Domingo
26 de febrero de 2012
LA
REFLEXION de LEONARDO BOFF
LA GRAN
CONTRADICCIÓN BRASILEÑA
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
24 de febrero de 2012
.
Crece más y más la convicción, incluso entre
los economistas sea del establishment sea de la línea neokeynesiana, de que nos
acercamos peligrosamente a los límites físicos de la Tierra. Aun utilizando
nuevas tecnologías, difícilmente podremos llevar adelante el proyecto del
crecimiento sin límites. La Tierra no aguanta más y nos vemos forzados a
cambiar de rumbo.
Economistas
como Ladislao Dowbor entre nosotros, Ignace Sachs, Joan Alier, Herman Daly, Tim
Jack y Peter Victor y mucho antes Georgescu-Roegen, incorporan orgánicamente el
momento ecológico en el proceso productivo. Especialmente el inglés T. Jack se
ha dado a conocer por el libro Prosperidad sin crecimiento (2009) y el
canadiense P. Victor por Managing sin crecimiento (2008). Ambos mostraron que
el aumento de la deuda para financiar el consumo privado y público (es el caso
actual en los países ricos), exigiendo más energía y un mayor uso de bienes y
servicios naturales, no es en modo alguno sostenible.
Los
premios Nobel P. Krugman y J. Stiglitz, por no incluir el explícitamente en sus
análisis los límites de la Tierra, caen en la trampa de proponer como salida
para la crisis actual un mayor gasto público, en el supuesto de que éste
producirá crecimiento económico y mayor consumo con los cuales se pagarán más
adelante las astronómicas deudas privadas y públicas. Ya hemos dicho hasta la
saciedad que un planeta finito no soporta un proyecto de esta naturaleza, que
presupone la infinitud de los bienes y servicios. Este es un dato ya asegurado.
Lo que
Jack y Victor proponen es una «prosperidad sin crecimiento». En los países
desarrollados el crecimiento alcanzado ya es suficiente para permitir el
desarrollo de las potencialidades humanas, dentro de los límites posibles del
planeta. Entonces, basta de crecimiento. Lo que se puede pretender es la
«prosperidad» que significa más calidad de vida, de educación, salud, cultura
ecológica, espiritualidad, etc. Esta solución es racional pero puede provocar
un gran desempleo, problema que ellos resuelven mal, apelando a una renta
universal básica y una disminución de las horas de trabajo. No habrá ninguna
solución sin un previo acuerdo sobre cómo vamos a relacionarnos con la Tierra,
amigablemente, y sin definir los modelos de consumo para que todos tengan lo
suficiente y lo decente.
Para
los países pobres y emergentes se invierte la relación. Se necesita
«crecimiento con prosperidad». El crecimiento es necesario para atender las
demandas mínimas de los que están en la pobreza, en la miseria y en la
exclusión social. Es una cuestión de justicia asegurar la cantidad de bienes y servicios
indispensables. Pero simultáneamente se debe buscar la prosperidad, que tiene
que ver con la calidad del crecimiento.
Existe el peligro real de que sean víctimas de la
lógica del sistema que incita a consumir más y más, especialmente bienes superfluos. Entonces acabarían
agravando los límites de la Tierra, que es justamente lo que se quiere evitar.
Estamos ante un angustiante círculo vicioso que no sabemos cómo hacer virtuoso
sin perjudicar la sostenibilidad de la Tierra viva.
La contradicción vivida por Brasil es ésta:
urge crecer para realizar lo que el gobierno petista hizo, a saber, garantizar
los mínimos para que millones puedan comer y, mediante políticas sociales, ser
incorporados a la sociedad. Para las clases ya atendidas, se necesita menos
crecimiento y más prosperidad: mejorar la calidad del vivir bien, la educación,
las relaciones sociales menos desiguales ,y más solidaridad a partir de los
últimos. ¿Pero quién va a convencerlos si están violentamente mediatizados por
la propaganda que los incita al consumo?
Sucede
que hasta ahora los gobiernos solamente han hecho políticas distributivas:
repartieron desigualmente los recursos públicos. Primero se garantizaron
140.000 millones de reales para el sistema financiero a fin de pagar la deuda
pública, después para los grandes proyectos, y solamente cerca de 60.000
millones para las inmensas mayorías que sólo ahora están ascendiendo. Todos
ganan pero de forma desigual. Tratar de forma desigual a iguales es una gran
injusticia. Nunca ha habido políticas redistributivas: tomar de los ricos (por
medios legales) y pasarlo a los que más lo necesitan. Habría equidad.
Lo más
grave es que con la obsesión del crecimiento estamos minando la vitalidad de la
Tierra. Necesitamos crecimiento pero con una nueva conciencia ecológica que nos
libere de la esclavitud del productivismo y del consumismo. Este es el gran
desafío al enfrentar la incómoda contradicción brasileña.
.
(*)LEONARDO BOFF es un teólogo, filósofo y
escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil Es uno de los
fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino.
En 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el ya cardenal
Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le silenció por un año por su libro La
Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en contra de la Doctrina de la Iglesia
Católica. Ha trabajado como profesor en los campos de teología, ética y
filosofía en Brasil, además de dar conferencias en muchas universidades en el
extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina,
París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros, traducidos a muchas lenguas.
En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
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