SEMILLAS,TIERRAS Y EL AGUA:
EL ACAPARAMIENTO TOTAL (1)
Escribe
GUSTAVO
DUCH GUILLOT (*)
Columnista
de
“La
Jornada” de México
26 de
mayo 2012
.
(*)
GUSTAVO DUCH GUILLOT (1965,
Barcelona) licenciado en Veterinaria y Postgrado en Dirección de Empresas.
Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. Ha sido
director de Veterinarios Sin Fronteras. Integra Consejo Científico de ATTAC.
Escribe en importantes medios alternativos del continente. Columnista en”La
Jornada” de Mexico.
.
Primero
fue el control de las semillas. Las grandes corporaciones sabiendo que son ‘el
principio de la vida’ y ávidas por dominar la vida de todas y todos se lanzaron
al control de un bien común que las haría poderosas. Muchas fueron las
estrategias: patentaron la vida; hicieron desaparecer muchas variedades
autóctonas con suposiciones productivistas; engendraron simientes estériles que
se llaman híbridas o transgénicas; engullen a las pequeñas empresas locales de
semillas; o financian el Arca de Noé en el Polo Norte, donde las preservan
[para ellas] en un gran banco de germoplasma.
Un
control que en pocos años ha alcanzado la categoría de acaparamiento. Como
explican los estudios de ETC Group sólo entre tres empresas se reparten la
mitad del mercado global de las semillas comerciales (Monsanto con una cuarta
parte ella sola) siendo prácticamente las mismas empresas que dominan el polo
opuesto: los pesticidas, herbicidas o plaguicidas, en definitiva ‘el final de
la vida’.
Cifras
similares de acaparamiento las encontramos si analizamos el poder corporativo
en otros segmentos de la producción agroalimentaria, como los fertilizantes; la
silvicultura; la comercialización de los granos básicos; la genética; la
industria farmacéutica veterinaria y la producción animal; o el procesamiento y
distribución de los alimentos.
Pero no
es suficiente manjar para tantas tragaderas y en los últimos latidos de un
capitalismo que se desmorona, buscan asegurar sus inversiones en nichos ‘a
prueba de bombas’. Así hemos visto, y ha sido ampliamente denunciado por GRAIN,
como en la última década ha brotado un impulso irrefrenable por el
acaparamiento global de tierras. Disponer el capital como dispone actualmente
(y sigue creciendo) entre unos 60 y 80 millones de hectáreas de tierra fértil
significa administrar para su beneficio millones de toneladas de biomasa
vegetal, convertida en alimentos, agrocombustibles o madera, así como otros
recursos minerales ciertamente estratégicos.
El
acaparamiento de tierras se extiende fundamentalmente por África pero también
por otros lugares generando violentos conflictos como en Honduras o Colombia
con decenas de personas campesinas muertas en la defensa de sus tierras; o en
Andalucía (España), donde recientemente campesinos y campesinas sin tierra han
sido desalojados de una finca pública que ocuparon para evitar su venta
especulativa.
Pero no
hemos acabado aquí. Un elemento estratégico falta para quien quiera ‘controlar’
el mundo, el agua dulce, pues sin ella es imposible la producción de alimentos,
y la producción de negocios. La conquista por el agua camina de la mano del
acaparamiento de tierras recién explicado. De hecho leyendo en un nuevo informe
de GRAIN al respecto las declaraciones de Peter Brabeck-Letmathe, presidente y
ex director general de Nestlé, las compras en realidad no son de tierra, sino
«del libre acceso al agua que con ellas se consigue». Ciertamente, en dicho
informe se analiza muy bien como la mayoría de las adquisiciones de tierras que
se están dando en estos últimos años se corresponden con tierras que pueden
acceder a buenos acuíferos y sobretodo a cuencas de importantes ríos como el
Níger, el Senegal o el Nilo.
Los
discursos en defensa de esta apropiación ya los conocemos, utilizamos tierras y
aguas que la gente no aprovecha para grandes plantaciones o cultivos que
generarán desarrollo. Pero la historia de estos megaproyectos, la realidad de
estas superplantaciones ligadas a la exportación, sabemos que no reporta
beneficios a la población local. Hay demasiados ejemplos para ilustrarlo.
El
acaparamiento de agua, además de ser un expolio que debe denunciarse y
detenerse, acrecienta el problema de acceso directo al agua de muchos miles de
familias campesinas, mermando sus posibilidades de vida pues estos proyectos se
localizan en cabeceras o puntos estratégicos de los cauces. Pero surge un nuevo
problema, el modelo intensivo de agricultura que se desarrollan para estos
cultivos comerciales, así como los propios cultivos seleccionados para esas
zonas, y el exigir a la tierra que esté en cosecha permanente
(independientemente de lo que dicte el cielo y las lluvias) significa que todas
esas nuevas zonas de cultivo ‘conquistadas’ a la población local van a poner en
grave riesgo un sistema hídrico delicado que sólo con la sabiduría comunitaria
se ha podido mantener. Es como dice GRAIN, un suicidio hídrico.
Semillas
para producir intensivamente, tierra para producir intensivamente, agua para
regar intensivamente en manos de unos pocos fondos de inversión para acumular
capital intensivamente, es la peor de las pesadillas.
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