DOCTRINAS
Y ESTRUCTURAS
ESCRIBE
JORGE
GÓMEZ BARATA (*)
(especial para
ARGENPRESS.info)
(*) PERIODISTA E INVESTIGADOR CUBANO.
ESPECIALISTA EN TEMAS DE POLITICA INTERNACIONAL.
El desastre haitiano, con más dramatismo aun que los huracanes que regularmente azotan, arruinan y si cabe, humillan aun más a los pobres zarandeados por cataclismos sociales más letales que las tormentas y frente a los cuales no pueden siquiera rebelarse porque para ello son necesarias estructuras de participación, funcionamiento de la sociedad civil y liderazgos que las oligarquías y los imperios no han dejado crecer.
Excepto el cataclismo económico y social y la insoluble crisis humanitaria provocada en África, no existe registro de deformaciones económicas y políticas estructurales más significativas, socialmente más costosas y con más capacidad de supervivencia que las introducidas por la conquista y la colonización en el Nuevo Mundo, desgracia de la cual, por circunstancias irrepetibles, únicamente escaparon los Estados Unidos.
La estrategia de desarrollo económico norteamericana, hasta hoy la más exitosa y, en Iberoamérica, la menos imitada, se estableció sobre la base de la estabilidad política, el funcionamiento de las instituciones del Estado y una filosofía de aislacionismo político, apoyada en una autarquía originaria y en la continua expansión del mercado interno.
El enfoque económico norteamericano original fue favorecido por una extraña identidad entre el liderazgo revolucionario y la masa de colonos de a pie, diferenciación que resultó desastrosa en Latinoamérica. En Norteamérica además, la doctrina y la práctica tuvo a su favor un momento del desarrollo tecnológico y de las opciones de consumo en los que la realidad imponían racionalidad y austeridad y por un contexto geográfico caracterizado por inmensas riquezas naturales y una bienhechora distancia de Europa y Asia de las cuales lo separaban los océanos Atlántico y Pacifico.
Desplegado en un territorio tan grande como toda Europa y muchas veces más rico, poseedor de todos los climas y suelos, habitado solamente por unos dos millones de colonos y alrededor de un millón de aborígenes en cinco millones de kilómetros cuadrados, Estados Unidos es el único lugar de la tierra donde el liberalismo económico original encontró las condiciones y los espacios para realizarse plenamente.
Ávida de oro y plata y de recursos materiales, principalmente materias primas y alimentos, España asumió respecto a sus colonias americanas una filosofía de saqueo y no de desarrollo, actitud a la que más tarde se sumaron indianos y criollos, que acataron las reglas de la metrópolis, se hicieron encomenderos y esclavistas y luego, convertidos en patriotas, asumieron las repúblicas como botín y no como patrimonio compartido con el pueblo. Los habitantes originarios, los esclavos liberados y los blancos pobres, además de por los colonizadores, fueron despreciados y excluidos por las oligarquías criollas.
Unos y otros —colonizadores y oligarcas criollos— se beneficiaron con el saqueo de los recursos naturales y con la explotación de los 90 millones de aborígenes existentes en el hemisferio a la llegada de los colonizadores, los 50 millones de negros traídos como esclavos y los miles de emigrantes humildes a quienes la pobreza y no el afán de aventura arrojó sobre las tierras de América.
Mientras en América la Corona repartía como privilegios mitas y encomiendas, facilitaba el comercio de esclavos, obsequiaba como mercedes inmensas extensiones de tierra dando lugar al latifundio, creaba condados y ducados y armaba caballeros, convirtiendo a las élites criollas, que debieron ser colonos, en una especie de nobleza cooptada, en Estados Unidos donde también se practicó la esclavitud, las tierras del oeste se repartían en cantidades moderadas, gratuitamente a los colonos que se dispusieran a explotarlas y hacerlas producir, se otorgaban licencias para explotaciones mineras a simples trabajadores y se realizaban obras de infraestructuras, tanto a cuenta del Estado como de empresas privadas.
La gran culpa de la conquista y la colonización no fue sólo el saqueo, sino las deformaciones estructurales que paralizaron el desarrollo de las fuerzas productivas, deformaron la sociedad agraria, impidieron el desarrollo de autenticas clases campesinas y sacrificaron totalmente el mercado interno a favor de la exportación de materias primas y productos semi elaborados, para obtener l

El esquema agro exportador es el causante de la manía importadora y, entre ambos los culpables del atraso y la ruina económica de nuestros países que en una noria eterna y destructiva, exportan azúcar e importan caramelos y venden frutas para importar concentrados a los cuales, basta añadir agua para crear jugos y exportan petróleo para comprar gasolina y lubricantes.
Por esas razones con raras y recientes excepciones como las de ciertas regiones de Brasil, Argentina, México y Chile nunca hubo una verdadera gestión de industrialización, incluso la prédica cepalista de sustitución de importaciones, vigente desde los años setenta, fue desoída. Todo ello dio lugar a raquíticas monedas que aun cuando alcanzaron convertibilidad internacional, lo hicieron con unas tasas de cambio miserables.
No hay que hacerse ilusiones ni convertir en credos políticos lo que es un asunto meramente técnico. No se trata de capitalismo o socialismo sino de racionalidad económica, de enfoques doctrinarios correctos y de políticas económicas inclusivas, plurales y atinadas.
Tampoco vale la pena repetir el error del socialismo real que confundió propiedad estatal con propiedad social y vivir la ilusión de que las formas de propiedad por si mismas son capaces de asegurar la eficiencia económica. Un latifundio estatal estructuralmente sigue siendo latifundio y la idea de claseobrerizar el campo mediante la creación de haciendas operadas por asalariados es tan errónea como la socialización administrativa.
La fidelidad a una causa no es lo mismo que la afiliación a un conjunto de dogmas. El tema da para más pero el espacio no. Luego les cuento.
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