FOTOGRAFÍAS
DE UN PAÍS EN SEPIA
Escribe
CLAUDIA
RAFAEL
Agencia
Pelota de trapo (APE) (**)
Publicó
ARGENPRESS Info.
3 de
noviembre 2011
.
Intentaba
malabáricamente arrojar las tres ajadas pelotitas al aire. Apenas sus ojos café
alcanzaban a asomar de la trompa del auto. El semáforo le daría pocos segundos.
Dos pases, nomás. Dos pases y una de las tres pelotitas asoma triunfal para
luego caer estrepitosamente en el asfalto cansado. La soledad de la noche lo
ubicaba protagónico sobre la 9 de julio con el estandarte de su arte torpe
entre los dedos. Las once de la noche, las doce ¿qué importa? El país no pensó
en él ni lo hará. Sus ojos café están acostumbrados a la mirada tierna de dejo
lastimoso y lo estarán todavía por un manojo de años. ¿Hasta los 10, quizás? Tal
vez no tanto. Después sólo despertará miedos.
Seis o
siete cuadras más adelante con el corazón al sur, con una estética divorciada
de su lugar en la historia, Evita asoma desde el eco de su alarido, retratando
aquel 22 de agosto de renunciamiento histórico mientras sus descamisados le
gritan y lloran que no, que será ella o no será nada en la historia tumultuosa.
El perfil pétreo de la mujer de cabello recogido se aleja con pasos de gigante
de su pasión. Se distancia kilométrica de aquellas, sus palabras, diciendo que
“yo quiero seguir siendo pájaro suelto en el bosque inmenso. Me gusta la
libertad como le gusta al pueblo, y en eso como en ninguna otra cosa me
reconozco pueblo” y, aún más: “Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la
calle”.
En ese
preciso segundo en que la luz mudó de verde a rojo el niño de malabares -20
años más tarde- aflora desde la frazada sobre el separador de la misma 9 de
Julio a metros de Belgrano. Nadie podrá saber jamás si tiene 16, 24 ó 50. Sólo
extiende la mano de huesos largos hacia la nada. Hey, taxista. Hey...vos. ¿Qué
hora es? ¿Son las 10? ¿Las 12? ¿Qué hora es?, se le escucha. Ya la lástima de
los ojos ajenos se entremezcla en cóctel fatal con el desprecio y el miedo.
La
historia entera del país le atravesó los días. Su flaca radiografía espeja el
odio y los abandonos. El taxista que le dio la hora arranca y él se cubre
porque su frío –que ya es ancestral y pura historia- cala hondo más allá de lo
que marquen los termómetros de los incluidos. El mira desde afuera y la frazada
raída lo hunde en el túnel de un amparo que sabe volátil y tenue.
El está
allí desde siempre. Atisbó desde pocos centenares de metros de distancia los
gases lacrimógenos de la Federal sobre los jujeños que claman por la tierra
rapiñada por el Ingenio y sólo encoge los hombros cada tanto. Ya es una
película de vieja filmografía tiznada de color. Antes aún vio cómo los Qom eran
subidos a los colectivos con sus petates ancestrales y un mal día de mayos
nacientes los devolvía a su Primavera, allá en Formosa.
La
crónica urbana lo atravesó en oleadas. Lo dejó desnudo y a la intemperie. Y
sigue ahí. Nadie recuerda en qué preciso momento de la historia se sentó con su
frazada en el medio de todos los infiernos de asfalto y locura. Como fantasma
aterrado que sólo levanta los ojos cada tanto para ver pasar la vida. Banderas
y estandartes que evocan santitos que devolverán las dignidades. Ejércitos de
soterrados que se dicen como él pero él sabe que ya traspasó toda frontera. A
veces le conceden una mirada baldía de quien está apenas pasitos más allá del
borde de los días. Otras intentan abrazarlo y su cuerpo ya no resiste
calideces. Hace demasiado tiempo ya que perdió los latidos que devienen del
techito, el pan dulce o la sábana aferrada a un colchón.
El sur
avanza. La autopista arremete de lleno. Un hombre está apoyado contra un
guardarrail con una botella de vino entre los dedos. Un vientito sutil sería
capaz de arrojarlo a la muerte en tan solo un par de segundos. Dos centenares
de metros más allá lo esperarían las fauces abiertas del riachuelo. Que hunde
muertes viejas y miserias nuevas y de las otras. Que reconcentra el odio y el
desprecio. Que se eleva a la categoría de símbolo más cruento de un destino de
patria de trabajo arrinconado y destruido. Que enferma y muere. Que contagia y
mata.
Fotografían
la columna vertebral argentina. El niño de los malabares, el joven viejo de la
frazada raída o el batallón de sombras que pueblan los puentes. Son el
territorio de los olvidos hondos. Sin patria. Sin pájaros en el alma. Sin
utopía. Con la muerte antes de tiempo o en sobrevida agónica decidida en los
sillones de poderes tajantes. Son las fotografías de un país en sepia que
contrasta brutal con la gigantografía del país paraíso que deslumbra en las
marquesinas.
.
(**)Agencia
de Noticias
Pelota de Trapo
Nuestra
Agencia instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó
atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la
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mismos comunicadores sociales, promoviendo una revisión sistemática del
paradigma cultural dominante. Se trata de mover -y de conmover- a esa sociedad
que ha marcado con un estigma descalificante al excluido, y que levanta
barreras infranqueables para los niños y jóvenes nacidos en la pobreza, lo
mismo que para las familias de donde ellos provienen.
Toda
acción que contribuya a hacer visible y conciente el hecho -lacerante- de que
hemos desterrado a millones de niños y aceptamos, cotidianamente, el
inaceptable crimen del hambre; toda acción que lleve a los colectivos humanos a
indignarse y a impulsar un cambio, es para nosotros palabra de cristal.
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