Lunes
14 de Noviembre de 2011
PARADOJAS
GRIEGAS
ANTONIO
CUESTA (*)
Publicó
“Rebelión”
13 de
noviembre de 2011
.
(*)
ANTONIO CUESTA, es periodista y representa a varios medios y agencias internacionales,y
opera como. corresponsal de la agencia Prensa Latina en Grecia
.
Durante
los últimos días hemos podido vivir en Atenas lo que algunos analistas
políticos han denominado una “tragedia en varios actos” -nada sencillos de
interpretar-, y que ha servido para corroborar que en la cuna del teatro
occidental continúa habiendo buena escuela.
Desde
que al exprimer ministro Yorgos Papandréu se le ocurriera la bufonada de decir
que iba a someter a referéndum los acuerdos adoptados en la Cumbre de Bruselas
(nuevo préstamo para Grecia, rebaja de la deuda soberana, privatizaciones y
recortes sociales...) exigidos por los líderes europeos, dos cosas quedaron en
evidencia: el potencial griego para exportar sus libretos y la excelente
actuación de Papandréu. Porque tiene mérito que un mentecato como él llegara a
convencer tanto a la élite política y financiera internacional como a un sector
de la izquierda (fuera de su país) de que había llegado el momento de consultar
al pueblo. Ese pueblo ignorado, curtido en decenas de manifestaciones y huelgas
generales, ninguneado pero resistente, pese a haber sido entregado para el
sacrificio en el altar de los Mercados.
Estaba
meridianamente claro que Papandréu no tenía ninguna intención de dar la palabra
a su pueblo, pero la jugada le salió bien y convenció al principal partido de
la oposición Nueva Democracia (tan neoliberal como él, pero conservador de
segundo apellido) para llevar a cabo la componenda que en un principio
denominaron “gobierno de salvación (o de unidad) nacional”. En realidad se
trataba de buscar una fórmula por la cual los dos partidos principales (que no
mayoritarios) decidieran a su antojo cómo aprobar el drástico préstamo europeo
y otras cuentas pendientes, antes de convocar elecciones anticipadas. Y como
para ese apaño les estorbaba cualquier voz crítica, ignoraron las demandas de todo
el espectro parlamentario excepto las procedentes de la ultranacionalista
Agrupación Popular Ortodoxa (LAOS), que a la postre obtuvo un ministerio en el
nuevo gobierno, retornando de ese modo al poder por primera vez desde el final
de la dictadura de los coroneles en 1974. Así que el gobierno de salvación
nacional, podríamos decir que finalmente se concretó en un gobierno
conservador-nacional-socialista.
Y con
ello se dio paso a una nueva paradoja (la segunda): para concretar y dar
legitimidad al gobierno de coalición se prescindió por completo de la sede de
la soberanía popular, el Parlamento, y de una buena parte de sus
representantes, y todas las reuniones, negociaciones y acuerdos se tomaron a
sus espaldas.
La
oposición de izquierdas, principalmente el Partido Comunista (KKE) y la
Coalición de Izquierda Radical (SYRIZA), denunciaron este hecho y acercaron
durante la semana su discurso de rechazo a un gobierno temporal cuya única
misión parece ser la gestión controlada de la bancarrota estatal. Aleka Papariga,
secretaria general del KKE, aseguró que el nuevo gobierno sólo servirá a los
intereses del gran capital y las medidas que adopte no serán temporales sino
que afectarán a la vida de los griegos durante los próximos 10 o 15 años. Por
su parte el presidente de SYRIZA, Alexis Tsipras, alertó del secretismo de las
negociaciones y la ausencia de garantías democráticas sobre los acuerdos
adoptados, pues todo ello se realizó ignorando al Parlamento, fuente de la
legitimidad popular.
Esa
parece ser también la percepción de los griegos, pues según el sondeo
presentado el sábado 5 de noviembre por el diario Ethnos algo más de la mitad
de los encuestados (un 54,8%) no creen que el nuevo gobierno pueda realizar una
política diferente a la de Papandréu. Es más, el desgaste de una política
fracasada y fuertemente impopular va a pasar factura (ya lo está haciendo
dentro de sus filas) a los dos principales partidos, cuya intención de voto
según la citada encuesta no alcanza de manera conjunta al 40% de los sufragios.
Esa es también otra muestra de la legitimidad de un gobierno que se define de
unidad pero que no representa ni de lejos a la mitad de la población.
