martes, 24 de enero de 2012

“SI ESE MARAVILLOSO HOMBRE LATINOAMERICANO SOLO HUBIERA ESCRITO LAS VENAS…, NUESTRO CONTINENTE LE TENDRÍA QUE ESTAR AGRADECIDO POR SIEMPRE.”


Miercoles 25 de enero de 2012

LA MAFALDA DE EDUARDO GALEANO

Escribe
PAQUITA
ARMAS FONSECA (*)
Fuente:
Diario  digital “LA JIRIBILLA”
CUBA- Casa de las Americas
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 (*) PAQUITA ARMAS FONSECA. (Paca) Licenciada en periodismo por la Universidad de Oriente de 1977. Especializada en periodismo cultural. Periodista cubana especializada en temas culturales. Colabora sistemáticamente con el diario digital La Jiribilla.
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Con Eduardo Galeano, a las mujeres de mi generación nos sucedió algo singular: virilidad, atractivo físico, desenfado se unían a una inteligencia poco común y a un poder de comunicación tan peculiar, que todas (o casi para no ser absoluta) las que en algún momento hablamos con él quedamos prendadas de sus palabras.

Yo lo conocí, grabadora en mano, en el hotel donde se hospedaba, que no recuerdo bien cuál era. Pasado un tiempo, estando yo en El Caimán Barbudo lo vi llegar con su pantalón de mezclilla, una camisa o pulóver negro, sus ojos claros y una sonrisa que le dividía el rostro en dos. Acompañaba a un poeta que luego emigró.

Galeano nunca supo que su visita disfrutada hasta por Zenaida, nuestra especial pantrista, influyó en el atraso del número de la revista que estábamos cerrando. Todos los que ese día estábamos allí, sucumbimos ante su decir, bien fuera algún que otro pedazo de poema, un cuento o un análisis de la situación de nuestro continente, su tema predilecto y que atraviesa toda su obra.

Por lógica salió a relucir Las venas abiertas de América Latina, texto de placer y de consulta para todos sus oyentes. Recuerdo que alguien preguntó: ¿Y qué libro ganó ese año el Premio Casa de las Américas? Nadie dijo el título, quizá Galeano sí lo sabía pero se lo reservó.

Cuarenta y un años después de aquel certamen y de publicar su fabuloso ensayo, confesó en La Habana: “Con Las venas abiertas de América Latina tengo una relación como la de Quino con Mafalda. A Quino le identifican con ella y él la reconoce como una criatura suya; pero a veces le irrita Mafalda porque el resto de su obra queda opacada por el prestigio de esa niña terrible. Con Las venas… me pasa lo mismo. Se ha convertido en un libro de enorme difusión al cabo de los años, lo que ha conspirado contra la repercusión que me habría gustado ver en obras posteriores. Es una relación contradictoria, pero comparto con Hegel, Marx y los indios precolombinos que la contradicción es el motor de la historia, así que no me sorprende que la habite yo mismo.
Eduardo Galeano
En Cuba, año 1975

“Escribí el libro para poder llegar a tiempo al concurso Casa. Recoge cuatro años de viajes y andares, que cristalizaron en ese libro escrito en 90 noches. Trabajaba en la universidad y en editoriales privadas, ocupándome de corregir textos sobre la vida sexual de los ratones, y solo por la noche escribía en máquina (aún no había conocido el placer enorme de escribir a mano). Noventa noches sin dormir hicieron posible que entregara a la embajada de Cuba el original de Las venas… que perdió el concurso. ¡Mi amor por la Casa de las Américas no empezó siendo correspondido [ríe], era como una pasión inútil!

“Aquel jurado de prestigiosas figuras de la izquierda, según supe después, consideró que el libro no era lo suficientemente serio como para recibir el Premio. Era un período en el que todavía la izquierda confundía la seriedad con el aburrimiento. Por suerte, eso fue cambiando y en nuestros días se sabe que el mejor aliado de la izquierda es la risa.”

Si ese maravilloso hombre latinoamericano solo hubiera escrito Las venas…, nuestro continente le tendría que estar agradecido por siempre. Pero luego vinieron otros llenos de abrazos, memoria y fuego, y en lo particular me subyuga la forma en que Galeano se rinde ante la mujer como una propuesta de amor y a la vez la respeta en tanto ser humano. Una amiga me decía que su escritura es feminista y pienso que tiene razón.

Pero va más allá: defiende a los indígenas, a los negros, a los niños, a todos los que la sociedad puede oprimir y de hecho muchas veces oprime. Esta vez razones familiares me impidieron estar en su lectura de los Espejos. He leído cada una de sus frases, y disfruté enormemente cuando dijo “¡Qué orgulloso estoy de ser casi compatriota de los habitantes de ese país prohibido!”.

Y es que él nunca se ha ido. Pronto, según confesó, regresará porque fueron pocos días de visita a Cuba. Entonces volverá a leer o decir algunos de sus versos hechos prosa, o de su prosa que es pura poesía. Despertará la risa y también otras emociones. Yo estaré allí para ver frente a frente al escritor de uno de mis libros de cabecera y al caballero del siglo XX que conserva su armadura en lo que va del XXI.

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