CUBA:
REFORMAS Y LIDERAZGOS
Escribe
JORGE
GÓMEZ BARATA (*)
especial
para ARGENPRESS
21 de
noviembre 2011
.
(*)
Jorge Gómez Barata- Profesor, escritor, historiador, investigador y periodista
cubano- Vive en La Habana- autor de numerosos estudios sobre EEUU. Especializado en temas de política
internacional. Colaborador habitual en los principales medios de prensa,
latinoamericanos y extranjeros. Hadicho que “En todas
las esferas del saber y de la práctica social, incluyendo la economía, la
verdad es siempre sencilla, ...”
.
Una
revisión de los pronunciamientos realizados por el presidente cubano Raúl
Castro a lo largo de cincuenta años revela que bajo el magisterio de Fidel, en
cumplimiento de importantes tareas, entre otras la edificación y conducción de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el diseño del sistema defensivo nacional;
así como la construcción y la dirección del Partido, el actual mandatario
desarrolló una temprana y sostenida preocupación por la cuestión de los
“cuadros” y por la llamada “política de cuadros”.
Del
estudio de las palabras y los actos del Presidente del Consejo de Estado, Jefe
del Gobierno y Primer Secretario del Partido al respecto, pueden colegirse tres
razones que explican semejante preocupación.
(1) El
Presidente asume el criterio marxista acerca del papel decisivo de los
individuos en los procesos sociales y de los liderazgos en la historia;
(2)
Comparte el punto de vista de que los cuadros son a la Revolución y al
socialismo lo que la columna vertebral al cuerpo humano. Se trata del sostén de
toda la estructura, el órgano del cual dependen la capacidad para andar y la
flexibilidad para adoptar diferentes posiciones, maniobrar, sortear obstáculos
y enfrentar turbulencias;
(3)
Raúl adquirió una temprana conciencia de que en el socialismo los cuadros no
surgen espontáneamente y aquellos que el sistema logra formar tienen una vida y
una vigencia limitada, son frágiles, vulnerables e impredecibles, todo lo cual
demanda una renovación constante.
Espontáneamente
el socialismo no genera líderes
Con la
excepción de China y Vietnam donde las reformas abrieron ciertas opciones, la
carencia y la insolvencia de los cuadros de segunda generación es una
regularidad que ha estado presente en el socialismo.
Debido
al hecho visible de que espontáneamente, es decir como parte del funcionamiento
del sistema, el socialismo no genera líderes, en todas partes se acudió al
expediente de “crearlos”, es decir formarlos mediante actos conducidos ex
profeso. En ese cometido todos los países socialistas y también Cuba han
fracasado. Las experiencias negativas más significativas tienen nombres y
apellidos.
Tal vez
el error haya sido no percatarse de la incapacidad del sistema para auto
renovar sus activos humanos con cualidades de liderazgos o quizás al intuir el
alcance del fenómeno y para evadir la necesaria crítica y la enorme revisión
que esa toma de conciencia supone; en todas partes se prefirió tratar de
encontrar soluciones remediales expresadas en la fórmula de “formar los
cuadros” mediante “políticas de cuadros”.
Si bien
el paliativo funciona en aquellas aéreas donde las aptitudes y cualidades de
los directivos se pueden desarrollar mediante procesos docentes, ejercicios
académicos y con la práctica, el desempeño profesional y la experiencia; Dando
lugar a la formación de jefes militares talentosos, eficaces administradores,
buenos profesores y científicos brillantes, no se generan líderes políticos,
sindicales, estudiantiles, femeninas y mucho menos estadistas.
Si
estos razonamientos tuvieran algún merito la pregunta es: ¿Cuál es el camino?
¿Insistir en la fórmula fallida de “crear cuadros” o enmendar el sistema para
que sea capaz de producirlos de ese modo reproducirse a sí mismo?
No
tengo la respuesta y es probable que individualmente nadie la tenga; la tarea
concierne al Partido, expresión de la inteligencia y el talento colectivo de la
Revolución que, de cara a la próxima Conferencia Nacional, ha creado un
escenario adecuado para avanzar en esa y otras direcciones.
Naturalmente,
puedo estar equivocado. Poco importa; ese error no daña. Quien no puede
equivocarse es el Partido, cabeza y alma de la Revolución. En él y en sus
líderes confía el pueblo. Allá nos vemos.
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