martes, 12 de abril de 2011

RECORDANDO A UN AMIGO ENTRAÑABLE...

LO DIJO ALFREDO…


Justo con la edad de la gente, las cosas empiezan a suceder. No es extraño que al doblar los treinta, los sujetos adquieran una preocupación más intensa por sus contemporáneos, que se interroguen mutuamente sobre la correspondiente generación. Los caracteres, las vocaciones, las afinidades, empiezan a adquirir semejanzas coherentes, y con esas edades, poco más o menos, los tipos empiezan a tomar sus decisiones más completas: casarse, poner un kiosko de revistas, dedicarse a la bebida.

Asimismo, no en balde y por causa de esa cosa llamada generación, mientras unos están dedicados a escribir en los diarios, otros hacen zapatos y aquellos cantan por la televisión, todos a la vez fundan cosas, se copian las iniciativas o desembocan en asuntos que de repente, también ellos, resultan emparentados por cuestiones de edad, de duración. Asuntos: nuevos clubes de fútbol, guerrillas, repertorios de canciones, nacimientos de hijos, que a la vez se ennovian, se emparentan y esperan treinta años más, deliberando con la historia.

Uno de los asuntos que suceden es, por ejemplo, la inauguración de lugares nocturnos, Gotán en Buenos Aires, La Puerta de San Pedro en Montevideo y ahora en Cerro Largo y Tristán Narvaja, “La Cucaracha”, son asimismo coetáneos, diferentes y extraños entre si, pero idénticos al propósito (o la necesidad) que los engendra: abrir un agujero, separar dos paredes y fabricar un lugar para ciertos seres que repentinamente se han sentido miembros de una misma generación. En aquel agujero se rinde culto al pasado, en este a la música concreta, en tal otro a la conspiración. Y el diálogo comienza. A través de la noche.

“La Cucaracha”, por ejemplo, es para reunirse a tomar buen vino, pagar por él justo lo que vale, escuchar unas canciones o unos versos, a algunas personas que siempre dicen la verdad. Hay dos guitarras y están empezando a ir unos seres que llegan con sus conocimientos, con sus curiosidades y sus voces, con sus papeles. Algunos se entristecen, pero todos aprenden, cantan, se interrogan, hacen un dibujo con vino, cavilan. Uno se puede quedar hasta cualquier hora, el vino es excelente y no sería extraño que una de estas noches cayera Troilo o cayera otro más. (Sacado de contexto).
Alfredo Zitarrosa. (De una de sus crónicas en “Marcha” – Junio 10 de 1966)



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