¿CONTAMINACIÓN
INVISIBLE?
Escribe
GUSTAVO DUCH
GUILLOT (*)
Fuente
22 de
marzo de 2012
.
(*)
GUSTAVO DUCH GUILLOT (1965, Barcelona) licenciado en Veterinaria y Postgrado en
Dirección de Empresas. Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria,
Biodiversidad y Culturas. Ha sido director de Veterinarios Sin Fronteras. Integra
Consejo Científico de ATTAC. Escribe en importantes medios alternativos del
continente. Columnista en ”La Jornada” de México.Escritor.
Recientemente
lo hemos podido leer en la prensa. «Una enigmática epidemia de insuficiencia
renal crónica (ERC) azota a los braceros contratados por temporadas en las
plantaciones de caña de azúcar en Centroamérica. Sin una conclusión científica
contundente sobre su origen, Gobiernos e investigadores del área atribuyen la
enfermedad a pesticidas y fungicidas (…)
Los
datos oficiales han revelado que, con una incidencia cercana a 10 casos por
cada 100.000 habitantes, la ERC es la principal causa de muerte de hombres en
El Salvador, y en Nicaragua provoca más víctimas mortales en la población
masculina que el impacto combinado de VIH-sida y diabetes». Entre los
diferentes pesticidas que aparecen en la lista de presentes y sospechosos
anoten el nombre de uno de ellos, el glifosato.
También
en los últimos meses hemos leído en la prensa como en el campo argentino la
disputa por la tierra fértil está generando violencia y muertes. Son varios los
campesinos heridos y muertos a manos de ‘pistoleros’ de terratenientes que
quieren expandir su fructífero negocio del cultivo de soja. La soja
transgénica, que se cultiva en ya la mitad de las mejores tierras de Argentina,
es un componente básico -como en el ensamblaje de los coches- de nuestra
alimentación, pues se usa en muchos productos transformados, por ejemplo de
bollería, y en todos los piensos que engordan la ganadería europea.
La propiedad mágica de estas semillas es su
resistencia a un agrotóxico específico: el glifosato. El Roundup, que así se
llama en su preparación comercial, se riega con avionetas indiscriminadamente y
son muchas las advertencias desde la medicina local que le responsabiliza de
malformaciones embrionarias y otras patologías sobre la población rural que vive
rodeada de soja.
Claro,
podemos pensar que la agricultura en otros países requiere legislaciones más
restrictivas. Desde luego que sí, la aprobación de cultivos transgénicos y sus
venenos asociados, como se ha denunciado en muchas ocasiones, es más que
irregular, con los responsables de estas empresas circulando –por las puertas
giratorias- de sus despachos a las comisiones de los organismos encargados de
aprobar o no los nuevos registros. Pero, ¿sólo es un problema en países del
Sur?
Por
última vez, por favor, anoten. En un estudio publicado recientemente en Annals
of Bioanalytical Chemistry los investigadores encontraron que el 41 por ciento
de las 140 muestras tomadas de aguas subterráneas en Catalunya están
contaminadas con glifosato, el ingrediente activo del herbicida Roundup. Es
decir, según este estudio, padecemos una contaminación invisible que se filtra
hacia acuíferos, pozos y manantiales, de un producto (no tan biodegradable como
dice la empresa en su publicidad engañosa) utilizado para matar a algunos seres
vivos.
Para mí
datos suficientemente preocupantes como para que las administraciones
responsables atiendan el tema con celeridad. ¿Están las aguas de Catalunya
infestadas con el mata hierbas más vendido en el mundo?
Por dos
motivos debemos exigir respuesta. En primer lugar porque hablamos de productos
muy potentes, en el caso del Roundup es la suma del glifosato más otras
sustancias adicionales lo que lo hace tan activo. Revisando los últimos
estudios encuentras investigaciones epidemiológicas realizados en Suecia y
Estados Unidos y estudios en laboratorio con resultados muy preocupantes, de
esos que se suelen tachar de ‘alarmistas’, que lo relacionan con un mayor
riesgo de partos prematuros y de aparición de algunos tipos de mielomas y
linfomas (en personas expuestas al glifosato, básicamente trabajadores y
trabajadoras del campo) o que demuestran interferencias en el funcionamiento
del hígado o malformaciones congénitas en los animales de experimentación.
En
segundo lugar, por el ‘propietario’ del veneno y su mayor productor mundial, la
multinacional Monsanto (conocida también por la fabricación del herbicida
Agente Naranja, un defoliante, utilizado entre 1965 a 1969 en Vietnam y
afectando a la salud de 400.000 personas y de 500.000 niños, que nacieron con
defectos congénitos) que no tiene una buena reputación que digamos en las
formas utilizadas para conseguir colocar sus productos en el mercado global.
Sólo por eso debemos desconfiar.
Como
personas consumidoras podemos intentar alejarnos de los productos que contienen
soja o maíz transgénico y disminuir así nuestra exposición al glifosato, pero…
¿cómo hacemos para evitar su entrada en nuestro organismo por aguas
contaminadas? Es el momento de exigir a nuestras administraciones autonómicas
un control más severo de las aguas y suelos, y una prohibición (o moratoria)
del uso de las formulaciones herbicidas con glifosato en base a una regla tan
sensata como es el principio de precaución.
El
glifosato en cuestión está siendo utilizado en diversas tareas del campo y
también en los parques y jardines de muchas poblaciones catalanas. Por ahí
podríamos empezar, recuperando en estos espacios públicos la jardinería
autóctona con plantas propias de nuestro ecosistema mediterráneo menos
exigentes en agua y que permiten su manejo ecológico: sin venenos.
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