Escribe
MANUEL E. YEPE (*)
( ARGENPRESS.info)
13 de Abril de 2011
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(*) MANUEL E. YEPES Periodista cubano y analista. Especializado en temas de política internacional. Redactor de las revistas “CubaDebate” y “Temas” editadas en La Habana . Es un profundo conocedor de la política y economía de Latino América y del mundo, Interviene en importantes medios periodísticos.
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Cuentan en Estados Unidos que un hombre que conducía su automóvil por una carretera rural vio una tortuga que se balanceaba sobre el extremo superior de un poste situado frente a la vivienda de un rancho como si se tratara de un buzón de correos de los que habitualmente se usan en las zonas rurales para recibir la correspondencia. La curiosidad lo llamó a tocar a la puerta de la casa para tratar de informarse acerca del significado de aquello. Para su sorpresa, el anciano ranchero que lo recibió le reveló que se trataba de un monumento al presidente Barack Obama.
Lo explicó así: “El presidente Obama está en una situación similar a la de esa tortuga. Nadie sabe como pudo trepar a un puesto tan alto, todo el mundo sabe que ese encumbrado lugar no le corresponde porque sobrepasa sus capacidades y, por ello, hay que preguntarse quienes habrán sido los burros tontos que lo pusieron allá arriba”.
Pero este chiste con trasfondo racista, que seguramente ha sido hecho circular por el movimiento Tea Party y la extrema derecha republicana, no está encontrando repuesta adecuada de parte de los “burros tontos”, los estadounidenses de más bajos ingresos y los luchadores contra las guerras, que cada vez tienen más razones para no seguir apoyando al joven presidente por quien se sienten traicionados.
El diario Jamaica Observer, de Kingston, publicó el 9 de abril un artículo titulado “La Tragedia de la Diplomacia Americana” (The Tragedy of American Diplomacy) basado en un libro homónimo de William Appleman Williams (1921-1990), prominente historiador estadounidense que definió la diplomacia de su país como resultado “del esfuerzo de los líderes de la nación por evadir los problemas domésticos de raza y clase con un movimiento escapista que utiliza la política exterior para preservar frontera segura para el comercio y la expansión de las inversiones de Estados Unidos”.
El Observer de Jamaica recomienda a Barack Obama que devuelva el Premio Nobel por la Paz que recientemente le fuera conferido, aparentemente en la creencia de que él podría ser el líder predestinado a crear un mundo nuevo y distinto.
El diario jamaicano reconoce que desde la última década del siglo XIX la diplomacia estadounidense ha tenido una naturaleza trágica dada su insistencia en trasplantar “la imagen de América” a otras partes del mundo con un estilo ejecutivo elitista ejercido por la oficina de la Presidencia con un elevado costo en vidas humanas y de sufrimientos por la violenta imposición del “destino manifiesto”.
Citando a W. A. Williams, el diario jamaicano dice que “la malicia, la indiferencia, la depredación y la despiadada explotación han sido elementos fundamentales de la tragedia de la diplomacia estadounidense. Y es muy importante ver a la revolución cubana en 1959 y el posterior despiadado embargo estadounidense contra Cuba dentro de este contexto”.
La ausencia de la rivalidad este-oeste, unida a la decadencia del papel relativo de Estados Unidos en el ámbito global, situó a Obama ante el compromiso dar nuevo impulso a la pretensión de restaurar la supremacía de Estados Unidos, opina el Observer de Jamaica.
Pero está claro ya para casi todos en el mundo que la presidencia de Barack Obama no significará un cambio en la política exterior de Estados Unidos.
Obama, como lo viene demostrando desde su ascenso al poder, seguirá el camino intervencionista del presidente McKinley para controlar las Filipinas; o el del presidente Theodore Roosevelt para la anexión y el control de la zona del Canal de Panamá. Será fiel a los propósitos del Destino manifiesto como cuando Estados Unidos llevó a cabo la intervención y la división de la península de Corea. Aplicará siempre tácticas similares a la del intervencionismo y el terror contra Vietnam y la división de ese país en Norte y Sur.
Ya nadie espera de Barack Obama opciones diferentes a las aplicadas por sus predecesores al decretar las agresiones contra Irak, Afganistán, la que ahora se cierne sobre Libia y, seguramente, las demás que vendrán sobre varios otros “oscuros rincones del mundo” que le fueron indicados por su predecesor George W. Bush.
Todas estas intervenciones se han realizado bajo la fachada de trasplantar la democracia a otros países aunque su verdadero objetivo es posicionarlos en la órbita del capitalismo occidental.
El uso de aviones de combate en asociación con la OTAN para destruir la base de poder de Gaddafi, y la amenaza de armar a los rebeldes recuerdan la lógica de la guerra de 1898 bajo el disfraz de liberar a Cuba de la tiranía española, apoyar su independencia e iniciar su desarrollo hacia la democracia política y el bienestar económico y que en verdad condujo a la conquista estadounidense de Cuba en flagrante reflejo de disparidad entre la realidad y la retórica, dice el Jamaica Observer.
La triste y bochornosa historia de depredaciones imperiales de la superpotencia parece ser garantía de la permanencia en el poste de la tortuga por tanto tiempo como pueda soportarlo la vergüenza y el honor del propio pueblo de Estados Unidos ante la resistencia firme y los contraataques de los pueblos agredidos.
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