domingo, 24 de octubre de 2010

FRANCIA MOVILIZADA MAS ALLA DE PENSIONES


TRABAJAD MÁS DURO PARA GANAR MENOS
LA FURIA FRANCESA
EN LA JAULA DE LA UNIÓN EUROPEA

Escribe
DIANA JOHNSTONE (*)
Publicó “Sin Permiso”
26 de octubre 2010
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(*)Diana Johnstone es una escritora y periodista estadounidense especializada en temas de política exterior europea y occidental. Integra el Consejo Editorial de SinPermiso , es autora de Fools' Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions, entre otros libros. colaboradora del Covert Action Quarterly.
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Ahí están de nuevo los franceses: de huelga, bloqueando el transporte, armando una buena por las calles, y todo simplemente porque el gobierno quiere elevar la edad de jubilación de los 60 años a los 62. Tienen que estar locos. Supongo que esa es la forma en que se ve el actual movimiento de masas –o se muestra, por lo menos- en buena parte del mundo, y sobre todo en el mundo anglosajón. Acaso lo primero que haya que decir respecto a las actuales huelgas masivas en Francia es que en realidad no tienen que ver realmente con "elevar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años". Esto equivale a describir el libre mercado capitalista como una especie de puesto de limonada. Una simplificación propagandística de cuestiones muy complejas.

Les permite a los comentaristas arremeter contra puertas de par en par abiertas. Al fin y al cabo, observan sagazmente, la gente de otros países trabaja hasta los 65 años de modo que, ¿por qué van a librarse los franceses a los 62? La población envejece, y si no se eleva la edad de jubilación, el sistema de pensiones irá a la bancarrota teniendo que pagar las pensiones de tantos ancianos. Sin embargo, el actual movimiento de protesta no tiene que ver con "elevar la edad de jubilación de los 60 a los 62". Se trata de mucho más.
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Para empezar, este movimiento expresa la exasperación con el gobierno de Nicolas Sarkozy, que de forma descarada favorece a los superricos sobre la mayoría de la clase trabajadora de este país. Fue elegido con el lema, "Trabajar más para ganar más", y la realidad ha terminado siendo que se trabaja más para ganar menos. El ministro de Trabajo que introdujo la reforma, Eric Woerth, le consiguió a su mujer un empleo entre el personal de oficina de la mujer más rica de Francia, Liliane Bettencourt, heredera de L´Oréal, el gigante de los cosméticos, al mismo tiempo que como ministro a cargo del presupuesto hacía la vista gorda a sus abultadas evasiones fiscales.

Mientras las deducciones fiscales a los ricos ayudan a vaciar las arcas públicas, este gobierno hace lo que puede por echar abajo el conjunto del sistema de seguridad social surgido tras la Segunda Guerra Mundial con el pretexto de que "no nos lo podemos permitir". La cuestión de las jubilaciones resulta bastante más compleja que la "edad de jubilación". La edad legal de jubilación significa la edad a la que puede uno jubilarse. Pero la pensión depende del número de años trabajados o, para ser más precisos, del número de cotisations del plan conjunto de pensiones. Con la excusa de "salvar al sistema de la bancarrota", el gobierno va elevando gradualmente el número de años de cotización de 40 a 43 años, dando indicios de que se ampliará aún más en el futuro.


A medida que se prolonga la educación y se empieza a trabajar más tarde, para tener una pensión completa la mayoría de la gente tendrá que trabajar hasta los 65 o los 67. Una "pensión completa" viene a estar en torno al 40% del salario en el momento de la jubilación. Pero aun así, puede que no sea posible. Cada vez es más difícil encontrar empleos a tiempo completo y los patronos no necesariamente desean conservar empleados mayores. O bien la empresa desaparece y el trabajador de 58 años se encuentra permanentemente desempleado. Cada vez se vuelve más difícil trabajar a tiempo completo en un empleo asalariado durante más de cuarenta años, por mucho que uno quiera. De modo que en la práctica la reforma de Sarkozy-Woerth significa sencillamente reducir las pensiones.

Eso es, de hecho, lo que la Unión Europea ha recomendado a todos los Estados miembros como medida económica, con la intención, como en el caso de la mayor parte de las actuales reformas, de reducir costes sociales en nombre de la "competitividad", queriendo decir competencia para atraer la inversión de capital. Los trabajadores menos cualificados que en lugar de proseguir sus estudios hayan podido entrar en la población activa jóvenes, digamos a los dieciocho años, habrán estado inscritos en un plan durante cuarenta y dos años a la edad de 60 si consiguen, desde luego, seguir con empleo durante todo ese periodo. Las estadísticas muestran que su esperanza de vida es relativamente breve, de modo que necesitan dejar de trabajar pronto si quieren disfrutar de alguna clase de jubilación.

Los jóvenes son mucho más radicales incluso que los viejos sindicalistas. Son muy conscientes de la creciente dificultad de hacerse una carrera. La tendencia es que el personal cualificado entre en el mercado de trabajo cada vez más tarde, después de haber pasado por años de enseñanza. Con la dificultad de encontrar un puesto de trabajo estable, a tiempo completo, muchos dependen de sus padres hasta los 30 años. Es cuestión de simple aritmética darse cuenta de que en este caso no habrá jubilación plena hasta la edad de 70 años.

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Como es ya práctica habitual, los autores de las reformas neoliberales las presentan no como elección sino como necesidad. No hay alternativa. Debemos competir en el mercado global. O seguís nuestra vía o vamos a la quiebra. Y esta reforma la dictó esencialmente la Unión Europea, en un informe de 2003, al concluir que hacer trabajar más a la gente era necesario para recortar los costes de las pensiones.

Pero existe otro problema crucial ligado a la cuestión de las pensiones: la desindustrialización. Con el fin de mantener los elevados beneficios drenados por el sector financiero y evitar pagar salaros más altos, una industria tras otra ha desplazado su producción a países de trabajo barato. Las empresas rentables cierran mientras el capital sigue buscando beneficios aún mayores. ¿Es esto simplemente resultado inevitable del ascenso de las nuevas potencias industriales de Asia? ¿Es inevitable una rebaja de los niveles de vida de Occidente debido a su ascenso en Oriente? Tal vez. Sin embargo, si desplazar la producción industrial termina por hacer bajar el poder adquisitivo de Occidente, eso lo sufrirán entonces las exportaciones chinas. Sólo los financieros pueden salir ganando en este juego. Y si pierden, pues bueno, consiguen de los gobiernos serviles más fichas para otro juego.

¿EN QUÉ ACABARA TODO?
Debería acabar en algo así como una revolución democrática: una completa puesta a punto de la política económica. Pero hay razones muy poderosas para que esto no suceda. Para empezar, no hay dirección política en Francia dispuesta y capacitada para dirigir un movimiento verdaderamente radical. Mélenchon es el que más se acerca, pero su partido es nuevo y su base aún es reducida. La izquierda radical se ve maniatada por su sectarismo crónico. Y hay una gran confusión entre la gente que se rebela sin programas ni líderes claros. Sería necesaria la milagrosa aparición de nuevos dirigentes para llevar adelante el movimiento.

Pero aunque esto sucediera hay un obstáculo aún más formidable para un cambio básico: la Unión Europea. La UE, edificada sobre los sueños populares de una pacífica y próspera Europa unida, se ha convertido en un mecanismo de control social y económico en nombre del capital y especialmente del capital financiero. Además está ligada a una poderosa alianza militar, la OTAN. Abandonada a sus propios medios, Francia podría experimentar con un sistema económico más socialmente justo. Pero la UE está ahí precisamente para impedir esos experimentos.

Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón
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