GUERRA POR LA CONQUISTA
DE LA REALIDAD GLOBAL
Escribe
EDGAR
BORGES (*)
Desde
España: Especial para
ARGENPRESS CULTURAL)
16 de
junio de2012
(*) EDGAR BORGES
(Caracas, 1966) es autor de novelas, relatos, crónicas y obras de teatro. La
literatura de Edgar Borges, que según el propio escritor "observa los
detalles invisibles que acompañan lo cotidiano", ha originado diversos
estudios. La publicación de sus libros ha despertado la atención de importantes
intelectuales. Edita desde 1992 en América Latina y Europa. Colabora en
importantes medios.
Los
acontecimientos de la historia (la no historia), a partir de los años 80 del
siglo XX, parecen el guión de una película calculada como lección de (sub) vida
para las mayorías. No obstante, si bien el guión se ha estado desarrollando,
desde diferentes escenarios, desde mucho antes, en la segunda década del siglo
XXI la trama de la globalización avanza hacia la instauración de una realidad
asfixiantemente cierta.
El clan
que maneja el poder global ha tendido redes para que la humanidad llegara a la
encrucijada donde se encuentra. El carnaval del ruido (des) informativo; la
estupidez como norma de ley social (no eres “ligero” no existes); la
rentabilización de la vida; la derrota del humanismo; el sin sentido de la
política; la quiebra de los países; la saturación de las opiniones; la muerte
de las voluntades. Hilos invisibles que, sobre la Madre Tierra, tejieron los
amos del mundo ante nuestra ceguera aprendida.
No fue
apocalíptico asegurar (hace algún tiempo) que detrás del entramado de la
tecnología se escondía la intención fundamentalista de desmovilizarnos para
secuestrar los recursos de la tierra. Hoy, y cada vez más, los individuos se
conforman con jugar a “vivir” desde las redes sociales; muchos creen que desde
internet surgirá la rebelión que cambiará la historia de este rodaje invisible.
Internet podría tener importantes ventajas (de hecho las tiene), solo que el
objetivo estratégico de los poderes que manejan su entramado es otro.
Distanciarnos
de la realidad que nos están levantando en el afuera. Un encierro virtual que
podría convertirse en auténtico (sin posibilidad de regreso); una cápsula de
intenciones donde se reproducen los gritos de la industria del ruido. En
internet, con la reproducción del guión que condiciona el afuera, es otra forma
(más individual pero igualmente masiva) de extender la realidad del poder. Y
entre el ruido (que circula con un extraño silencio que sabe a extravío) se
pierden las propuestas que debaten nuevas realidades socioculturales.
Realidad,
cuánto nos ha costado entender que el poder, hoy, en esta Gran Guerra Mundial,
lo que se juega es la construcción de una (su) realidad global. Una forma de
realidad impuesta por encima de todas las realidades locales e individuales. Un
traje mundial hecho a la medida de una dictadura financiera. El clan de siempre
fundó esta historia, su historia, la historia que nosotros, peones útiles de la
realidad que otros diseñan, hemos aceptado (des) vivir desde las gradas.
¿Qué
hacer? Es la pregunta obligada en medio de las no respuestas y de las noticias
diarias (que como dogmas) nos venden el infierno en la tierra (no hay salida; no
hay futuro; el camino hacia el paraíso ya fue cerrado). La (s) respuesta (s) no
podrá construirse mientras no se asuma que radicalmente los escenarios y las
formas de la guerra cambiaron. Las armas de hoy (de sometimiento intelectual)
van dirigidas al aislamiento del uno con el todo; derecha e izquierda son
apéndices (a veces sin saberlo) del mando invisible que rebasó toda lógica
política…
Que
nadie se equivoque, el sistema no se está cayendo solo, el sistema se está
demoliendo a sí mismo ante el colapso de su funcionamiento y con la firme
intención de establecer una nueva forma de explotación aún mucho más férrea y
mundial. He ahí la mutación que está poniendo en práctica el capitalismo; he
ahí la realidad global que se está instaurando. Por la construcción de esa
realidad única y potencialmente imposible de vencer es que hoy se libra esta
gran batalla. Entre el miedo y la desmovilización nos han conquistado.
Entre
el aceptar (lo que hay) y no idear (lo que debería haber) hemos arribado a la
derrota. Se hace necesario (y urgente) el surgimiento de una nueva forma de
humanismo que, desde todos los planos sociales, trabaje (en tiempo actual pero
con la conciencia cósmica de siempre) para introducir en la guerra otra vía de
realidad. Otra cultura, otra política, otra economía, otra sociedad, sólo será
posible si en una acción de urgente rebeldía cada uno de nosotros firma su
carta de renuncia al sistema.
Y no se trata de un tratado de intenciones
sino de aptitudes que aporten respuestas cotidianas y mínimas al dilema global.
El dilema global es un invento de otros (el clan); ser uno el demoledor de su
propia (falsa) realidad no sería mala idea para iniciar la respuesta. Nos
vencieron haciéndonos parte reaccionaria del sistema; sólo podríamos aspirar
una liberación colectiva desde una liberación individual que nos aproxime (de
nuevo) al espacio-tiempo de nuestra verdadera naturaleza.
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