¡DECISIÓN AHORA!
Escribe
FERNANDO HENRIQUE CARDOSO
ex Presidente de Brasil
Exclusivo por New York Times Syndicate Miércoles 6 de abril de 2011
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Colaborar individualmente implica nuevos hábitos de conducta, que requieren mucha determinación. La solución más simple es responsabilizar al gobierno y a “los otros”. Y los gobiernos, en general, se mueven lentamente en materia ambiental.
La profundidad de la crisis financiera global es tan grande que ha sido casi imperativo concentrar la atención en sus consecuencias. Pero hay crisis más graves y de consecuencias más duraderas.
Tomando todo en cuenta, la economía brasileña está saliendo mejor en comparación con, no sólo los países ricos, sino también los emergentes. No puede decirse lo mismo de la crisis anunciada por el calentamiento global: Todavía son muy tímidas las medidas tomadas para contenerlo, tanto en el exterior como en Brasil.
A pesar de los esfuerzos y del trabajo de mucha gente, en la sociedad civil y en el gobierno, todavía no se le da la atención debida al tema.
Los científicos y ambientalistas brasileños no se cansan de advertir la necesidad de que Brasil disponga de una política ambiental congruente. La ex ministra del Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva clama de la misma manera contra la desforestación, en la Amazonia y otros lugares; así como el ex legislador y ambientalista Fabio Feldmann, hace años, estimulaba los Foros sobre Cambio Climático. Pero ni siquiera la mayoría de las personas actúa en la vida cotidiana de manera consecuente con la necesidad de preservar el ambiente para obtener mayor calidad de vida.
Colaborar individualmente implica nuevos hábitos de conducta, que requieren mucha determinación. La solución más simple es responsabilizar al gobierno y a “los otros”. Y los gobiernos, en general, se mueven lentamente en materia ambiental, postergando decisiones o siendo complacientes con intereses contrarios a los que proclaman.
Escribo esto bajo el impacto de dos encuentros en los que participé. Uno en Marrakech, Marruecos, en la reunión de un grupo creado por Nelson Mandela, los Elders (los veteranos en traducción altruista), compuesto por personajes como el ex presidente Jimmy Carter, el ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan, la ex primer ministra noruega Gro Brundtland, la ex presidenta de Irlanda Mary Robinson y más de media docena de líderes que dieron su contribución nacional y que ahora se ocupan de problemas globales.
Este grupo se cuida de intervenir en áreas de tensión política para crear condiciones que lleven a la reconciliación. Pero los grandes desafíos mundiales, como las cuestiones climáticas, no son ajenos a sus preocupaciones y actividades. Con el estímulo de Brundtland (que fue coordinadora del informe de la ONU llamado “Un futuro común”, en el cual se difundió la noción de desarrollo sustentable), los Elders insisten en la urgencia de que se efectúen políticas que reduzcan el calentamiento global.
No fue otra la prédica del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton durante una visita a Sao Paulo. Con sentido de estadista, Clinton proclama que ya es la hora en que deberá aprobarse un documento que complementará la Convención de Clima.
Se espera que este nuevo texto represente una evolución con respecto del protocolo de Kioto, que prevé mecanismos para reducir la emisión de gases con efecto de invernadero. Estos gases forman una capa que envuelve al planeta e impide la dispersión del calor generado por la actividad humana.
La postura anterior de los países en desarrollo era que, correspondiendo a los países desarrollados la “responsabilidad histórica” del efecto de invernadero, son éstos los que deben reducir las emisiones que lo ocasionan y que tienen como fuente generadora principal la energía producida por los combustibles fósiles.
Todo esto es cierto, pero con el crecimiento de las economías emergentes, especialmente China, India y Brasil, estos países agravan la situación.
Brasil puede aceptar metas de reducción de emisión de gases con efecto de invernadero más fácilmente que China y la India, por la sencilla razón de que nuestra matriz energética es más limpia, ya que fundamentalmente es de origen hidráulico. La contribución brasileña en el aumento de los gases con efecto de invernadero (como el CO2) ocurre básicamente por la quema de bosques y no primordialmente por emisiones originadas por la industria y el transporte.
Siendo así, ¿por qué Brasil no asume una postura más audaz y acepta participar en una reducción vigorosa de emisiones de estos gases, dado que dispone de medios para reducirlas sin comprometer su crecimiento económico? El tema es de voluntad política. Si Brasil asumiera esa postura, tal vez haría que China e India lo siguieran.
Hasta ahora, y a despecho de la buena disposición del presidente estadounidense Barack Obama, se ha resistido a asumir metas de reducción. Con una postura brasileña más radical y, sobre todo, si China y la India nos acompañaran, tendríamos más peso para, junto con Europa, forzar a Estados Unidos a asumir mayores compromisos.
Deberíamos adoptar una postura aparentemente radical, pero salvadora, en la meta de cero deforestación, pues no se trata sólo de quemar menos árboles sino de derribar menos, dado el efecto positivo que ejercen los bosques sobre el clima. Para que esta meta no sea considerada un instrumento contrario al desarrollo económico, el gobierno debería establecer una zonificación agropastoril transparente. Tenemos abundancia de tierras labrantías y de pastoreo, cuyo uso es suficiente para el cultivo de caña y soya y para la cría de ganado, sin amenazar a la Amazonia, el Pantanal y los demás biomasa.
Poner esta cuestión en términos de oposición entre desarrollo económico y preservación ambiental es una mera cortina de humo, ya sea para seguir deforestando sin reservas, ya sea para librar una lucha “pseudoprogresista” contra la agricultura.
Por otra parte, es un despropósito proclamar que el cultivo de soya o de caña necesariamente se da en prejuicio de la alimentación humana y del medio ambiente. El cultivo de caña para producir etanol, respetando la zonificación ecológica, permite substituir el petróleo y, por tanto, reducir las emisiones de gases con efecto de invernadero. Lo importante es no deforestar donde no se debe y cultivar la tierra de modo adecuado.
Lo cierto es que no habrá desarrollo alguno en el futuro si continuamos actuando predatoriamente, pues el calentamiento global se encargará de transformar las áreas pluviales en desiertos y causará inundaciones en donde antes eso no ocurría.
La hora de las decisiones es ahora.
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