Jueves
5 de enero de 2012
2011,
UN AÑO ENTRE MUNDOS
Escribe
KEITH
KAHN-HARRIS (*)
(OpenDemocracy)
Publicó "Rebelion"
1 de
enero de 2012
Fuente:
http://www.opendemocracy.net/keith-kahn-harris/2011-year-between-worlds
– Traducción: Ignacio Mackinze
Ha sido
un año extraño. Por un lado, el 2011 fue el año más sombrío de las últimas
décadas. Estamos en medio de una crisis económica global sin final a la vista y
la clase política parece tener pocas ideas sobre qué hacer al respecto. Además,
un conflicto grave en Oriente Medio sigue siendo altamente probable y, por otro
lado, parece imposible detener el catastrófico cambio climático.
Pero,
al mismo tiempo, no recuerdo ningún año tan fascinante y creativo como el 2011.
La Primavera Árabe, el movimiento Ocupar y una profusión de proyectos
innovadores parecen indicar que estamos atravesando una época de una innovación
excepcional. Hay una porción sustancial de la humanidad que no se queda de
brazos cruzados ante la crisis.
¿Cómo
debemos entender esta extraña dualidad de esperanza y desesperación? Se puede
observar la situación con los anteojos del cinismo, el cual conduce a la
conclusión de que la innovación social y la protesta poco pueden hacer para
torcer el rumbo inevitable hacia el colapso económico y social. Las acciones de
la policía contra el movimiento Ocupar, el avance de la extrema derecha en
Europa y en Estados Unidos, y el fundamentalismo islámico en todo el mundo
señalan que es probable un cambio hacia la opresión brutal.
Pero
considere lo siguiente: uno de los supuestos fundamentales de la derecha
neoliberal es que el Estado se retire de la sociedad y que el espíritu
empresarial se mueva con libertad en el mercado y en el sector voluntario. Ése
es el principio detrás de la “gran sociedad”, la idea (o al menos la consigna)
sostenida por el primer ministro británico, David Cameron. Se podría argumentar
que la proliferación de iniciativas independientes y de abajo arriba de los
indignados reivindica el libremercado, ya que las personas de todo el mundo
pierden la fe en la protección que el Estado pueda brindarles y llenan el vacío
con nuevas formas de organizar la sociedad.
También
piense en esto: en las últimas décadas, los apóstoles del libremercado en
Occidente han instado a los individuos a adaptarse a la desregulada “economía
del conocimiento”, aceptando el cambio y la inseguridad creativa. Eso están
haciendo ahora los que están a la vanguardia de la ola de innovación. No puedo
imaginar a nadie mejor para trabajar en una corporación moderna que a un
activista de Ocupar, puesto que esas personas son evidentemente expertas en
colaboración, aprendizaje autodirigido y visión guiada por el cambio.
Ni los
defensores del libremercado ni los insurgentes en su contra parecen reconocer
esta irónica convergencia. Todos deben ser cuidadosos de lo que desean, o puede
volverse realidad el capitalismo de libremercado, que efectivamente puede dar
rienda suelta a la creatividad empresarial, pero una creatividad basada
fundamentalmente en valores distintos. El activismo y los movimientos por el
cambio pueden crear nuevas formas de ser, pero en el proceso es probable que
surja una serie de habilidades y competencias que podrían ser absorbidas por el
mercado.
PENDIENDO
DE UN HILO
Esta
situación puede parecer la revancha de la historia: una clásica contradicción
marxista entre la base económica y la superestructura cultural-institucional.
Pero es una contradicción cuyo rumbo todavía no podemos precisar. Es posible
que el capitalismo neoliberal colapse bajo el peso del empresariado activista
que él mismo produjo, y que, en definitiva, resulte ser el nacimiento genuino
de un nuevo tipo de sociedad. Es probable que el empresariado activista se
vigorice con el tiempo y renueve el sistema capitalista, y posiblemente lo que
ahora vemos no sean más que los dolores de parto de una generación adaptándose
a una nueva y áspera forma de capitalismo.
De
cualquier manera, es vital que entremos a 2012 con los ojos bien abiertos. En
los extraños días de 2011 era frecuente no saber si estar increíblemente
atemorizados o si ser abiertamente optimistas. 2012 puede ser el año en el que,
finalmente, descubramos qué emoción es la más adecuada.
Todavía
queda todo por jugarse. Tal vez eso es lo más extraño de 2011: el sentimiento
de que el futuro pende definitivamente de un hilo. No estamos acostumbrados a
este tipo de escenarios. La Guerra Fría congeló el mundo en un conflicto
binario, y el capitalismo global triunfante que le siguió fue predicado
petulantemente como algo inevitable. La última vez en la cual el futuro del
mundo parecía tan difícil de predecir fue durante las décadas de 1930 y 1940.
Puede
no ser un precedente alentador, pero debemos considerar qué estrategias nos
pueden ayudar a sobrevivir a la agitación venidera. La mejor lección que nos
presentan los años 30 y 40 es que, incluso en medio del conflicto, podemos
mantener un ojo puesto en el futuro (piense en el Estado de Bienestar planeado
por William Beveridge al mismo tiempo que estallaba la guerra). Pero la peor
enseñanza es que el conflicto ideológico sólo pueda resolverse mediante la
aniquilación de un lado o del otro.
Justamente,
en esta última cuestión, el movimiento Ocupar y fenómenos similares tienen
mucho para ofrecernos, en el sentido de que hasta ahora han evitado la cerrazón
ideológica y las luchas internas. Si este movimiento difuso puede mantener su
apertura y flexibilidad, y al mismo tiempo continúa inserto en la vida social y
política, habrá más razones para desear -en lugar de temer- la llegada de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario