SOBRE REPSOL-YPF, ESPAÑA
Y MUCHAS OTRAS COSAS
(PARTE 2)
Escribe
ATILIO BORON (*)
Fuente:
BLOG de Atilio Borón
11 de febrero de 2012
(CONTINUACION DE LA ENTRADA ANTERIOR)
Quienes viven en el Reino de España saben muy bien que
Repsol es una transnacional en la que algunos ricachones tienen depositados sus
dineros en acciones de la compañía. La participación de ese sector en el total
del capital accionario de la empresa es del 43%. Y como dijera hace apenas un
par de días un colega de la Universidad de Sevilla, «confundir los intereses de
Repsol con los de España es un insulto a la inteligencia de los españoles. Ni
es española por la composición de su capital -mayoritariamente en manos de
intereses extranjeros-, ni por la estrategia empresarial que persigue ni, como
he dicho, porque beneficie principal o sustancialmente a las familias o
empresas españolas. Más bien todo lo contrario».
La opinión de Torres López contrasta con las declaraciones
del estadista en ciernes, Felipe, príncipe de Asturias y heredero del trono de
España (hasta el momento en que los españoles se despierten y acaben con una
institución tan inútil, parasitaria, costosa y corrupta como la monarquía),
quien ha agradecido «todo lo que Repsol hace y ha hecho, que es mucho, por el
bienestar de numerosos países, así como expresar todo el apoyo a quienes hacen
posible su importante tarea en España y fuera de España».
En su artículo, Torres López aporta algunos datos
interesantes de lo mucho que Repsol ha hecho por el bienestar de España, en
palabras que hago mías sin reservas: «Utiliza paraísos fiscales para tratar de
tener aquí la menor carga fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de
pequeñas y medianas empresas españolas al someterlas a condiciones de pagos
draconianas a pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y
liquidez suficientes».
En síntesis, el pleito del Gobierno argentino no es con
España o los habitantes del Estado español. Es con una empresa que aquí también
ha incurrido en las habituales prácticas depredadoras que todas las
transnacionales sin excepción incurren en todo el mundo, incluyendo sus propios
países. Y esto fue hecho, preciso es decirlo, con la complicidad de las
autoridades argentinas, tanto de las provincias como de la nación, que hicieron
la «vista gorda» ante el descarado incumplimiento de las obligaciones
contraídas en los contratos de privatización de YPF.
Gracias a esta negligencia
oficial, sobre cuyas (malas) razones preferimos, por ahora, no expedirnos,
Repsol pudo explotar los yacimientos conocidos, y hacerlo de mala manera, sin cuidarlos
como se debe, y sin tener tampoco que preocuparse por tomar los riesgos
financieros que supone la exploración y búsqueda de nuevos mantos petrolíferos
o gasíferos, cosa a la que contractualmente estaba obligada. Pudo también
remitir el 90% de sus utilidades, ante la mirada distraída de los entes
estatales encargados de fiscalizar sus operaciones en la Argentina.
Pudo ocultar operaciones, al punto tal que recién con la
intervención de Repsol-YPF se conoció que había una compañía denominada Repsol
YPF Gas S.A, que se encontraba en poder de Repsol sin que los sagaces ojos de
los funcionarios de diversos entes reguladores de Argentina se hubieran
percatado de ello.
Por eso, cuando la presidenta envió el proyecto de ley
expropiando las acciones de Repsol en YPF no incluyó la de aquella empresa,
cosa que hubo de corregir apresuradamente una vez que la intervención hizo el
anuncio correspondiente.
Esto nos recuerda lo ocurrido cuando, después del paro
petrolero que PDVSA hizo en contra del Gobierno de Chávez y producida la
intervención de la firma, los venezolanos se enteraron de que esa empresa
estatal era la ignota propietaria de la cadena de gasolineras CITGO, con unas
6.000 bocas de expendio en EEUU.
Estas prácticas de ocultamiento, fuga de
capitales, evasión fiscal, incumplimiento de obligaciones contractuales son
corrientes en el mundo de las grandes compañías. Y ocurren porque los gobiernos
consienten este tipo de conductas. De otro modo sería imposible.
El Gobierno argentino tiene razones muy fundadas para
avanzar sobre Repsol. Pero esto es apenas un primer -y tibio- paso, porque la
crisis energética de Argentina, y de la cual Repsol es altamente corresponsable,
no se solucionará con las medidas tomadas. Hay que ir mucho más a fondo. No se
entiende por qué no se expropian todas las acciones, incluyendo las de los
argentinos nucleados en el Grupo Petersen, una suerte de proto-burguesía
nacional inventada con malas artes por el kirchnerismo y cuyos resultados
fueron desastrosos.
Además, dado que Repsol-YPF representa el 30% de la
producción hidrocarburífera de Argentina, ¿qué se va a hacer con el 70%
restante? ¿O es que se piensa, erróneamente, que las otras empresas actúan con
patrones de moralidad y eficiencia superiores a la de la española? ¿O que la crisis
energética se solucionará actuando solo sobre Repsol-YPF?
Como se puede apreciar, son muchas las críticas que se
pueden formular a la iniciativa de la Casa Rosada. Pero, de lo que no cabe
ninguna duda es que no se debe identificar a España con Repsol. Para nosotros
España son los versos de Machado, Alberti, Hernández, García Lorca; la pintura
de Picasso y la tragedia de Guernica, fabulosamente retratada por su pincel; es
Manuel de Falla y Pablo Casals, o la filosofía de Sacristán Luzón, Sánchez
Vázquez y el humanismo de Roces, Gaos, Imaz. Y entre quienes están entre
nosotros, la excelsa pluma de don Alfonso Sastre, la de él y su sombra, a cuál
más incisiva.
Eso es España para los argentinos. Y no la picaresca
ramplona de lobistas como Felipillo o Aznar, el siniestro ascetismo de Escrivá
y Balaguer, o la obra, la obra de verdad que impulsa el Opus Dei, de los
saqueadores profesionales que se lanzaron a la reconquista de América a caballo
del tsunami neoliberal que asoló nuestras costas desde mediados de los ochenta,
expertos en vaciar empresas, fugar capitales y corromper políticos y
periodistas.
Tenemos una larga lucha por delante. Los pueblos de España y
de América Latina y el Caribe debemos ser conscientes de que tenemos los mismos
enemigos. Los que destruyen la legislación laboral y provocan paro y
empobrecimiento en el Estado español son los mismos que han provocado el
holocausto social y ecológico que hoy padecen los países de este lado del
Atlántico.
Atilio A. Boron es
director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias
Sociales (PLED) del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
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