Lunes
13 de febrero de 2012
DESARROLLO,
POSTEXTRACTIVISMO
Y “BUEN VIVIR”
Escribe
EDUARDO GUDYNAS (*)
Fuente:”biodiversidad.com”
11 de
febrero de 2012.
SACADO
de CONTEXTO (1)
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(*) EDUARDO GUDYNAS -Ecólogo social e investigador.
Secretario ejecutivo del CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social.
Desde el CLAES viene observando desde 30 años, el desarrollo de las industrias
de hidrocarburos y la minería en el continente. Con intensa actividad
internacional Gudynas cuenta con obra publicada en varios países. Sobre la
minería en Uruguay cree que no solo hay un peligroso impacto social y ambiental
en la minería, sino también una concepción de país que esta en una asignatura
pendiente del país.
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Estas
íntimas vinculaciones entre las ideas de progreso, desarrollo y crecimiento se
generaron en las primeras décadas del siglo XX, y cristalizaron hacia mediados
de la década de 1940. Sin
embargo, por lo menos desde mediados de los años sesenta, comienzan a sumarse
las críticas y advertencias sobre esos postulados. Por un lado, se señalaron
los llamados límites sociales, tales como las tensiones en las aglomeraciones
urbanas, la segregación impuesta por los ingresos monetarios, o la marginación
espacial donde los pobres se arrinconan en unos barrios mientras los ricos se
protegen en otros.
Enseguida
se sumaron más cuestionamientos y críticas sobre lo que podríamos calificar
como límites económicos. Se señalaron serias asimetrías económicas, donde lo
que se presentaba como desarrollo en unos sitios sólo era posible a costa del
subdesarrollo en otros rincones del planeta.
A
inicios de la década de 1970, quedaron en evidencia los conocidos límites
ecológicos. Los recursos no renovables, como el petróleo o los minerales, son
finitos, y enfrentamos el agotamiento de algunos de ellos. A su vez, las áreas
naturales se deterioran y reducen año tras año, dejando una estela de especies
en extinción. La contaminación supera los umbrales de la capacidad de
regeneración de los ecosistemas.
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En
paralelo a éstas y otras advertencias se han sumado las alertas y denuncias de
organizaciones sociales. Ellas expresan los fiascos concretos de muchos
proyectos de desarrollo, sus impactos negativos en los planos social y
ambiental, así como sus dudosos beneficios económicos. Desde
entonces, las tensiones no han dejado de crecer. Unos denuncian los impactos de
proyectos etiquetados como “desarrollo”, y pero otros vuelven a reclamar más
desarrollo para superar la pobreza. Si bien algunos reconocen las limitaciones
en las ideas del desarrollo, todavía no se logró un consenso en conceptos que
la reemplacen. En ese escenario es donde surge con intensidad el debate sobre
el “buen vivir” actualmente en marcha en América del Sur.
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EL EXTRACTIVISMO UNA VEZ MAS
Buena
parte de estas contradicciones y tensiones se expresan hoy en día alrededor del
llamado extractivismo: la extracción de enormes volúmenes de recursos naturales
para exportación, tal como se observa en la minería a cielo abierto o la
explotación petrolera. El
extractivismo no es una novedad en América Latina, y sus antecedentes se
rastrean a tiempos de la colonia. Eso explica que tenga profundas raíces
culturales. Sigue prevaleciendo la idea que el continente tiene enormes
recursos a ser aprovechados, sin límites evidentes al crecimiento, dada sus
enormes extensiones y la riqueza de la naturaleza.
Los
obstáculos serían, en realidad, instrumentales, tales como la disponibilidad de
inversión o personal técnico cualificado. Las advertencias sobre sus límites,
sean sociales o ambientales, son desestimadas, ya que se concibe a la
naturaleza como una enorme canasta de recursos que está lejos de agotarse o
deteriorarse.
Bajo el
extractivismo actual esas ideas se llevan a un extremo. Son economías de
enclave que exportan hacia los mercados globales materias primas. A su
alrededor se disparan serios impactos sociales y ambientales, que van desde el
desplazamiento de comunidades a severa contaminación.
Asimismo,
sus beneficios económicos son más que dudosos, y en varios casos son negativos.
Pero a pesar de esa creciente evidencia, es un sector que vive un nuevo apogeo.
Mientras que la crisis económico financiera golpea a varios países industrializados,
los altos precios de las materias primas y su sostenida demanda, hacen que
muchas naciones sudamericanas acentúen el extractivismo generando una bonanza
macroeconómica. Esas exportaciones aumentan en valor y volumen, y la
racionalidad extractivista se expande a otros sectores, en particular los
monocultivos intensivos de exportación (como la soja transgénica).
Algunos
ejemplos agudos son la minería a gran escala a cielo abierto y la explotación
petrolera en selvas tropicales. Allí se observan casos de contaminación de
suelos y aguas por la minería o derrames petroleros en ambientes amazónicos. Se
desplazan comunidades locales, se desvía el uso del agua hacia la minería, se
pierden áreas agropecuarias y se limita la participación ciudadana. Esto
regularmente desemboca en intensas protestas y conflictos. Factores de este
tipo hacen que ese estilo sea un “extractivismo depredador”.
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(1) POR ESPACIO, ESTO FUE SACADO de CONTEXTO.
LA NOTA
COMPLETA esta aquí:
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