Miercoles 2 de Noviembre de 2011
COMO
LIDIAR CON NUESTROS
ÁNGELES
Y DEMONIOS INTERIORES
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
28 de OCTUBRE 2011
.
El ser humano
es una unidad compleja: es simultáneamente hombre-cuerpo, hombre-psique y
hombre-espíritu. Detengámonos un momento en el hombre-psique, es decir, en su
mundo interior, urdido de emociones y pasiones, luces y sombras, sueños y
utopías. Así como hay un universo exterior universo exterior, hecho de
órdenes-desórdenes-nuevos órdenes, de horribles devastaciones y de emergencias
prometedoras, así también hay un mundo interior, habitado por ángeles y
demonios. Ellos revelan tendencias que pueden llevarnos a la locura y a la
muerte, y energías de generosidad y de amor, que nos pueden traer
autorrealización y felicidad.
Como
observaba el gran conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung: el
viaje rumbo al propio Centro, debido a estas contradicciones, puede ser más
peligroso y largo que el viaje a la Luna y las estrellas.
Entre
los pensadores de la condición humana, hay una cuestión nunca resuelta
satisfactoriamente: ¿cuál es la estructura de base de nuestra interioridad, de
nuestro ser psíquico? Son muchas las escuelas de interpretación.
Resumiendo,
sostenemos la tesis de que la razón no aparece como la realidad primera. Antes
de ella hay todo un universo de pasiones y emociones que agitan al ser humano.
Por encima de ella está la inteligencia, por la cual intuimos la totalidad,
nuestra apertura al infinito y el éxtasis de la contemplación del Ser. Las
razones comienzan con la razón. La razón en sí misma es sin razón. Ella
simplemente está ahí, indescifrable.
Pero
ella remite a dimensiones más primitivas de nuestra realidad humana, de las que
se alimenta y que la atraviesan en todas sus expresiones. La razón pura
kantiana es una ilusión. La razón viene siempre impregnada de emoción y de
pasión, hecho aceptado por la moderna cosmología. La cosmología contemporánea
incluye en la idea de universo no solo energías, galaxias y estrellas, sino
también la presencia del espíritu y de la subjetividad.
Conocer
es siempre entrar en comunión interesada y afectiva con el objeto del
conocimiento. Apoyado por una pléyade de otros pensadores, siempre he sostenido
que el estatuto de base del ser humano no reside en el cogito cartesiano (en el
yo pienso, luego existo), sino en el sentio platónico-agustiniano (en el
siento, luego existo), en el sentimiento profundo. Este nos pone en contacto
vivo con las cosas, percibiéndonos parte de un todo mayor, siempre afectando y
siendo afectados. Más que ideas y visiones de mundo, son las pasiones,
sentimientos fuertes, experiencias germinales, el amor y también sus contrarios,
los rechazos y los odios avasalladores, lo que nos mueve y nos pone en marcha.
La
razón sensible hunde sus raíces en el surgimiento de la vida, hace 3,8 miles de
millones de años, cuando irrumpieron las primeras bacterias y comenzaron a
dialogar químicamente con el medio para poder sobrevivir. Ese proceso se
profundizó a partir del momento en que surgió el cerebro límbico de los
mamíferos, hace más de 125 millones de años, cerebro portador de cuidado, de
ternura, cariño y amor por la cría. Es la razón emocional que alcanzó nivel
autoconsciente e inteligente con los seres humanos, pues también somos
mamíferos.
El
pensamiento occidental es logocéntrico y antropocéntrico y puso siempre bajo
sospecha la emoción, por miedo a perjudicar la objetividad de la razón. En
algunos sectores de la cultura se creó una especie de lobotomía, es decir, una
gran insensibilidad ante el sufrimiento humano y los padecimientos por los
cuales ha pasado la naturaleza y el planeta Tierra.
En los
días actuales nos damos cuenta de que es urgente, al lado de la razón
intelectual irrenunciable, incluir decididamente la razón sensible y cordial.
Si no volvemos a sentir con afecto y amor a la Tierra como nuestra Madre y a
nosotros como la parte consciente e inteligente de ella, difícilmente nos
moveremos para salvar la vida, sanar heridas e impedir catástrofes.
Uno de
los méritos innegables de la tradición psicoanalítica, a partir de su maestro
fundador Sigmund Freud, fue el haber establecido científicamente la
pasionalidad como la base, en grado cero, de la existencia humana. El
psicoanalista trabaja no a partir de lo que el paciente piensa sino a partir de
sus reacciones afectivas, de sus ángeles y de sus demonios, buscando establecer
cierto equilibrio y una serenidad interior sostenible.
Toda la
cuestión es cómo enseñorearnos creativamente de nuestra pasionalidad de
naturaleza volcánica. Freud se centra en la integración de la libido, Jung en
la búsqueda de la individuación, Adler en el control de la voluntad de poder,
Carl Rogers en el desarrollo de la personalidad, Abraham Maslow en el esfuerzo
de autorrealización de las potencialidades latentes. Se podrían citar otros
nombres como Lacan, Reich, Pavlov, Skinner, la psicología transpersonal y la
cognitiva comportamental, y otros.
Lo que
podemos afirmar es que independientemente de las distintas escuelas
psicoanalíticas el hombre-psique se ve obligado a integrar creativamente su
universo interior siempre en movimiento, con tendencias diabólicas y
simbólicas, destructivas y constructivas. Por aciertos y equivocaciones vamos
procesualmente descubriendo nuestro camino.
Nadie
podrá sustituirnos. Estamos condenados a ser maestros y discípulos de nosotros
mismos.
.
(*)Leonardo
Boff es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa
Catarina, Brasil Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación,
junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1985, la Congregación para la Doctrina
de la Fe, dirigida por el ya cardenal Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le
silenció por un año por su libro La Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en
contra de la Doctrina de la Iglesia Católica. Ha trabajado como profesor en los
campos de teología, ética y filosofía en Brasil, además de dar conferencias en
muchas universidades en el extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
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