lunes, 8 de marzo de 2010

LA VEJEZ ESE TIEMPO DE VIDA...


N. de R. En algunas de las notas de esta autora –como en este caso y algunos otros que colgaremos– el tema no es precisamente lo que ocurre en el cerebro en la vejez. Conocer la increíble complejidad de esa parte de nuestro cuerpo, ayuda a comprender lo importante que es preservarla.

EL CEREBRO
Y LOS SENTIDOS

Escribe
Dra. SANDRA
AAMODT (*)

Los carteristas seguramente no dedicarán mucho tiempo a hablar de cómo funciona el cerebro, pero su profesión requiere cierto conocimiento práctico del tema. Una de sus técnicas más comunes requiere dos socios en el delito. Un ladrón choca con la víctima por un lado para distraerla de la mano del otro ladrón, que se lleva algo por el otro lado. Este enfoque funciona porque dirige la atención de la víctima hacia el lado equivocado del cuerpo, lo que distrae su cerebro de los acontecimientos en el lado donde se lleva a cabo la acción importante.
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Tu percepción de las sensaciones corporales surgen de la interacción entre dos procesos. Las señales procedentes de los receptores que hay en tu cuerpo y la actividad en los senderos cerebrales que controlan tu respuesta a esas señales. Tu piel contiene multitud de receptores distintos. Terminaciones nerviosas especiales que perciben cosas como el contacto, la vibración, la presión, la tensión de la piel, el dolor y la temperatura. El cerebro sabe cual es la clase de sensor que ha sido activado y si está en el cuerpo, porque cada uno de ellos tiene una “línea privada” que usa picos para transportar únicamente una clase de información hacia el cerebro.
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Ciertas partes de tu cuerpo son más sensibles que otras. La densidad más elevada de receptores del contacto se encuentran en las yemas de los dedos y en la cara, que ocupa el segundo puesto con escasa diferencia. Por ejemplo, tus dedos contienen muchos más receptores que tus codos, razón por la cual no exploras las cosas con el codo cuando intentas determinar que son. Otro juego de receptores en tus músculos y tus articulaciones suministran información acerca del posicionamiento espacial de tu cuerpo y la tensión de tus músculos.
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Este sistema es lo que te permite ser consciente de la posición de tu brazo con los ojos cerrados. Cuando estos sensores quedan dañados, la gente descubre que todas las clases de movimientos se vuelven muy difíciles, y tiene que moverse con mucho cuidado para hacer las cosas sin cometer errores. Las áreas del cerebro que analizan las informaciones proporcionadas por el contacto, en este caso, mapas de la superficie del cuerpo. El tamaño de una determinada área cerebral depende del número de receptores en cada parte del cuerpo, más que del tamaño de esa parte del cuerpo.
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Por lo que la parte del mapa cerebral que recibe información de la cara es más grande que el área que recibe información de torso y piernas. Asimismo, en el cerebro de un gato, un área está ocupada por neuronas que responden a los bigotes. Las respuestas a los estímulos dolorosos son transportadas por distintos receptores y analizadas por áreas del cerebro distintas de las que se encargan de gestionar la información concerniente al contacto regular. Si alguna vez has tocado una estufa caliente, sabrás que muchos receptores del dolor pueden activar senderos reflejos en la médula espinal que te permiten dar una respuesta muy rápida a sensaciones que indican un peligro inmediato. De hecho hay todo un conjunto de áreas del cerebro que influyen sobre la actividad en las partes de tu cuerpo, que perciben directamente el dolor, basándose en el contexto y las expectativas.
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Este efecto puede llegar a ser lo bastante poderoso para que un soldado herido de gravedad en el campo de batalla no sienta prácticamente dolor alguno. Mas habitualmente, todos hemos visto el efecto contrario; una súbita intensificación del dolor en un niño pequeño cuando se le acerca la madre. A estas respuestas se les suele llamar psicológicas, aunque eso no significa que no sean reales: las expectativas y las creencias de la gente generan cambios físicos en el cerebro. Si a una persona se le da una inyección que no contiene ningún medicamento activo, y al mismo tiempo se le dice que aliviará el dolor, la actividad aumentará en aquellas partes del cerebro que tienen que ver con la modulación del dolor. Continuará...
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(*) La doctora Sandra Aamodt, neuróloga e investigadora, (universidades de Rochester y Yale) es también editora de Nature Neuroscience la revista de investigación más destacada en temas relacionados con el cerebro. Con el neurólogo Sam Wang (Profesor en Princeton) ha escrito “Entra en tu cerebro” obra de divulgación, que tuvo gran éxito en el viejo mundo y que se acaba de traducirse al español. De esa fuente, sacados de contexto, son las notas que publicamos en el BLOG.

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