EUROPA
Y LA LIBRA DE CARNE
PARA EL
CAPITAL FINANCIERO
Escribe
GUILLERMO
ALMEYRA (*)
Fuente:
“La Jornada” México
Publicó:
“Rebelion”
21
noviembre 2011
.
(*)
GUILLERMO ALMEYRA- Argentino-mexicano, nacido en Buenos Aires. Doctor en Ciencias Políticas
(Univ. París VIII), profesor-investigador de la Universidad Autónoma
Metropolitana, unidad Xochimilco, de México. Miembro del Consejo Editor de
“SinPermiso” Columnista habitual en “La Jornada” de México. Periodista y
escritor en especial en temas históricos; en esa línea ha publicado sobre los principales
referentes del marxismo. Marx,Lenin,Trosky.
.
Alemania,
Países Bajos y Luxemburgo, en Europa Occidental, más Finlandia, Estonia y
Polonia son los únicos países de la Unión Europea (UE) que –todavía– no tienen
el agua al cuello. La burbuja de las hipotecas tóxicas en Estados Unidos golpeó
fuertemente a los bancos europeos que, a su vez, fomentaron irresponsablemente
la toma de créditos por los países de la UE y absorbieron en cambio bonos
basura.
Ahora,
cuando el crecimiento del producto bruto interno en el último trimestre es
ínfimo en muchos grandes países (0.5 en Estados Unidos, 0.4 en Francia y
España, 0 en Italia) o sea, cuando los respectivos Estados ven disminuir los
ingresos per cápita de sus habitantes y no tienen los recursos para crecer, los
servicios de la deuda les resultan insoportables. El dúo Merkozy (Merkel más
Sarkozy) propone dar a los países europeos en situación crítica mayor más
préstamos pero controlando sus respectivas economías y reduciendo otro poco sus
soberanías.
Y el
capital financiero internacional, como Shylock, el Mercader de Venecia, quiere
cobrarse directamente la libra de carne ofrecida como garantía por los deudores
y pone directamente en los gobiernos de sus víctimas, como en Grecia, o en
Italia, a sus hombres de confianza. En efecto, el presidente del Banco Central
Europeo, Mario Draghi, el primer ministro griego Lukas Papademos y su colega
italiano, Mario Monti, no sólo son grandes banqueros sino que trabajaron todos
con Goldman Sachs, uno de los grandes culpables de la crisis mundial. Además,
por las dudas, Mario Monti, el banquero hijo de banquero, profesor de
neoliberalismo, será controlado directamente mediante viajes a Roma de Angela
Merkel y de Nicolas Sarkozy.
Bajo la
apariencia de gobiernos técnicos aparecen así los gobiernos de los banqueros y
los hombres del gran capital, sin mediación de los políticos. Bajo el disfraz
de gobiernos no partidarios se despliega abiertamente la política de ajuste del
FMI y del Banco Mundial y la ofensiva general del capitalismo y de la derecha
contra los salarios directos e indirectos (servicios, educación, sanidad,
pensiones, obras públicas) y contra los elementos de resistencia de los
trabajadores, como los sindicatos, las cooperativas, las mutuales y otras
asociaciones solidarias.
En
defensa de una tasa de ganancia, amenazada por las políticas del mismo capital,
se intenta imponer en Europa un retroceso social al periodo anterior a la
Segunda Guerra Mundial, sacando provecho de que la resistencia es reducida
porque el llamado socialismo real se encargó de desprestigiar al socialismo en
mayor medida aún que la socialdemocracia que reconstruyó el capitalismo en la
posguerra y, por lo tanto, la protesta no está animada por la esperanza en una
alternativa creíble y, mucho menos todavía, por organizaciones
anticapitalistas.
En una crisis
sistémica como es la actual los socialistas revolucionarios se cuentan con los
dedos y la Europa del capital puede legítimamente esperar que China, ex
colonia, ayude a sus ex colonizadores y, ex comunista, sostenga al capitalismo
mundial con sus políticas y con sus capitales. Si después de la guerra Palmiro
Togliatti y su Partido Comunista Italiano, estalinista, ingresó en un gobierno
de la Democracia Cristiana respaldado por Washington para reconstruir el
capitalismo, sus epígonos, los liberaldemócratas del Partido Demócrata dirigido
por Pier Luigi Bersani, apoyan un gobierno del capital financiero internacional
que buscará destruir las bases de los sindicatos, reducir los salarios y el
empleo, privatizar todo lo que sea posible para concentrar aún más la riqueza,
acabando con la independencia italiana.
Monti
llevará a cabo la misma política de Berlusconi pero con una cara austera de
banquero que, hasta ahora, ha logrado convencer tanto a los ex comunistas del
Partido Demócrata y a los ex radicales de izquierda de Sinistra, Ecología y
Libertad (Vendola), al igual como a los patrones italianos reunidos en la
Confindustria, al Vaticano y a la parte de la mafia que forma parte del capital
financiero del país y está entrelazada con el gobierno y el Estado. Monti está
ampliando y blanqueando el bloque social que apoyaba al Cavaliere.
Los
italianos o los griegos no pudieron expresarse sobre cómo salir de la crisis
que les había sido impuesta ni en elecciones ni en un referéndum. Quien decidió
fue el aparato de la UE, al servicio del capital financiero, que impuso
nuevamente la dictadura del capital pisoteando la idea misma de la democracia y
las constituciones soberanas.
La
indignación es pues legítima y comprensible y, sin ella, no hay acción posible.
Pero no basta. Para cambiar las cosas se necesitan ideas y propuestas claras,
creíbles y movilizadoras. Y, sobre todo, es necesario que esas ideas den
confianza a los trabajadores en la producción –que es la base del capitalismo–
de que se puede y se debe imponer un programa alternativo, democrático y
social, en el camino a una salida anticapitalista de la crisis y para el
reordenamiento de la economía.
Ahora
bien, los indignados, generosos y combativos, pertenecen a las clases medias,
pero los trabajadores industriales –en parte por temor al desempleo, en parte
porque un sector de ellos sigue direcciones racistas, xenófobas (como Le Pen en
Francia o la Liga Norte en Italia) y aún no se oponen al capitalismo–. Hay, por
consiguiente, una batalla ideológica por librar, basada en la anulación de la
deuda capitalista y su desconocimiento, aunque eso lleve a salir de la UE, a la
expropiación de los bancos y de las grandes empresas y al monopolio estatal del
comercio exterior y de los cambios, para evitar la fuga de capitales; a un plan
general de empleos que incorpore a la plantilla a todos los precarios y reduzca
la desocupación; la organización de los desocupados para planificar los
trabajos necesarios y posibles e imponerlos. Las minorías socialistas podrán
crecer si, sin sectarismos, unen a los trabajadores de cualquier origen tras
convencerles de que la alternativa es el salto adelante: lo demás es un
retroceso histórico.
http://www.jornada.unam.mx/2011/11/20/opinion/018a1pol
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