Lunes
30 de enero de 2012
¿ESTÁ
SANANDO NUESTRA ECONOMÍA?
Escribe
PAUL
KRUGMAN (*)
Fuente:
“El Universo”
Guayaquil
– Ecuador
29 de enero de 2012
.
(*)
PAUL ROBIN KRUGMAN (1953) es un economista, divulgador y periodista
norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos. Actualmente es
profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.
Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times y, también, para
el periódico peruano Gestión y el colombiano “La República”. En 2008 fue
galardonado con el Premio Nobel de Economía. Ha escrito más de 200 artículos y
21 libros -alguno de ellos académicos
.
¿Cuál es
la situación de la Unión? Bueno, la situación de la economía sigue siendo
terrible. Tres años después de la toma de posesión del presidente Barack Obama,
y dos y medio desde el fin oficial de la recesión, el desempleo sigue siendo
penosamente alto.
Sin
embargo, hay razones para pensar que finalmente estamos en (lento) camino hacia
mejores tiempos. Y no estaríamos en ese camino si Obama hubiese cedido a las
exigencias republicanas de que rebajara drásticamente el gasto, o si la Reserva
Federal hubiera cedido a las demandas republicanas de restringir el dinero.
¿Por
qué permito que un poco de optimismo se cuele entre las nubes? Los datos
económicos recientes han sido un poco mejores, pero ya hemos tenido varios
falsos amaneceres en ese frente. Más importante, hay evidencia de que los dos
grandes problemas en la raíz de nuestra depresión –el descalabro inmobiliario y
la excesiva deuda privada– finalmente están disminuyendo.
Sobre
la vivienda: como todos saben ahora (¡pero oh, se acumularon los improperios
contra cualquiera que lo señalara cuando estaba pasando!), tuvimos una
monstruosa burbuja inmobiliaria entre el 2000 y el 2006. Se dispararon los
precios de las casas y, claramente, hubo un gran exceso de construcciones.
Cuando reventó la burbuja, se desplomó la construcción, que había sido el
principal impulsor de la economía durante el supuesto “auge de Bush”.
Sin
embargo, la burbuja comenzó a desinflarse hace casi seis años; el precio de la
vivienda retornó a los niveles del 2003. Y después de una prolongada depresión
en la construcción inmobiliaria, Estados Unidos ahora carece de suficiente
vivienda, al menos según estándares históricos.
Entonces,
¿por qué la gente no sale a comprar? Porque el estado deprimido de la economía
hace que mucha gente que normalmente compraría una casa no pueda pagarla o esté
demasiado preocupada por las perspectivas de empleo como para arriesgarse.
Sin
embargo, la economía está deprimida, en gran parte, debido al descalabro
inmobiliario, lo que indica inmediatamente la posibilidad de un círculo
virtuoso: una economía en mejoría lleva a un aumento en la adquisición de
vivienda, lo que lleva a más construcción, lo cual fortalece a la economía aún
más, y así sucesivamente. Y si se analizan seriamente los datos recientes,
parecería que algo como eso podría estar comenzando: subieron las ventas de
casas, bajaron los reclamos por desempleo y está subiendo la confianza de los
constructores.
Más
aún, las posibilidades de un círculo virtuoso han estado aumentando porque
hemos tenido avances significativos en el frente de la deuda.
Claro
que eso no se escucha en los debates públicos, en los cuales todo el centro de
atención se pone en la creciente deuda gubernamental. Sin embargo, cualquiera
que haya examinado seriamente el cómo nos metimos en esta depresión sabe que la
deuda privada, en especial la de los hogares, es la verdadera culpable: fue la
explosión de la deuda de los hogares en los años de Bush lo que estableció las
condiciones para la crisis. Y las buenas noticias son que esta deuda privada se
ha reducido en términos del dólar y sustancialmente como porcentaje del PIB,
desde finales del 2008.
Claro
que todavía hay riesgos –sobre todo, el riesgo de que los problemas en Europa
pudieran descarrilar nuestra propia e incipiente recuperación. Y, así, pende
una historia; una que cuenta un informe reciente del Instituto Mundial
McKinsey.
El
informe rastrea los avances en el “desapalancamiento”, el proceso por el cual
se reducen los niveles excesivos de deuda. Documenta un progreso considerable
en Estados Unidos, lo cual contrasta con el fracaso para hacerlo en Europa. Y,
aunque el informe no lo dice explícitamente, es bastante claro por qué a Europa
le va peor que a nosotros: se debe a que los formuladores europeos de políticas
públicas han tenido miedo a las cosas equivocadas.
En
particular, al Banco Central Europeo le ha preocupado la inflación –incluso,
aumentar las tasas de interés en el 2011 solo para invertir el rumbo más tarde
ese año– en lugar de cómo sustentar la recuperación económica. Y la austeridad
fiscal, que se supone limita el incremento en la deuda gubernamental, ha
deprimido a la economía, imposibilitando lograr las reducciones, urgentemente
necesarias, en la deuda privada. El resultado final es que a pesar de toda la
moralización sobre los males de los préstamos, los europeos no avanzan contra
la deuda excesiva, mientras que nosotros sí.
De
vuelta a la situación de Estados Unidos: no se debe tomar a mi optimismo cauto
como una declaración de que todo está bien. Ya sufrimos un daño enorme e
innecesario debido a una respuesta inadecuada a la depresión. No hemos podido
proporcionar el suficiente alivio hipotecario, lo cual podría habernos movido
con mayor rapidez hacia una deuda menor. Y aun si mi ansiado círculo virtuoso
está en curso, pasarán años antes de que lleguemos a algo que se parezca al
pleno empleo.
Sin
embargo, las cosas podrían ser peores; lo habrían sido si hubiésemos seguido
las políticas públicas que demandaban los oponentes de Obama. Ya que como dije
al principio, los republicanos han exigido que la Reserva deje de tratar de
hacer bajar las tasas de interés y que el gasto federal se reduzca
drásticamente de inmediato, lo que equivale a emular el fracaso europeo.
Y si
este año electoral lleva a la ideología equivocada al poder, bien podría
apagarse la naciente recuperación de Estados Unidos.
© 2012
New York Times News Service.
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