Lunes
23 de enero de 2012
BANQUERO
DE 64 AÑOS QUE SE JUBILA
RECIBE 56 MILLONES DE EUROS
Escribe
LUIS
DÍEZ (*)
Cuarto
Poder
.
(*) LUIS DIEZ (España) – Escritor, Periodista , historiador
Redactor en “Cuarto Poder” Graduado en
Ciencias de la Información (Univ..Complutense de Madrid) Tiene activa participación
en medios de prensa desde 1977. Militante en en prensa del Partido Socialista y
en la clandestinidad, en la Dictadura. Es autor, entre otros de “La esquina de
dos siglos” “La Batalla de Jarama”, “El cazador de Rayos” y ha dicho
que…”después de todo sigo apendiendo algo de la vida cada día”
.
Habla
Francisco Luzón: “Cuando miro a mi alrededor, incluso hoy, en medio de esta
terrible crisis económica, no puedo dejar de reconocer que como persona y como
país hemos llegado donde jamás soñamos que podíamos llegar”. La frase pertenece
al discurso que ese ejecutivo del Banco de Santander pronunció ante sus
paisanos de El Cañavate (Cuenca) hace cuatro meses, cuando pusieron su nombre
–calle de Paco Luzón– a la rúa donde nació. Ahora Luzón ha aportado su grano de
arena a la alarma social por las indemnizaciones millonarias que se llevan los
banqueros. A sus 64 se retira con una bolsa en concepto de jubilación de 56
millones de euros, 9.312,8 millones de las antiguas pesetas. La cifra supera en
cuatro millones la que se llevó el directivo Richard S Fuld de Lehman Brothers.
El
conquense se suma así a la ristra de honorables ejecutivos de bancos y cajas de
ahorros que en plena crisis financiera y económica desaparecen con cantidades
millonarias en un país de “traspellaos” (paraos y hambrientos), como dirían en
su pueblo. Es verdad que la sólida entidad privada que preside Emilio Botín y
tiene de número dos al penúltimo indultado del Gobierno de Rodríguez Zapatero,
Alfredo Sáenz, sólo responde ante los accionistas y que las indemnizaciones
millonarias son un asunto privado. La de Luzón será aprobada la próxima semana.
El caso de este directivo –máximo responsable del negocio en América Latina y
consejero también de Inditex– nada tiene que ver con el daño que han causado
los de las entidades reflotadas con recursos del Banco de España, que agarraron
los millones y “sesllapizaron” (escabulleron), como dicen en El Cañavate.
"Me voy con los 56... saludo a los parados... y les pregunto...¿Que es eso de la crisis...? ¿No es este es un mundo de calumniadores...? |
Los
episodios de ludibrio e indignidad han salpicado la geografía entera. Cómo
olvidar el caso de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM). A punto de ser
intervenida, su director general, Roberto López Abad, se prejubiló y con él
salieron otros cuatro directivos que se repartieron 12,8 millones de euros. Su
sucesora se apresuró a ponerse un sueldo de 600.000 euros al año, tres veces
superior al del gobernador del Banco de España, y una pensión vitalicia de
369.497 euros, pero fue despedida de inmediato. O cómo explicar la resistencia
de tantos ejecutivos y exdirectivos de cajas, desde la del Penedés a la de
Ávila, pasando por Caja Duero-España y terminando en Cajamadrid, a obedecer al
Banco de España y publicar sus escandalosas remuneraciones.
Consciente
de la alarma social provocada por esos tipos que se embolsan millones en
indemnizaciones y premios por su nefasta gestión, el mismo Consejo de Ministros
que decretó el tijeretazo del gasto público y la subida del IRPF a los
asalariados, decidió remitir una carta al gobernador del Banco de España para
saber si las indemnizaciones de esos directivos estaban justificadas. El
titular de Hacienda, Cristobal Montoro, sabía de antemano que no. Pero no es
jurista y no acaba de encontrar la forma de obligarles a devolver la pasta.
Puesto
que no se trata de establecer comparaciones sobre quién se lleva el mayor
“chimbombo”, que dirían en El Cañavate, ni de comparar al ejecutivo del
Santander, Luzón –Medalla al Mérito del Trabajo concedida por el Gobierno
socialista y doctor honoris causa de la Universidad de Castilla-La Mancha por
la gracia de José María Barrera– con el banquero Lagartos (Ignacio), que se
autodespidió de director general de Caja España con una mísera indemnización de
1,3 millones de euros, vale recordar que en el origen de la abultada
indemnización de Luzón estuvo el todopoderoso ministro Carlos Solchaga. Él fue
quien lo colocó al frente del Banco Exterior de España, el buque insignia de la
banca pública, por indicación de Pedro Toledo. Luzón sustituyó a Miguel Boyer,
que salió del Exterior para servir a las Koplowich tras facilitarles un crédito
muy ventajoso.
El
nuevo ejecutivo, Luzón, había estudiado Ciencias Económicas en la Universidad
pública vasca e iniciado su carrera en el Banco de Vizcaya. Tras la fusión con
el Bilbao era el ejecutivo más joven de la dirección del BBV, en la que
congenió con Alfredo Sáenz. En el Exterior se ocupó de fusionar todas las
entidades públicas, incluida la Caja Postal, bajo el nombre de Argentaria. Y a
continuación cumplió con eficacia las órdenes de sus mentores de transferir el
bloque al sector privado, es decir, al BBV del que procedía.
Cuando
el PP ganó las elecciones generales de 1996, Aznar y Rato le cesaron y pusieron
a Francisco González, actual presidente del BBVA. Pocos meses después, Botín y
Sáez le incorporaron al consejo del Banco de Santander, del que hasta ahora ha
sido el responsable para América Latina, la zona donde mejores resultados
obtiene la entidad y en la que su histórico valedor, Solchaga, ha realizado sus
principales negocios en los diez últimos años. En la trayectoria de un
profesional de la usura no importan las personas sino los resultados. Y parece
que los de Luzón no han sido malos.
Tal vez
por eso, en su discurso a los vecinos de su pueblo, el 10 de septiembre pasado,
tenía motivos para evocar, como hizo, a Violeta Parra y dar “gracias a la vida”
que le ha dado tanto. Lo de mezclar el logro de una situación jamás soñada,
como la suya, con el progreso de este país, resultó un poco exagerado, porque
si los ciudadanos han progresado no ha sido gracias, sino a pesar de la
voracidad de la banca y sus ejecutivos. Si la actual crisis capitalista tiene
su origen en el sistema financiero y un efecto telúrico sobre nuestra economía
real, con 5,3 millones de desempleados, cientos de miles de jóvenes a los que
se niega el futuro, laminación de derechos sociales, más de 300.000 desahucios
de viviendas desde 2008 y situaciones límite de supervivencia, no sería mucho
pedir un ápice de decencia a los banqueros, o quizá sí, pues nadie puede dar lo
que no tiene.
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