Jueves
12 de enero de 2012
EL
GOLFO PÉRSICO:
FIEL DE
LA BALANZA
Escribe
JORGE
GÓMEZ
BARATA (*)
(
ARGENPRESS.info)
11
enero de 2012
.
(*)
JORGE GÓMEZ BARATA – Profesor, escritor,
historiador, investigador y periodista cubano- Vive en La Habana- autor de
numerosos estudios sobre EEUU.
Especializado en temas de política internacional. Colaborador habitual
en los principales medios de prensa, latinoamericanos y extranjeros. Hadicho
que “En todas las esferas del saber y de la práctica
social, incluyendo la economía, la verdad es siempre sencilla, ...”
.
.
El
Golfo Pérsico no es el ombligo del mundo aunque lo parece. No se trata de un
espacio que coyunturalmente asume un protagonismo desmesurado, sino de una
especie de fusible de la economía y la seguridad global que, de dispararse
alteraría delicados equilibrios; Estados Unidos e Irán lo saben y con datos
conocidos, en tiempo real, elaboran sus opciones.
La
fijación norteamericana con Irán y Corea del Norte pudiera considerarse como un
caso de “indignación selectiva”, diplomáticamente cubierto con el eufemismo de
“doble estándar”.
Aunque
de cara a las gradas Estados Unidos realizó tímidos esfuerzos por impedirlo, no
dramatizó el acceso de China (1964) e India (1974) a las armas nucleares.
Cuando
en plena Guerra Fría y en lo más intenso del conflicto con la Unión Soviética,
China realizó su primera prueba nuclear, probablemente Estados Unidos se alegró
porque apareció otro adversario atómico que obligaba a Moscú a cuidarse las
espaldas. Respecto a la India, la mayor democracia liberal del planeta, aliado
estratégico norteamericano en un área de influencia de los entonces gigantes
del comunismo, las administraciones estadounidenses miraron para otro lado.
Con
Pakistán, un país endémicamente inestable, gobernado autoritariamente y donde
la violencia alcanza rangos excepcionales, la situación resultó más
preocupante, entre otras cosas porque, además del conflicto con la India, se
trataba del primer país que asoció la fe al átomo y allegó los fondos para
crear la primera “bomba islámica” mediante una especie de colecta o tómbola
nuclear a la cual, con millonarias donaciones, contribuyeron Libia, Irán,
Arabia Saudita y otros estados.
El
dinero venció prejuicios y derribó barreras de modo que países occidentales
suministraron a Pakistán la tecnología necesaria para refinar uranio y procesar
plutonio para, a pesar de las presiones, ruegos y llamadas por teléfono de Bill
Clinton, debutar no con una, sino con cinco explosiones atómicas el mismo día.
Con
Corea del Norte el problema está centrado en la seguridad de Corea del Sur y
Japón, la primera hasta hoy adversario irreconciliable de la tierra de los Kim
y el otro en ruta de colisión estratégica pues en esa zona, excepto China
protegida por su gigantismo y relevancia geoestratégica, no se puede ser a la
vez socio de Estados Unidos y de Corea del Norte.
De la
tolerancia respecto a Israel y de la que una vez hubo con Sudáfrica, no hay
nada que añadir, excepto la moraleja de que el problema no son las armas
atómicas sino de parte de quien están sus poseedores.
Sin los
pozos de petróleo del Golfo Pérsico, el Medio Oriente sería menos interesante
que el desierto de Gobi y a Estados Unidos le importaría un bledo qué armas
tuvieran hebreos, persas o árabes. El problema no son los ayatolas, Ahmadineyad
ni la bomba atómica, tampoco lo eran Saddam Hussein ni Gaddafi, lo importante
es el petróleo que en un horizonte probable dentro de 150 años será más
estratégico que ahora.
La
globalización comenzó cuando el descubrimiento de América dio lugar a la
formación del mercado mundial y se consolidó cuando Europa, los Estados Unidos,
Japón y China, para funcionar y desarrollarse comenzaron a depender de
fabulosas cantidades de energía que no son capaces de producir. Las potencias
no se resignan a depender de los débiles.
Al
concluir la Primera Guerra Mundial, una contienda europea ganada por Estados
Unidos, la administración de Woodrow Wilson impuso a Europa los Tratados de
Versalles mientras les permitió un nuevo reparto del mundo en virtud de cual
Francia e Inglaterra se apoderaron del Medio Oriente, que entonces no
interesaba a Washington. En aquel momento el petróleo no era estratégico, se
vendía a menos de diez centavos el barril, Estados Unidos poseía las mayores
reservas conocidas y era el primer exportador.
Lo que
prevalece en el contencioso del Golfo Pérsico no son motivaciones ni argumentos
ideológicos o proyectos políticos innovadores, sino elementos geopolíticos,
actitudes imperiales y capacidades militares que implican no sólo a Estados
Unidos e Irán sino también a Arabia Saudita, Irán, Jordania y sobre todo a
Israel.
Tal vez
la élite estadounidense no necesite administrar directamente la cuarta reserva
mundial de petróleo, pero le preocupa que esté en manos del gobierno iraní, una
rareza nacida de la llamada “Revolución Islámica” que ha corregido la evolución
del proceso civilizatorio en esa parte del mundo que, como antes lo había hecho
occidente, apostaba por la secularización y el laicismo que conlleva a la
separación de la fe del poder político.
La
derrota del Sha y el acceso al poder de los ayatolas, más que cambiar un país,
alentó las opciones de importantes fuerzas sociales, políticas y de relevantes
factores culturales y confesionales que estimulados por el proceso iraní, como
huevos de un mismo nido, eclosionaron y dieron lugar a procesos políticos de
pronóstico reservado.
Estados
Unidos y Europa comprenden que, a largo plazo, de confirmarse y consolidarse la
tendencia del retorno del Islam al poder en el Medio Oriente y otros lugares,
el entramado neocolonial y los esquemas de dominación imperial edificados a lo
largo de medio milenio y con ellos el predomino occidental serán confrontados.
Mientras haya una civilización y una cultura que pretenda la hegemonía,
existirá el caldo de cultivo para un conflicto entre ellas.
Para
hacerlo todo más complejo, no sólo para el imperio y sus aliados, los procesos
asociados a la “primavera árabe”, de origen liberador y avanzado peligran, no
por la llegada de los musulmanes al poder sino porque entre ellos como entre
los cristianos, los judíos, como entre laicos, materialistas y ateos hay
también conservadores, reaccionarios y retrógrados. Allá nos vemos.
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