LA
REFLEXION DE LEONARDO BOFF
¿ES POSIBLE ALIMENTAR A
SIETE MIL MILLONES DE PERSONAS?
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
9 de diciembre de 2011
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Ya somos 7 mil millones de personas. ¿Habrá alimentos
suficientes para todos? Hay varias respuestas. Escogemos una del grupo
Agrimonde (véase Développement et civilisations, septiembre 2011) con base en
Francia, que estudió la situación alimentaria de seis regiones críticas del
planeta. El grupo de científicos es optimista, incluso para cuando seamos 9 mil
millones de habitantes. Propone dos caminos: profundizar la conocida revolución
verde de los años 60 del siglo pasado y la llamada doble revolución verde.
La revolución verde tuvo el mérito de refutar la tesis de
Malthus, según la cual ocurriría un desequilibrio entre el crecimiento
poblacional de proporciones geométricas y el crecimiento de alimenos en
proporciones aritméticas, produciendo un colapso de la humanidad. Comprobó que
con las nuevas tecnologías, una mayor utilización de las áreas agrícolas
cultivables y una masiva aplicación de tóxicos, antes destinados a la guerra y
ahora a la agricultura, se podía producir mucho más de lo que la población
demandaba.
Tal previsión demostró ser acertada, pues hubo un salto significativo
en la oferta de alimentos, aunque por causa de la falta de equidad del sistema
neoliberal y capitalista, millones y millones de personas siguen teniendo una
situación de hambre crónica y de miseria. Bien es verdad que ese crecimiento
alimentario ha tenido un costo ecológico extremadamente alto: se envenenaron
los suelos, se contaminaron las aguas, se empobreció la biodiversidad además de
provocar erosión y desertificación en muchas regiones del mundo, especialmente
en África.
Todo se agravó cuando los alimentos se volvieron una
mercancía como cualquier otra en vez de ser considerados como medios de vida
que, por su naturaleza, jamás deberían estar sujetos a la especulación de los
mercados.
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La mesa está puesta con suficiente comida para todos pero los pobres no tienen acceso a ella por falta de recursos monetarios. Continúan hambrientos, y su número crece.
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El sistema neoliberal imperante apuesta todavía por este modelo, pues no necesita cambiar de lógica, tolerando convivir cínicamente con millones de personas hambrientas, consideradas irrelevantes para la acumulación sin límites.
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La mesa está puesta con suficiente comida para todos pero los pobres no tienen acceso a ella por falta de recursos monetarios. Continúan hambrientos, y su número crece.
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El sistema neoliberal imperante apuesta todavía por este modelo, pues no necesita cambiar de lógica, tolerando convivir cínicamente con millones de personas hambrientas, consideradas irrelevantes para la acumulación sin límites.
Esta solución no sólo es miope, sino falsa, además de ser
cruel y sin piedad. Los que todavía la defienden no toman en serio que la
Tierra está innegablemente a la deriva y que el calentamiento global produce
gran erosión de suelos, destrucción de cosechas y millones de emigrados
climáticos. Para ellos la Tierra no pasa de ser un mero medio de producción, no
la Casa Común, Gaia, que deber ser cuidada.
A decir verdad, quienes entienden de alimentos son los
agricultores. Producen el 70% de todo lo que la humanidad consume. Por eso,
deben ser oídos e incluidos en cualquier solución que sea tomada por el poder
público, por las empresas, y por la sociedad, pues se trata de la supervivencia
de todos.
Dada la superpoblación humana, cada pedazo de suelo debe ser
aprovechado pero dentro del alcance y de los límites de su ecosistema; se deben
utilizar o reciclar lo más posible todos los residuos orgánicos, economizar al
máximo la energía, desarrollando las energías alternativas, favorecer la
agricultura familiar, las cooperativas medianas y pequeñas. Y finalmente, ir
hacia una democracia alimentaria en la cual productores y consumidores tomarán
conciencia de las respectivas responsabilidades, con conocimiento e información
acerca de la situación real de sostenibilidad del planeta, consumiendo de forma
diferente, solidaria, frugal y sin desperdicios.
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Ésta implica que los consumidores incorporen hábitos cotidianos diferentes de los actuales, más conscientes de los impactos ambientales y abiertos a la solidaridad internacional para que el alimento sea de hecho un derecho accesible a todos.
Siendo optimistas, podemos decir que esta última propuesta
es razonablemente sostenible. Se está organizando, de manera embrionaria en
todas las partes del mundo, a través de la agricultura orgánica familiar, de
pequeñas y medianas empresas, de la agricultura ecológica, de las ecovillas y
otras formas más respetuosas con la naturaleza. Es viable y tal vez tenga que
ser el camino obligatorio para la humanidad futura.
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(*) LEONARDO BOFF es un teólogo, filósofo y escritor nacido en Concordia, Estado de Santa
Catarina, Brasil Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación,
junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1985, la Congregación para la Doctrina
de la Fe, dirigida por el ya cardenal Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le
silenció por un año por su libro La Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en
contra de la Doctrina de la Iglesia Católica. Ha trabajado como profesor en los
campos de teología, ética y filosofía en Brasil, además de dar conferencias en
muchas universidades en el extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
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