sábado, 24 de septiembre de 2011

MINERIA A CIELO ABIERTO, ENTRETELONES POLITICOS Y OTRAS MIRADAS SOBRE ESTE SUR DEL CONTINENTE…


URUGUAY:
CAUSAS DEL SUBDESARROLLO
Y LA POBREZA  (1)      

Escribe
HANA FISCHER (*)
(The Cato Institute)
23 Septiembre 2011
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(*) HANA FISCHER (Montevideo, 1956) residió durante diez años en Venezuela, donde realizó estudios universitarios (Ingeniería Industrial) en la Universidad de Caracas. Es profesora, escritora y periodista, especializándo se en economía y filosofía política. Columnista en Libertad: Digital, Independent, Uruguay, FUNDACION, S.A, Madrid, Newsletter, Paradojas Espana, Estos, America's Daily, Uruguay, Las Americas, España, LA, Nicaragenses, PRENSA, Monopolios, 1995
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En estos días, existe gran revuelo político. Y no es para menos ya que, según anunciaron las autoridades de Aratirí, dejaron en suspenso sus planes de explotar yacimientos mineros en el país. Aratirí es una firma de capitales indios creada por el grupo Zamin Ferrous. Su rubro principal es la extracción, procesamiento y exportación del hierro. Según la información de su página web, “Se trata de un importante proyecto nuevo ubicado en Valentines, en el centro este de Uruguay, con una inversión aproximada de US$ 3.000 millones que podría impulsar un crecimiento significativo de la economía uruguaya”.

Esa cifra representaría la más alta inversión que el Uruguay haya tenido en su historia. ¡Con razón que el gobierno y todo el sistema político se han puesto tan nerviosos! Consideramos que lo que está ocurriendo con respecto a este mega proyecto, y las reacciones que han tenido los diferentes actores políticos, dan pie para hacer un análisis de la razones por las cuales Uruguay es un país pobre, despoblado y subdesarrollado.

QUÉ ESTÁ PLANTEANDO
EL SISTEMA POLÍTICO:
El diputado José Carlos Cardoso del Partido Nacional, propuso nacionalizar el hierro con el fin de obtener una ganancia superior al 5%, que es el canon fijado en el Código Minero. Cardoso se reunió con el presidente José Mujica, y éste último se entusiasmó tanto con la propuesta, que incluso mencionó la posibilidad de obtener un 50% (palabras textuales: “fifty-fifty”), en el negocio con la minera.

Una nacionalización, no es algo que le rechine al senador herrerista Luis Alberto Heber, por lo que eventualmente, estaría dispuesto a aceptarla. Por su parte, el líder de Alianza Nacional, el senador Jorge Larrañaga, considera que entre todas las alternativas disponibles, la que más le agrada es la tesis de Juan Andrés Ramírez, quien sostuvo que si lo que se quiere es que el Estado tenga el control de casi todo el hierro, lo único que hay que hacer, es aplicar el Régimen de Reserva Minera. Según Larrañaga, “Este mecanismo blinda al país, mejora sus potencialidades y si queremos obtener más recursos para el Estado, esta es la mejor opción”.

También desde el Frente Amplio, se sumaron las voces que apoyan la idea de que el Estado obtenga más beneficios en el negocio minero. Y hasta el Partido Independiente, quiere una mayor ganancia para el Estado en la explotación minera.Una de las pocas voces disidentes, ha sido la del ex ministro de Industria y actual senador, el socialista Daniel Martínez. Él ha expuesto dos argumentos, que ninguno de los políticos o partidos mencionados parece haber considerado:

1.Que los recursos mineros ya están nacionalizados, en virtud del Código Minero (Ley Nº 15.242 de 8 de enero de 1982). En efecto, en su artículo 4to. expresa: “Todos los yacimientos de sustancias minerales existentes en el subsuelo marítimo o terrestre o que afloren en la superficie del territorio nacional integran en forma inalienable e imprescriptible, el dominio del Estado”.

2.Que cobrar un canon mayor puede poner en riesgo la rentabilidad de la empresa privada, y por ende, hacerla desistir de realizar esa inversión.

Las propuestas hechas por los diversos actores —que abarcan todo el espectro político nacional— sacan a la “luz” las razones por las cuales seguimos formando parte del “Tercer Mundo”. Y, no por ser conocida, es menos cierta la expresión: “El desarrollo está en la mente”. O sea, que la riqueza de una nación no reside en sus recursos naturales sino en su cultura. Y por “cultura”, no nos estamos refiriendo a tener conocimientos “enciclopédicos” —a la manera que lo entienden los jerarcas de la educación, que para colmo de males, son los encargados de controlar la “formación” de todos los estudiantes— sino el poseer las ideas adecuadas. Y al expresar “ideas adecuadas”, nos estamos refiriendo a aquellas que promueven el bienestar entre las diferentes capas sociales.

Para poder comprender cabalmente cuáles son las doctrinas que generan “desarrollo”, nada mejor que estudiar los diferentes fundamentos sobre los que han sido edificadas la América Latina y la América Anglosajona respectivamente. Cuando tantos gobernantes latinoamericanos están festejando a lo grande los 200 años de la independencia de sus países, es relevante hacer notar, que, para el ciudadano común, no ha variado tanto el contexto político que prevalecía en la época colonial. Han cambiado los dirigentes, pero no las prácticas. Juan Bautista Alberdi fue uno de los más grandes pensadores argentinos. Él fue quien redactó las “bases”, que inspiraron a los constituyentes de su país a mediados del siglo XIX. El resultado fue la Constitución de 1853, que encaminó —a una hasta ese momento pobre, despoblada y anárquica Argentina— hacia el desarrollo. Mientras que sus ideas guiaron la labor de los gobernantes (hasta 1930 aproximadamente), esa nación fue tan próspera, que llegó a rivalizar hasta con EE.UU.

Alberdi señala, que “Nuestro derecho colonial no tenía por principal objeto garantizar la propiedad del individuo sino la propiedad del fisco. Las colonias españolas eran formadas para el fisco, no el fisco para las colonias. Su legislación era conforme a su destino: eran máquinas para crear rentas fiscales. Ante el interés fiscal era nulo el interés del individuo. Al entrar en la revolución, hemos escrito en nuestras constituciones la inviolabilidad del derecho privado; pero hemos dejado en presencia subsistente el antiguo culto del interés fiscal. De modo que, a pesar de la revolución y de la independencia, HEMOS CONTINUADO SIENDO REPÚBLICAS HECHAS PARA EL FISCO” (énfasis agregado).

A la inmensa mayoría de nuestros políticos, les agrada la idea de que el “Estado” se quede con más plata. Pero la pregunta es, ¿para qué? No es ningún misterio que el “Estado” gasta mucho y mal. Es un verdadero destructor de la riqueza que produce el ciudadano común —los “nabos de siempre”, como diría Tomás Linn. El argumento que con el dinero que recaudan nuestras autoridades —“que no persiguen el lucro”, según el cliché tan en boga— tendremos más escuelas, hospitales e infraestructura que usufructuaremos todos los habitantes, son puros cuentos chinos. La educación pública es un horror, tanto desde el punto de vista edilicio como de calidad de la enseñanza; en los hospitales falta de todo, y hay que esperar meses para ser atendido u operado; y otro tanto se puede decir en cuanto a la infraestructura para el transporte….

(CONTINUARA EN PROXIMA EDICION LA PARTE FINAL)

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