Miercoles
25 de enero de 2012
LA MAFALDA DE EDUARDO GALEANO
Escribe
PAQUITA
ARMAS
FONSECA (*)
Fuente:
Diario digital “LA JIRIBILLA”
CUBA-
Casa de las Americas
.
(*) PAQUITA ARMAS FONSECA. (Paca) Licenciada en periodismo por la
Universidad de Oriente de 1977. Especializada en periodismo cultural.
Periodista cubana especializada en temas culturales. Colabora sistemáticamente
con el diario digital La Jiribilla.
.
Con
Eduardo Galeano, a las mujeres de mi generación nos sucedió algo singular:
virilidad, atractivo físico, desenfado se unían a una inteligencia poco común y
a un poder de comunicación tan peculiar, que todas (o casi para no ser
absoluta) las que en algún momento hablamos con él quedamos prendadas de sus
palabras.
Yo lo
conocí, grabadora en mano, en el hotel donde se hospedaba, que no recuerdo bien
cuál era. Pasado un tiempo, estando yo en El Caimán Barbudo lo vi llegar con su
pantalón de mezclilla, una camisa o pulóver negro, sus ojos claros y una
sonrisa que le dividía el rostro en dos. Acompañaba a un poeta que luego
emigró.
Galeano
nunca supo que su visita disfrutada hasta por Zenaida, nuestra especial
pantrista, influyó en el atraso del número de la revista que estábamos
cerrando. Todos los que ese día estábamos allí, sucumbimos ante su decir, bien
fuera algún que otro pedazo de poema, un cuento o un análisis de la situación
de nuestro continente, su tema predilecto y que atraviesa toda su obra.
Por
lógica salió a relucir Las venas abiertas de América Latina, texto de placer y
de consulta para todos sus oyentes. Recuerdo que alguien preguntó: ¿Y qué libro
ganó ese año el Premio Casa de las Américas? Nadie dijo el título, quizá
Galeano sí lo sabía pero se lo reservó.
Cuarenta
y un años después de aquel certamen y de publicar su fabuloso ensayo, confesó
en La Habana: “Con Las venas abiertas de América Latina tengo una relación como
la de Quino con Mafalda. A Quino le identifican con ella y él la reconoce como
una criatura suya; pero a veces le irrita Mafalda porque el resto de su obra
queda opacada por el prestigio de esa niña terrible. Con Las venas… me pasa lo
mismo. Se ha convertido en un libro de enorme difusión al cabo de los años, lo
que ha conspirado contra la repercusión que me habría gustado ver en obras
posteriores. Es una relación contradictoria, pero comparto con Hegel, Marx y
los indios precolombinos que la contradicción es el motor de la historia, así
que no me sorprende que la habite yo mismo.
Eduardo Galeano En Cuba, año 1975 |
“Escribí
el libro para poder llegar a tiempo al concurso Casa. Recoge cuatro años de
viajes y andares, que cristalizaron en ese libro escrito en 90 noches.
Trabajaba en la universidad y en editoriales privadas, ocupándome de corregir
textos sobre la vida sexual de los ratones, y solo por la noche escribía en
máquina (aún no había conocido el placer enorme de escribir a mano). Noventa
noches sin dormir hicieron posible que entregara a la embajada de Cuba el
original de Las venas… que perdió el concurso. ¡Mi amor por la Casa de las
Américas no empezó siendo correspondido [ríe], era como una pasión inútil!
“Aquel
jurado de prestigiosas figuras de la izquierda, según supe después, consideró
que el libro no era lo suficientemente serio como para recibir el Premio. Era
un período en el que todavía la izquierda confundía la seriedad con el
aburrimiento. Por suerte, eso fue cambiando y en nuestros días se sabe que el
mejor aliado de la izquierda es la risa.”
Si ese
maravilloso hombre latinoamericano solo hubiera escrito Las venas…, nuestro
continente le tendría que estar agradecido por siempre. Pero luego vinieron
otros llenos de abrazos, memoria y fuego, y en lo particular me subyuga la
forma en que Galeano se rinde ante la mujer como una propuesta de amor y a la
vez la respeta en tanto ser humano. Una amiga me decía que su escritura es
feminista y pienso que tiene razón.
Pero va
más allá: defiende a los indígenas, a los negros, a los niños, a todos los que
la sociedad puede oprimir y de hecho muchas veces oprime. Esta vez razones
familiares me impidieron estar en su lectura de los Espejos. He leído cada una
de sus frases, y disfruté enormemente cuando dijo “¡Qué orgulloso estoy de ser
casi compatriota de los habitantes de ese país prohibido!”.
Y es
que él nunca se ha ido. Pronto, según confesó, regresará porque fueron pocos
días de visita a Cuba. Entonces volverá a leer o decir algunos de sus versos
hechos prosa, o de su prosa que es pura poesía. Despertará la risa y también
otras emociones. Yo estaré allí para ver frente a frente al escritor de uno de
mis libros de cabecera y al caballero del siglo XX que conserva su armadura en
lo que va del XXI.
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