Martes
10 de enero de 2012
GUERRAS
IRRENTABLES Y CORRUPTAS
JORGE
GÓMEZ BARATA (*)
Fuente:”
ARGENPRESS.info”
9 de
enerode201.
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(*)
JORGE GÓMEZ BARATA- Profesor, escritor, historiador, investigador y periodista
cubano- Vive en La Habana- autor de numerosos estudios sobre EEUU. Especializado en temas de política
internacional. Colaborador habitual en los principales medios de prensa,
latinoamericanos y extranjeros. Hadicho que “En todas
las esferas del saber y de la práctica social, incluyendo la economía, la
verdad es siempre sencilla, ...”
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Para
bien o para mal, la globalización abarca al planeta. Debido a las sanciones
norteamericanas, Irán deberá encontrar compradores para casi tres millones de
barriles diarios, mientras Europa, Japón, Corea del Sur, India y otros grandes
consumidores necesitaran otro proveedor capaz de suplir a Persia y todos
requerirán más dinero.
La mala
noticia es que nada de eso existe: no hay un Irán de repuesto, ni clientes
alternativos y mucho menos dinero para cuando el petróleo triplique su precio.
Si hay guerra habrá crisis para todos; de alguna manera el mundo será
implicado.
En el
pasado no era difícil compartir el punto de vista de que, a corto plazo, al
disparar la demanda, promover la generación de empleos y aumentar el gasto
público, en las metrópolis, las guerras estimulaban la economía y al exigir
soluciones urgentes, incentivaron la investigación científica y la innovación
tecnológica. La política imperial en la era global ha desactualizado el
precepto.
Con
costos humanos comparativamente bajos, para Estados Unidos la Segunda Guerra
Mundial cuando se confrontó al fascismo fue un evento de elevada justificación
moral, cohesionador de la sociedad y sobre todo de alta rentabilidad económica;
no ocurrió así con las contiendas de Vietnam y mucho menos con las de Irak,
Afganistán e incluso Libia, en las cuales los intereses de las élites de poder
está completamente divorciados de los de la nación y el pueblo estadounidense
que sin motivación alguna paga los costos de las aventuras imperiales.
Por
otra parte, debido a las abismales asimetrías entre los agresores y los
agredidos, en los conflictos actuales la técnica militar no se destruye y no es
por tanto necesario reponerla, sin embargo no por ello las guerras se han
abaratado; abusar también cuesta y la corrupción hace la diferencia. Carente de
motivaciones patrióticas e incluso ideológicas, las guerras se han convertido
en un macabro negocio.
En
Estados Unidos las guerras mundiales influyeron positivamente en el desempeño
de la producción, la innovación tecnológica y científica y la productividad.
Aquellas contiendas crearon millones de puestos de trabajo y llenaron las arcas
del Estado. Actualmente ocurre exactamente lo contrario, se engendran enormes
déficits, se incrementa el desempleo y al amparo del erario público, de modo
ilegitimo, se amasan enormes fortunas. El auge del mercenarismo, llamado hoy
contratistas, es un resultado repugnante de las nuevas realidades.
Entonces
la economía norteamericana funcionaba con gran nivel de autarquía; por lo cual
el armamento y los equipos utilizados por su ejército y parte del de sus
aliados eran creados por empresas estadounidenses con capitales, materias
primas y energía producidos en el país por trabajadores norteamericanos. En
aquellos conflictos, la técnica militar se destruía casi al mismo ritmo en que
era creada, por lo cual para renovarla las fábricas trabajaban a tiempo
completo.
En la
realización del Proyecto Manhattan, para fabricar tres bombas se gastaron unos
20 000 millones de dólares al cambio actual y se emplearon 130 000 personas
agrupadas en más de dos mil fabricas, empresas y centros de investigación.
Durante la II Guerra Mundial fueron hundidos 4051 buques mercantes aliados y
942 de guerra, entre ellos 20 portaaviones y 418 submarinos. Hasta 1942 la
pérdida de buques mercantes superaba la capacidad de los astilleros para
producirlos.
Para
resolver el problema en 4 años sólo de la clase Liberty, en 18 astilleros
norteamericanos se fabricaron 2 751 barcos. Aunque según los planes se
necesitaban 244 días para construir cada nave, la innovación consistente en
construirlos en serie, mediante pieza prefabricadas que, en lugar de con
remaches se unían con soldadura redujo el plazo a 42 días. El programa generó
1,5 millones de empleos. La batalla en el mar se ganó cuando se fabricaron más
barcos de los que eran hundidos.
A
principios de la contienda en el Frente Soviético-Alemán, la sobrevivencia de
una pieza de artillería era de cinco meses, un tanque cuatro y un avión tres.
Cada mes se reemplazaba el 20 por ciento de las armas pesadas. Las guerras
imperiales de hoy se libran abusivamente, sin apenas sufrir daños en la técnica
y el armamento.
En 1943
la Octava Fuerza Área norteamericana que realizaba los bombardeos sobre las
ciudades alemanas con masas de hasta mil aviones, perdía alrededor de 60
aparatos en cada misión, ocho mil en todo el conflicto mientras que hoy, diez
años después de haber intervenido en Irak las huestes estadounidense se han retirado
con la misma técnica con que invadieron diez años atrás. En más de 40 000
misiones sobre Libia no fue derribado un solo avión de la OTAN y no recuerdo la
última vez que escuché de un acorazado, destructor, portaaviones o submarino
norteamericano que fuera hundido por fuego enemigo.
Es
difícil encontrar alguien que desee que se realice el escrutinio conque se
amenaza pero, según afirman sus militares, políticos e incluso ayatolas, Irán
pudiera marcar la diferencia. Ojalá ninguno de los adversarios sea puesto a
prueba y ninguno tenga que probar sus palabras. Allá nos vemos.
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