Jueves
24 de noviembre de 2011
LA
REFLEXION DE LEONARDO BOFF
PÉRDIDA
DE CONFIANZA
EN EL ORDEN ACTUAL
EN EL ORDEN ACTUAL
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
8 de Julio de 2011
En la
perspectiva de las grandes mayorías de la humanidad el orden actual es un orden
en desorden, producido y mantenido por las fuerzas y países que se benefician
de él, aumentando su poder y sus ganancias. Este desorden se deriva del hecho
de que la globalización económica no ha dado origen a una globalización
política. No hay ninguna instancia o fuerza que controle la voracidad de la
globalización económica. Joseph Stiglitz y Paul Krugman, dos premios Nobel de
economía, critican al presidente Obama por no haber puesto freno a los ladrones
de Wall Street y de la City en vez de rendirse a ellos. Después de haber
provocado la crisis, todavía fueron beneficiados con inversiones mil
millonarias de dinero público. Y volvieron, airosos, al sistema de especulación
financiera.
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Esos
excepcionales economistas son óptimos haciendo análisis pero mudos presentando
salidas a la crisis actual. Tal vez, como insinúan, por estar convencidos de
que la solución a la economía no está en la economía sino en rehacer las
relaciones sociales destruidas por la economía de mercado, especialmente la especulativa.
Esta no tiene compasión y está desprovista de cualquier proyecto de mundo, de
sociedad y de política. Su propósito es acumular al máximo y para eso tiene que
someter estados, quebrar legislaciones, flexibilizar leyes de trabajo, y fundar
economías nacionales, obligando a los países en crisis a privatizar todo lo que
es vendible, lanzando al pueblo a pobreza y la desesperación.
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Para
los especuladores, también en Brasil, el dinero sirve para producir más dinero
y no para producir más bienes para quien los necesita. Aquí, el gobierno tiene
que pagar más de cien mil millones dólares anuales por los préstamos
adquiridos, mientras solamente dedica cerca sesenta mil millones a los
proyectos sociales. Esta disparidad resulta éticamente perversa, consecuencia
del tipo de sociedad que está obligada a mantener, que coloca como eje
estructurador central a la economía y hace una mercancía de todo, hasta de los
bienes comunes necesarios para la vida, como el agua, las semillas, el aire y
los suelos.
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No son
pocos quienes sostienen la tesis de que estamos en un momento dramático de
descomposición de los lazos sociales. Alain Touraine habla incluso de fase
pos-social en lugar de pos-industrial. Esta
descomposición social se revela por polarizaciones o por lógicas en oposición
radical: la lógica del capital productivo, cerca de 60 billones dólares/año, y
la del capital especulativo, cerca de 600 billones de dólares bajo la égida del
greed is good (la codicia es buena).
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La lógica de los que defienden el mayor
lucro posible y la de los que luchan por los derechos de la vida, de la
humanidad y de la Tierra. La lógica del individualismo que destruye la «casa
común», aumentando el número de los que ya no quieren convivir más, y la lógica
de la solidaridad social a partir de los más vulnerables. La lógica de las
élites que hacen los cambios intrasistema y se apropian de los beneficios, y la
lógica de los asalariados, amenazados de desempleo y sin capacidad de
intervención. La lógica de la aceleración del crecimiento material (Brasil) y
la de los límites de cada ecosistema y de la propia Tierra.
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Existe
una desconfianza generalizada de que del sistema imperante pueda venir algo
bueno para la humanidad. Vamos de mal en peor en todo lo que se refiere a la
vida y a la naturaleza. El futuro depende del caudal de confianza que los
pueblos tienen en sus capacidades y en las auténticas posibilidades de la
realidad. Y esta confianza está menguando día a día.
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Nos
estamos enfrentando a este dilema: o dejamos que las cosas sigan así como están
y entonces nos hundiremos en una crisis terminal o nos empeñamos en la
gestación de una nueva vida social que sostendrá otro tipo de civilización. Los
vínculos sociales nuevos no se derivarán de la técnica ni de la política
actuales, despegadas de la naturaleza y de una relación de sinergia con la
Tierra. Nacerán de un consenso mínimo entre los humanos, que debe ser
construido en torno al reconocimiento y respeto de los derechos de la vida, de
cada sujeto social, de la humanidad y de la Tierra, considerada como Gaia y
nuestra Madre común. A esta nueva vida social deben servir la técnica, la
política, las instituciones y los valores del pasado. Vengo pensando y
escribiendo sobre estas cosas desde hace por lo menos veinte años. Pero ¿quién
escucha? Es voz perdida en el desierto. «Clamé y salvé mi alma» (clamavi et
salvavi animam meam, diría desolado Marx).
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(*)Leonardo Boff es un teólogo, filósofo y
escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil Es uno de los
fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino.
En 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el ya cardenal
Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le silenció por un año por su libro La
Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en contra de la Doctrina de la Iglesia
Católica. Ha trabajado como profesor en los campos de teología, ética y
filosofía en Brasil, además de dar conferencias en muchas universidades en el
extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina,
París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros, traducidos a muchas lenguas.
En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
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