Pero el
sondeo alerta de una paradoja (la tercera) que se adivina en ciernes y que hace
referencia a las preferencias electorales de los encuestados: si las fuerzas
políticas de la izquierda antineoliberal se presentaran unidas a las elecciones
podrían desbancar a la previsible ganadora Nueva Democracia (actualmente se
sitúan a menos de 3 puntos porcentuales), pero por desgracia lo necesario
parece volverse imposible si la condición es que la izquierda parlamentaria se
ponga de acuerdo en un programa común.
Por el
momento el único avance común en Grecia es el de la derecha neoliberal que, no
sin esfuerzos, consiguió designar como nuevo primer ministro a Lucas Papademos,
banquero, economista y miembro de la Comisión Trilateral. Pensarían, con buen
criterio, que para poner a un político que obedezca a los banqueros, es mejor
poner directamente a un banquero al frente del gobierno. Ahora bien, resulta
que este tecnócrata tiene un historial, cuando menos, peculiar. Mientras estuvo
al frente del Banco de Grecia, de 1994 a 2002, preparó junto con el gobierno
socialista de la época la entrada de Grecia en la unión monetaria europea y la
introducción del euro. Con posterioridad se supo que durante años Atenas falseó
las cuentas y balances que entregaba a Bruselas, lo que sin embargo no tuvo
ninguna repercusión para Papademos. En 2010 abandonó su puesto de vicepresidente
del Banco Central Europeo para convertirse en asesor económico del gobierno de
Papandréu. Una vez conseguido el fracaso total y absoluto en materia económica
y habiendo alcanzado la bancarrota estatal, el asesor pasa a encabezar el
gobierno, manteniendo en su puesto al ministro de Finanzas. Si esto no es una
paradoja, hay que reconocer que guarda un cierto parecido.
En su
descargo, Papandréu aseguró en su discurso de despedida que la crisis económica
en la que se halla el país no se debía únicamente a los intereses de la deuda o
los condicionantes de los acreedores. Que la falta de transparencia, el fraude
fiscal y el clientelismo político eran las verdaderas raíces del problema. Sin
embargo no explicó porqué nunca legisló contra ellas y, en cambio, todas las
drásticas medidas adoptadas por su gobierno no hicieron sino beneficiar
impositivamente a las grandes fortunas y facilitar la salida de capitales del
país, que desde el inicio de la crisis se estima en más de 40.000 millones de
euros. Sirva como ejemplo su última y controvertida ley que grava las
propiedades inmobiliarias, la cual establece cuotas impositivas prácticamente
iguales (sin atender a los ingresos del contribuyente) para viviendas de 50
metros cuadrados o para mansiones de 800, y exonera del pago a todas las
propiedades de la Iglesia griega.
Es una
verdad asumida por todos que en Grecia ni la iglesia, ni las grandes fortunas,
ni los empresarios pagan impuestos. Pero, paradoja tras paradoja, la patronal
no se siente partícipe de ese inmenso fraude y considera que los males proceden
del gobierno. Esta misma semana el presidente de la Cámara de Comercio e
Industria de Atenas, Konstantino Mijalos, exigió un cambio radical en la
política económica del país. Y denunció que las medidas de austeridad, el
indiscriminado aumento de impuestos y las deudas del Estado con el sector
privado, entre otras razones, están empobreciendo a la población y generando
graves consecuencias sobre la competitividad y la cohesión social.
El
representante de los empresarios criticó a los partidos políticos, a la UE y al
FMI por ignorar que las políticas adoptadas son erróneas y no conducen a
ninguna parte.
Mijalos
nada dijo de los cientos de miles de millones de euros que los empresarios y
capitalistas griegos mantienen en los bancos suizos, y del bloqueo a cualquier
iniciativa encaminada a conseguir que tributen en la Hacienda pública helena.
Tampoco de que en los dos últimos años más de 2.000 compañías griegas se hayan
trasladado a Bulgaria, y otras 800 lo hagan antes de final de año, debido a que
los impuestos sobre los beneficios y el costo de la mano de obra son cuatro
veces menores que en Grecia. Se calcula que esas empresas mantienen en activo a
unos 100.000 trabajadores.
Lo que
en cualquier caso la tragedia griega nos anuncia es que ya no existen programas
viables dentro del actual modelo económico, ni políticas sociales que vayan a
ser adoptadas por los políticos del régimen. Lo que se impone, y con urgencia,
es que el movimiento popular tome la iniciativa para decidir libremente sobre
su futuro.
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