¿BARATA, LIMPIA,
PACÍFICA Y SEGURA?
Escribe
SALVADOR
LÓPEZ ARNAL (*)
Fuente:
“Rebelión”
30 de
mayo 2012
(*) SALVADOR LÓPEZ ARNAL (Barcelona, 1954) es profesor-tutor de
Matemáticas de la UNED y profesor de informática de ciclos formativos en el IES
Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet Profesor
de Física e Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Catalunya. Escritor,
es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de “Casi todo lo que usted desea
saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud”.Periodista,
Colaborador de rebelión y de otras páginas alternativas de la red
El gran
científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré recordaba recientemente un chiste de hace unos treinta años, una broma que supuestamente iba en serio,
tenía marchamo científico. Sus autores y divulgadores: publicistas, consejeros
aúlicos e ingenieros a sueldo de la industria nuclear, o incluso fanáticos
atómicos, que de todo hay en los ámbitos de la industria de la fisión nuclear.
Era tan probable, decían y aseguraban con voz enérgica de expertos, que se
produjera un accidente nuclear como que un meteorito chocase contra la Tierra. Nada,
nada de nada. En la praxis -decían para lucirse-, un imposible tecnológico.
Llegaron a cuantificar la probabilidad: 1/100.000, es decir, 0,00001, como la
lotería española más o menos.
Luego,
vino lo que vino, la fusión parcial del núcleo del reactor de Three Mile Island
en USA, en 1979 (recuerden “El síndrome de China”). Las voces de la publicidad
y la seguridad nucleares callaron. El resto, por el momento, fue silencio.
Chernobil |
Al
poco, pasado el tiempo, de nuevo la misma canción entonada con fuertes decibelios:
segura más que segura. Pero, por ir rápidos, vino Chernóbil, siete años
después. De nuevo el paisaje se pobló de silencio tras un desastre nuclear de
esas características.
Durante
estos últimos veinticinco años, olvidándose de accidentes de aquí y allá, cosa
menor decían, de nuevo se ha insistido con la misma gastada canción: barata
(¿barata sumando todas las “externalidades”?), limpia (¿limpia teniendo en
cuenta todo el ciclo industrial?), pacífica (¡es un chiste para estúpidos y
cínicos!) y segura-muy segura.
Tras
Fukushima, tras el que seguramente ha sido la mayor hecatombe de la industria
nuclear hasta el momento, las voces, en general, no todas, callaron de nuevo y
aseguraron la realización de pruebas y más pruebas de seguridad. Alemania, la
potente Alemania, la dominadora de la Europa del euro, incluso ella, ha
apostado por el abandono de la era atómica. No parece que pueda haber cambios,
la decisión parece confirmarse. Eso sí, quedarán residuos y desmantelamientos
de centrales. No es poca cosa desde luego. ¿Conocen otra industria con esos
“efectos colaterales, con esos restos de funcionamiento?
La
última e importante noticia tiene que ver también con Alemania, pero no con
Merkel sino con algo mucho más importante, con el Instituto Max Plank. Ha informado
de ello Alicia Rivera en el diario matutino monárquico y global. “Un accidente
nuclear catastrófico como los de Fukushima o Chernóbil puede producirse en
algún lugar del mundo una vez cada 10 o 20 años, lo que significa una
probabilidad 200 veces superior a las estimaciones realizadas en Estados Unidos
en 1990” [2]. ¡Cada 10 o 20 años, pensemos bien la horquilla! ¡Doscientos veces
superior a las estimaciones anteriores!
¿Conocen
casos parecidos de errores de estimación de ese orden en otros ámbitos científicos?
Es uno
de los resultados de un estudio dirigido por Jos Lelieveld, director del muy
prestigioso Instituto Max Planck de Química. Los nuevos cálculos, además, están
hechos partiendo del número de reactores nucleares para usos civiles que están
operativos actualmente, en torno a 440 o tal vez menos. Pero los científicos
que han realizado el estudio advierten, con toda razón y razones, que otros 60
reactores más están en construcción. El peligro, por tanto, se incrementa en un
14% o en un porcentaje mayor.
Han
calculado también que Europa Occidental, donde la densidad de reactores es
alta, pensemos en Francia por ejemplo, o incluso en Inglaterra, puede sufrir
cada 50 años un episodio de contaminación grave por cesio-137. Los
investigadores, a la vista de los resultados obtenidos, piden que se realicen
análisis y evaluaciones con profundidad de los riesgos asociados a las plantas
nucleares. No es para menos. La cuestión: quien controla adecuadamente esas
pruebas y su coste. ¿Quién lo asumirá? ¿El Estado al servicio de la industria
privada de nuevo?
Los
cálculos realizados para determinar la probabilidad de fusión del núcleo de un
reactor con emisión al exterior en el mundo (cuatro hasta el momento), señala
la periodista del diario global-imperial, “se basan en el número total de horas
de operación de los reactores nucleares existentes desde su puesta en
funcionamiento”. El informe, además, no tiene en cuenta la fusión del núcleo de
Three Mile Island. Fue una fusión parcial, no total, del núcleo. No ha entrado
en las cuentas.
El
trabajo ha sido publicado en Atmospheric Chemistry and Physics. Los resultados
indican además que, de media, solo el 8% de las partículas contaminadas se
depositan en el suelo en un área de 50 kilómetros alrededor del accidente nuclear,
el 50% supera un radio de 1.000 kilómetros y, aproximadamente, un 25% llegará
más lejos de 2.000 kilómetros. Es el internacionalismo geográfico del desastre
nuclear, un mundo sin fronteras ni estados.
Nagazaki |
Al
combinar estos datos con la distribución geográfica de los reactores en
operación, Rivera destaca que los investigadores han concluido que si se
produjese la fusión de un reactor nuclear en Europa Occidental resultarían
afectados unos 28 millones de personas -más de la mitad de la población
española, casi la mitad de la francesa- por contaminación de más de 40
kilobequerelios por metro cuadrado. Ni más ni menos. En el sur de Asia, debido
a la alta densidad de población, serían 34 millones, y en el este de Estados
Unidos, entre 14 y 21 millones. No es para echarse a reír de alegría.
¿Esta
es la energía del futuro? ¿A ella debemos echar todos nuestros dados? ¿Por esta
industria, con tales riesgos, deben apostar nuestras sociedades? ¿O se trata
más bien de un disparate fáustico cubierto de prendas publicitarias falaces que
prometen luz y más luz donde, básicamente, hay mucho riesgo de tinieblas y más
tinieblas?
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