martes, 12 de junio de 2012

Miércoles 13 de junio 2012 – KRUGMAN TAMPOCO ABOGA POR TRANSFERIR IMPUESTOS DEL TRABAJO A LA PROPIEDAD


LAS ANTEOJERAS ECONÓMICAS 

DE PAUL KRUGMAN

Escribe
MICHAEL HUDSON (*)
Fuente “Sin Permiso”
11 de junio 2012  
.
(*) MICHAEL HUDSON (EE UU) Ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios  En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire. El nuevo libro de Michael Hudson, que resume sus teorías económicas," The Bubble and Beyond" estará disponible en pocas semanas.
.
Paul Krugman es objeto de gran aprecio por sus columnas del New York Times en las que critica las exigencias republicanas de austeridad fiscal. Con razón, argumenta que recortar el gasto público empeorará la depresión económica en la que estamos hundiéndonos. Y pese a su politiqueo partidista con los demócratas, avisó desde un principio en 2009 de que el modesto programa anticíclico del presidente Obama no era lo bastante audaz como para espolear la recuperación.

Estos son los temas de su nuevo libro, End This Depression Now. [Acabad ya con esta crisis, Crítica, Barcelona, 2012] Al viejo estilo keynesiano, cree que la solución a la insuficiente demanda del mercado es que el gobierno gestione mayores déficits presupuestarios. Debería empezar a conceder subvenciones, compartiendo ingresos, de 300.000 millones de dólares anuales a los estados y poblaciones cuyos presupuestos se han visto reducidos por la caída  de los impuestos sobre la propiedad y la ralentización económica general.

Todo esto es una buena idea por lo que a eso respecta. Pero Krugman se detiene aquí, como si fuera eso todo lo que se necesita hoy en día. De modo que lo que ha hecho básicamente es entrar en liza con pigmeos intelectuales. Con ello se rebaja su argumentación y distrae en realidad de lo que se necesita para evitar la depresión financiera y fiscal de la que avisa. 

Este es el problema: para centrar la argumentación en contra de los “austerianos” que abogan por el equilibrio fiscal, Krugman espera que los economistas dejen de distraer la atención hablando de lo que él juzga no necesario. No parece necesario reducir las deudas, por ejemplo. Todo lo que hace falta es disminuir las tasas de interés de las deudas ya existentes, permitiendo que se mantengan. 

Krugman tampoco aboga por transferir impuestos del trabajo a la propiedad. Lo que implica es que California puede permitirse su Proposición #13, la congelación de impuestos sobre la propiedad comercial y viviendas en los niveles de hace ya mucho tiempo, que ha estrangulado fiscalmente al estado y ha conducido a una explosión de los precios de la vivienda apalancados por la deuda, dejando sin tributar el valor inmobiliario y por tanto con libertad para comprometerlo con los bancos en préstamos sobre hipotecas cada vez mayores, en lugar de que se pague a las autoridades públicas.

No hay atisbo en el periodismo de  Krugman de la necesidad de invertir la transferencia tributaria del sector inmobiliario y financiero (al trabajo y los impuestos sobre ventas), salvo para reponer una fiscalidad un poco más progresista.

El efecto de las sugerencias de Krugman consiste en que el gobierno subvencione las estructuras financieras y fiscales existentes, dejando intactas las deudas e ignorando un sistema tributario en gran medida regresivo, injusto e ineficiente. Es injusto porque las ganancias de los ricos, y lo que es aun peor, las ganancias derivadas del precio de sus activos (del “capital”) tributan a tasas inferiores y están plagadas de lagunas y saldos fiscales. 

Los opulentos se benefician de las ganancias inesperadas que conlleva la inversión pública en infraestructuras por la que aboga Krugman, pero ni una palabra respecto a la recuperación pública de esta inversión. Los gobiernos pueden desde luego crear su propio dinero como alternativa a la tributación, pero algunos impuestos – sobre todo sobre ganancias inesperadas, como el valor de un emplazamiento inmobiliario como resultado de la inversión pública en carreteras u otras formas de transporte público– se justifican simplemente sobre la base de la justicia económica.

De modo que es importante hacer notar que Krugman no encara estas cuestiones que antaño desempeñaban un papel tan importante en la política del Partido Demócrata, antes de que la facción de Wall Street consiguiera hacerse con el control por medio del proceso de financiación de la campaña, antes incluso del caso Citizens United [que permite contribuciones sin límite]. 

Durante más de un siglo, los economistas han reconocido la necesidad de que la reforma fiscal y financiera fuesen de la mano. La incapacidad de proceder a una reforma conjunta ha conducido al sector bancario y financiero – junto a su base principal de clientes, el sector inmobiliario – a achicar los impuestos sobre la propiedad y  “liberar” la economía con impuestos de modo que el ingreso se pueda comprometer con los bancos conforme los intereses llevan préstamos mayores. El efecto termina consistiendo en cargar la economía en toda su extensión con deuda privada y pública.

De acuerdo con la lectura de Krugman, no hace falta reducir las deudas privadas o aumentar la eficacia del sistema fiscal. Se ha de subvencionar mejor, principalmente mediante un crédito bancario más fácil y mayor gasto público. De modo que me temo que su libro podría haberse subtitulado “Cómo puede salir la economía de la deuda a base de pedir prestado”. Eso es lo que hacen los déficits presupuestarios: se añaden a la deuda general. En Europa, donde no hay un banco central al que se le permita monetizar el gasto del déficit, esto paga intereses a las transferencias a los tenedores de bonos (y sus descendientes).

En los Estados Unidos, la Reserva Federal puede monetizar su endeudamiento, pero el efecto viene a ser subvencionar el servicio de la deuda nacional. Krugman se muestra censorio respecto a la cuestión de la deuda en el último mes, más o menos. En su columna del último viernes en el New York Times, escribió: 

“Cada vez que algún político o entendido de los que se dan importancia empiece a perorar sobre cómo los déficits suponen un gravamen para la siguiente generación, recuerden que el mayor problema al que se enfrentan los jóvenes norteamericanos de hoy no es el peso futuro de la deuda”.[1] 

Por desgracia, la incapacidad de Krugman de contemplar el problema económico de hoy como una cuestión de deflación de la deuda refleja su fracaso (que sufre la mayoría de los economistas, a buen seguro) a la hora de reconocer la necesidad de reducciones de la deuda, de reestructurar el sistema bancario y financiero, y de volver a transferir los impuestos del trabajo a las ganancias de propiedad, renta económica y precios de activos  (SACADO de CONTEXTO))        
.
ESTE ES EL INICIO DE UN IMPORTANTE  Y EXTENSO MATERIAL en el que  MICHAEL HUDSON analiza el último libro de PAUL KRUGMAN. Tiene una posición muy crítica sobre teorías de Krugman referida a la crisis financiera. Es una puesta a punto en general, de la actual situación, en el enfoque de HUDSON, es claro.
       NOTA COMPLETA SE HALLA EN ESTE ENLACE:      

No hay comentarios: