LAS ANTEOJERAS ECONÓMICAS
DE PAUL KRUGMAN
Escribe
MICHAEL
HUDSON (*)
Fuente
“Sin Permiso”
11 de
junio 2012
.
(*) MICHAEL
HUDSON (EE UU) Ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y
bienes inmobiliarios En 1990 colaboró en el
establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder
Stevens & Clark. Distinguido profesor investigador en la Universidad de
Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos
Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire. El nuevo libro de
Michael Hudson, que resume sus teorías económicas," The Bubble and Beyond" estará disponible en pocas semanas.
.
Paul
Krugman es objeto de gran aprecio por sus columnas del New York Times en las
que critica las exigencias republicanas de austeridad fiscal. Con razón,
argumenta que recortar el gasto público empeorará la depresión económica en la
que estamos hundiéndonos. Y pese a su politiqueo partidista con los demócratas,
avisó desde un principio en 2009 de que el modesto programa anticíclico del
presidente Obama no era lo bastante audaz como para espolear la recuperación.
Estos
son los temas de su nuevo libro, End This Depression Now. [Acabad ya con esta
crisis, Crítica, Barcelona, 2012] Al viejo estilo keynesiano, cree que la
solución a la insuficiente demanda del mercado es que el gobierno gestione
mayores déficits presupuestarios. Debería empezar a conceder subvenciones,
compartiendo ingresos, de 300.000 millones de dólares anuales a los estados y
poblaciones cuyos presupuestos se han visto reducidos por la caída de los impuestos sobre la propiedad y la
ralentización económica general.
Todo
esto es una buena idea por lo que a eso respecta. Pero Krugman se detiene aquí,
como si fuera eso todo lo que se necesita hoy en día. De modo que lo que ha
hecho básicamente es entrar en liza con pigmeos intelectuales. Con ello se
rebaja su argumentación y distrae en realidad de lo que se necesita para evitar
la depresión financiera y fiscal de la que avisa.
Este es
el problema: para centrar la argumentación en contra de los “austerianos” que
abogan por el equilibrio fiscal, Krugman espera que los economistas dejen de
distraer la atención hablando de lo que él juzga no necesario. No parece
necesario reducir las deudas, por ejemplo. Todo lo que hace falta es disminuir
las tasas de interés de las deudas ya existentes, permitiendo que se
mantengan.
Krugman
tampoco aboga por transferir impuestos del trabajo a la propiedad. Lo que
implica es que California puede permitirse su Proposición #13, la congelación
de impuestos sobre la propiedad comercial y viviendas en los niveles de hace ya
mucho tiempo, que ha estrangulado fiscalmente al estado y ha conducido a una
explosión de los precios de la vivienda apalancados por la deuda, dejando sin
tributar el valor inmobiliario y por tanto con libertad para comprometerlo con
los bancos en préstamos sobre hipotecas cada vez mayores, en lugar de que se
pague a las autoridades públicas.
No hay
atisbo en el periodismo de Krugman de la
necesidad de invertir la transferencia tributaria del sector inmobiliario y
financiero (al trabajo y los impuestos sobre ventas), salvo para reponer una
fiscalidad un poco más progresista.
El
efecto de las sugerencias de Krugman consiste en que el gobierno subvencione
las estructuras financieras y fiscales existentes, dejando intactas las deudas
e ignorando un sistema tributario en gran medida regresivo, injusto e
ineficiente. Es injusto porque las ganancias de los ricos, y lo que es aun
peor, las ganancias derivadas del precio de sus activos (del “capital”)
tributan a tasas inferiores y están plagadas de lagunas y saldos fiscales.
Los
opulentos se benefician de las ganancias inesperadas que conlleva la inversión
pública en infraestructuras por la que aboga Krugman, pero ni una palabra
respecto a la recuperación pública de esta inversión. Los gobiernos pueden
desde luego crear su propio dinero como alternativa a la tributación, pero
algunos impuestos – sobre todo sobre ganancias inesperadas, como el valor de un
emplazamiento inmobiliario como resultado de la inversión pública en carreteras
u otras formas de transporte público– se justifican simplemente sobre la base
de la justicia económica.
De modo
que es importante hacer notar que Krugman no encara estas cuestiones que antaño
desempeñaban un papel tan importante en la política del Partido Demócrata,
antes de que la facción de Wall Street consiguiera hacerse con el control por
medio del proceso de financiación de la campaña, antes incluso del caso
Citizens United [que permite contribuciones sin límite].
Durante más de un
siglo, los economistas han reconocido la necesidad de que la reforma fiscal y
financiera fuesen de la mano. La incapacidad de proceder a una reforma conjunta
ha conducido al sector bancario y financiero – junto a su base principal de
clientes, el sector inmobiliario – a achicar los impuestos sobre la propiedad
y “liberar” la economía con impuestos de
modo que el ingreso se pueda comprometer con los bancos conforme los intereses
llevan préstamos mayores. El efecto termina consistiendo en cargar la economía
en toda su extensión con deuda privada y pública.
De
acuerdo con la lectura de Krugman, no hace falta reducir las deudas privadas o
aumentar la eficacia del sistema fiscal. Se ha de subvencionar mejor,
principalmente mediante un crédito bancario más fácil y mayor gasto público. De
modo que me temo que su libro podría haberse subtitulado “Cómo puede salir la
economía de la deuda a base de pedir prestado”. Eso es lo que hacen los
déficits presupuestarios: se añaden a la deuda general. En Europa, donde no hay
un banco central al que se le permita monetizar el gasto del déficit, esto paga
intereses a las transferencias a los tenedores de bonos (y sus descendientes).
En los
Estados Unidos, la Reserva Federal puede monetizar su endeudamiento, pero el
efecto viene a ser subvencionar el servicio de la deuda nacional. Krugman se
muestra censorio respecto a la cuestión de la deuda en el último mes, más o
menos. En su columna del último viernes en el New York Times, escribió:
“Cada
vez que algún político o entendido de los que se dan importancia empiece a
perorar sobre cómo los déficits suponen un gravamen para la siguiente
generación, recuerden que el mayor problema al que se enfrentan los jóvenes
norteamericanos de hoy no es el peso futuro de la deuda”.[1]
Por desgracia, la
incapacidad de Krugman de contemplar el problema económico de hoy como una
cuestión de deflación de la deuda refleja su fracaso (que sufre la mayoría de
los economistas, a buen seguro) a la hora de reconocer la necesidad de reducciones
de la deuda, de reestructurar el sistema bancario y financiero, y de volver a
transferir los impuestos del trabajo a las ganancias de propiedad, renta
económica y precios de activos (SACADO de CONTEXTO))
.
ESTE ES EL INICIO DE UN IMPORTANTE Y EXTENSO MATERIAL en el que
MICHAEL HUDSON analiza el último libro de PAUL KRUGMAN. Tiene una
posición muy crítica sobre teorías de Krugman referida a la crisis financiera.
Es una puesta a punto en general, de la actual situación, en el enfoque de
HUDSON, es claro.
NOTA
COMPLETA SE HALLA EN ESTE ENLACE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario