¿QUIÉN SE LLEVA SUS TIERRAS?
Escribe
AMAIA
ARTETA(*)
Fuente:
Revista”Capital”
Madrid
31 de
mayo 2012
.
(*) AMAIA ARTETA (España, 1962) Licenciada en Periodismo por la Universidad de
Navarra y también licenciada en Comunicación Audiovisual. Ha trabajado durante
los últimos ocho años en Madrid en medios de prensa escrita, radial y de TV.
La
realidad nos tiene tan ocupados (y preocupados) con la prima de riesgo, la
crisis que se cierne sobre nuestras cabezas, el paro galopante y el hundimiento
de nuestros bancos, que a veces nos olvidamos de que el mundo sigue girando y
de que, allende nuestras fronteras, pasan cosas. Algunas tan preocupantes, o
más, como la crisis de nuestro mundo desarrollado.
Escribo
esto porque hace tiempo que vengo recibiendo información de La Vía Campesina,
un movimiento que aglutina a más de 200 millones de pequeños agricultores y
ganaderos de todo el mundo y que proclama la soberanía alimentaria. O dicho de
otra forma: que nadie les quite la tierra que pisan, trabajan y de la que
viven.
Esté
fenómeno, el acaparamiento de tierras, no suele ocupar mucho espacio en
nuestras preocupadas y ocupadas vidas. Aquí si uno quiere mirar siempre
encontrará un artículo aquí (The Economist: “Cuando otro roban su tierra”) y
otro allí (El País: “Nos están robando la comida las multinacionales”) que
pongan algo de luz.
Así, de
este goteo de información nace este post. Para los que no lo sepan –era mi caso
hasta que me puse a leer sobre el tema–, se estima que unos 80 millones de
hectáreas en el mundo han sido objeto de negociación –bien mediante
arrendamiento, concesión o compra– por parte de un inversor extranjero, según
datos de la ONG Coalición Internacional de la Tierra. De la superficie total,
más de la mitad está en África. Otros informes, como uno del Banco Mundial de
hace un par de años, reducen la cifra a 57 millones de hectáreas.
Sea el
número que sea, la cantidad es sobrecogedora. En un reciente informe, la ONG
Grain detalla algunos datos. 2,7 millones de hectáreas en Mozambique y Sudán,
respectivamente; 5,6 millones en Sudán del Sur; 3,6 millones en Etiopía;
670.000 hectáreas en el Congo… Y lo mismo al otro lado del Atlántico: 18
millones de hectáreas en Argentina; 4 millones en Brasil… Ni el propio Estados
Unidos se salva del fenómeno –se cifra en 6 millones las hectáreas en manos de
inversores extranjeros–.
“El
acaparamiento de tierras es un fenómeno histórico en el tiempo, lo que ha
cambiado es el ritmo al que suceden las cosas y la indefensión de los pueblos.
En la última década, la especulación financiera ha llegado a los alimentos y
cada vez hay más desigualdad y hambre en el mundo”, denuncia Javier Sánchez,
portavoz en España de La Vía Campesina. Fondos soberanos chinos, rusos y
árabes; fondos de inversión y hasta fondos de pensiones como el californiano
CalPERS o el sueco Elcta están detrás de estas compras masivas, así como una
maraña de empresas difícil de descubrir.
Pero lo
que sobrecoge más son las prácticas abusivas para conseguir esas tierras –les
recomiendo que lean los artículos citados–. “En Mozambique no está permitida la
propiedad privada pero se están produciendo arrendamientos a noventa años a
precios de risa”, añade Sánchez.
Hasta
el propio Banco Mundial señalaba en su informe que “la adquisición de tierras
está provocando serias preocupaciones sobre el incumplimiento de los derechos
locales y otros problemas” e incluso reclamaba que desaparezca “el velo de
secretismo que generalmente rodea a estos acuerdos para que no sean los pobres
lo que al final paguen el alto precio de perder su tierra”.
Aunque esta institución no se salva de las
críticas de estos activistas, que consideran a Banco Mundial parte del
engranaje, otorgando capital y garantías a estos inversores multinacionales –
The Guardian: Ciritcan que las ayudas del Banco Mundial facilitan el
acaparamiento de tierras en África–. “Lo peor es que hay mecanismos del Banco
Mundial que camuflan este movimiento como inversión responsable”, se lamenta
Sánchez.
Luego,
la tierra se destina a exportar alimentos a las naciones ricas o a cultivar
biocumbustibles –casi el 40% de la producción de trigo en Estados Unidos es
para fabricar etanol–. Pero, a veces, es en sí misma una rentable inversión por
sus recursos naturales –¿se acuerdan de la batalla por el coltán en el Congo?–.
La Vía
Campesina, Grain, la Coalición Internacional de la Tierra y más asociaciones
van a llevar sus denuncias a la próxima cumbre sobre el desarrollo sostenible
Rio+20 a finales de junio. Mientras aquí les dejo un pequeño testimonio del
reciente informe de Grain de lo que está
pasando más allá de nuestro deprimido ombligo.
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