viernes, 11 de noviembre de 2011

EN LA CRISIS ACTUAL NO OLVIDAR LA SALUD, EN UN MODELO QUE BUSCA LUCRO ANTES DEL BIENESTAR DE LAS PERSONAS.


Sábado 12 de Noviembre 2011

VIDAS PRECARIAS 
Y CRISIS  DE LA SALUD

Escribe
SILVIA L. GIL (*)
“Diagonal” Nº160
10 Noviembre 2011
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(*) SILVIA L. GIL- Investigadora independiente y activista feminista. Escritora. Licenciada en Filosofía. Especialista en filosofía de la mujer. Autora de “Transfeminismo: ¿Sujetos o vida en común?” “'Nuevos feminismos: sentidos comunes de la filosofía” entre otras obras. Expositora en ciclos sobre género en Seminarios Interdisciplinarios de Estudios de la Mujer. Publica en Periódico Diagonalwww.diagonalperiodico.net, entre otros medios.
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Hay quienes señalan, acertadamente, la importancia de comprender la crisis mundial desatada en 2008 como una crisis sistémica que va más allá de lo económico e incluye variables como la crisis ecológica o la crisis de cuidados. En todos los casos lo que está en juego es un modelo de desarrollo global insostenible que exige una crítica desde dentro, estructural y profunda, que permita pensar cómo sería una vida vivible para el conjunto de la población en condiciones de igualdad y justicia.

A estos aspectos de la crisis habría que añadir otro más, generalmente invisible, que podemos denominar crisis de la salud: una crisis de los cuerpos que enferman, contaminados, agotados, exhaustos ante la imposición de un modelo en el que por encima del bienestar de las personas se sitúa la búsqueda de beneficio; y una mirada médica a la que no sólo le cuesta encontrar cura, sino que invisibiliza determinadas dolencias y sobremedica en general.


Por muy difícil y doloroso que nos resulte imaginarnos con una vida rota por la enfermedad, debemos comprender que, dada nuestra posición precaria y no definitiva en el mundo, se trata de un problema que puede afectarnos en cualquier momento y que articula una nueva diferenciación entre quienes pueden optar al autocuidado para preservar la salud y quienes no. Una crisis que afecta de forma diferente a los países del Norte y del Sur, y que produce diferentes maneras de enfermar, también entre hombres y mujeres, pero que tiene denominadores comunes.

La preeminencia de un completo y novedoso discurso sobre la naturaleza emocional de todas las enfermedades, como aventura la llamada “nueva medicina” o las versiones occidentalizadas de algunas terapias orientales, estaría activando un dispositivo de poder que individualiza un problema cada vez más común, en lugar de ayudarnos a comprender su origen social.

¿Qué significa esto? En primer lugar, la tendencia a reducir la salud a lo psicológico, con el objeto de situar en los propios individuos las causas de sus males y las vías de curación, ignorando la presencia de factores biológicos, genéticos, ambientales y sociales. En segundo lugar, que las causas reales de algunas enfermedades se están invisibilizando, de modo que los enfermos no pueden acceder a diagnósticos certeros. Si no se incentivan investigaciones ni se da luz verde a los informes ya existentes sobre el impacto del medio ambiente en la salud, no se diseñarán los protocolos médicos adecuados para paliar estas enfermedades.



MÁS 
VULNERABLES.
LA ENFERMEDAD 
NO COTIZA
Así, las personas enfermas tampoco accederán a pensiones o ayudas, pues para ello el primer paso es el reconocimiento médico de la enfermedad, además del social y el jurídico. Esto significa que la situación de estas personas sin perspectiva de cura y sin ayudas económicas es dramática. Y, en tercer lugar, se está ocultando el incremento de estas enfermedades y la extensión de los casos a capas de poblaciones diversas, incluyendo niños y jóvenes, como recogen las asociaciones de afectados.

La fibromialgia, por poner un ejemplo, rompe la vida. Reclama un duelo por el proyecto existencial propio que muere con la enfermedad. E implica no poder trabajar de manera regular en el mercado laboral, lo cual deja a los enfermos a merced de la acogida de su entorno afectivo o familiar, si es que éste comprende la situación y tiene recursos para ello.

MODELO ECONÓMICO. 
LA SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA
La crisis de salud está estrechamente vinculada con la precariedad: no sólo porque el coste de la enfermedad es elevadísimo y al no contar con ayudas sociales, el futuro se abre a una mayor vulnerabilidad e incertidumbre (¿quién mantiene a los cuerpos enfermos que no pueden someterse a la producción?), sino también porque la precariedad dificulta el acceso a bienes saludables, aumentando el riesgo de enfermar (quienes están en peores condiciones acceden al agua más contaminada, a los alimentos de peor calidad, tienen menos y peores momentos de descanso, etc.).

 Lo que está en juego es, una vez más, el modelo socio económico que queremos. Como se insiste una y otra vez desde las movilizaciones del 15M, “somos personas y no mercancías”. Pero para integrar esa reflexión es necesario visualizar la cuestión de la salud como un problema que no es solo psicológico ni individual y que incluye una dimensión global, otra social y una epistemológica: la contaminación de nuestro entorno a escala planetaria, la privatización de la vida y la competencia como lógicas sociales, y la mirada médico-científica que se resiste a reconocer estas enfermedades, avanzar en protocolos e investigar sobre cómo están siendo afectados los cuerpos de hombres y mujeres de manera diferente por las partículas que ingerimos y respiramos en el siglo XXI. Es decir, lo que está en juego es la sostenibilidad de la vida, que es también el cuidado y sostén de nuestros cuerpos.

El aumento en las cifras y la denuncia de las asociaciones han obligado a la OMS a avanzar en el reconocimiento de las enfermedades de sensibilidad central (fibromialgia, electrosensibilidad, fatiga crónica) dentro de la Clasificación Internacional de Enfermedades. En la reciente discusión sobre el síndrome de fatiga crónica, como explica el abogado y especialista Juan Palma, se apunta a que su origen se encuentra en la predisposición genética y en los efectos de virus, bacterias y tóxicos sobre el sistema nervioso central, el endocrino, el músculo-esquelético, gastrointestinal, etc.

Autores como el periodista Miguel Jara investigan el efecto de los factores ambientales sobre la salud (compuestos químicos, hormonas, ondas electromagnéticas) y qué intereses influyen en el problema de la invisibilización de sus efectos, como los producidos por la administración extendida de anticonceptivos orales, el uso de desinfectantes tóxicos o de pesticidas. Sin comprender el impacto de estas sustancias en el cuerpo y sin lograr modelos de vida menos agresivos la cura es realmente difícil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La foto del inicio no encaja con la de la autora