede decirse que Peloduro abrió un rumbo para el humor nacional: una manera crítica sin dejar de ser piadosa (Carlos Maggi lo definió como "un bolche apasionado" que sin embargo "dibujaba delicadamente a sus adversarios, siempre sin malicia"), una observación atenta de costumbres y maneras de ser, un cultivo del ingenio que presuponía la inteligencia del lector, a diferencia de tanto producto "humorístico" de la aburrida televisión de hoy que adjudica al espectador una capacidad de comprensión menos que escolar. Pronto los personajes de Peloduro se volvieron míticos.
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Peloduro y la Choronga, El Pulga y La Porota, El Pulguita, El Pileta, El Dulce, pasaron a formar parte del paisaje montevideano. Comentaban lo que pasaba en el barrio, los sucesos de actualidad, los avatares del fútbol, pero también la vida política nacional y extranjera. "Los Comentarios Internacionales del Pulga", una crónica que salía aparte de la historieta, hizo época por su agudeza y una manera de hablar (además de su loca ortografía) rematadamente montevideana y popular. "Ese idioma -escribió Jorge Varlotta (más conocido como Mario Levrero)- es nuestro idioma -montevideano más que uruguayo- impecablemente captado y traducido a una grafía original".
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Es cierto que ese "país de las cercanías" que describió Peloduro ya no existe, pero hay algo en él que seguimos reconociendo como inconfundiblemente uruguayo. Quien quiera saber cómo era la vida en el Montevideo de mediados del siglo XX no debería dejar de leer a Peloduro: puede decirse que sus crónicas y sus historietas cristalizan sin ninguna grandilocuencia un momento clave de la vida nacional: la de la conformación de una identidad y de una cultura. A pesar del enorme éxito de público, la aventura de Peloduro estuvo sembrada de dificultades-
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Las económicas que la hicieron interrumpirse por dos veces. Debió cerrar en 1951 y no volvería hasta 1955, en una breve reaparición que duró apenas unos meses. Cuando en 1964 volvió a salir, Suárez prometió que, si la revista no llegaba a 1973, se comerían "un chancho con plumas". Es curioso que haya elegido el año 1973 como meta, porque fue justamente ése el año en que murió definitivamente el mundo que él supo pintar. Lo cierto es que cumplió su promesa: en el último número aparecen la imagen de la parrilla con el cerdo emplumado y otra del equipo de la revista comiendo el asado embanderillado de plumas. Amigo de Quijano desde la primera hora, Suárez siguió colaborando en Marcha hasta su muerte, ocurrida en 1965, un año después del cierre de su revista.

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