REINO DE ESPAÑA:
TRAS EL RESCATE
Antoni Domenech |
Escriben
ANTONI DOMÈNECH (*)
GUSTAVO
BUSTER
DANIEL
RAVENTÓS
Fuente:
“Sin Permiso”
11 de
junio 2012.
(*)ANTONI
DOMÈNECH es el Editor general de SinPermiso. GUSTAVO BÚSTER y DANIEL RAVENTÓS
son miembros del Comité de Redacción de la revista "SinPermiso."
El
grupo de mayor vulnerabilidad de la población española son ya los niños. En
toda la UE, sólo Rumania tiene una proporción mayor de niños que viven por
debajo del umbral oficial de pobreza. Los jóvenes no lo tienen mucho mejor: más
del 50% están en el desempleo, una proporción peor que la de Grecia; los
mejores y más formados, emigran en masa, como sus padres y sus abuelos: a
Alemania, a Inglaterra, a la Argentina. Y el paro a fines de este año, "en
el peor escenario" previsto por los tecnócratas que han diseñado el
rescate del sector financiero español decidido ayer, superaría ampliamente el
25% de la población.
En
plena sintonía con estas malas nuevas, la vicepresidenta del gobierno, Soraya
Sáenz de Santamaría, dejó boquiabierto al auditorio la pasada semana -en la
presentación del último libro de un periodista conservador barcelonés en el
candelero madrileño- confesando como cariacontecida que, en el futuro mundo que
nos preparan, "nuestros hijos vivirán peor que nosotros".
Tal vez
no haya hoy en el planeta lugar mejor que el Reino de España para atestiguar la
quiebra de las eufóricas promesas y de las instituciones de la
"globalización", de la "sociedad de la información", de la
"economía del conocimiento"-esa que habría superado para siempre los
"ciclos económicos"-, de la "sociedad del riesgo", de la
"postmodernidad líquida" y de todos esos eufemismos ridículamente
pomposos con que los peritos en legitimación de turno han venido disfrazando en
las últimas décadas la verdadera contrarrevolución económica, social, política
y espiritual que han venido desplegando los nuevos mandamases del capitalismo
tardío, herederos resucitados de los "monarcas financieros"
combatidos por Roosvelt y de aquellos "rentistas" a los que Keynes recomendó
encarecidamente aplicar la "eutanasia".
La
primera víctima de esa "guerra de clases desde arriba" ha sido, como
en todas las guerras, la verdad. De aquí el triunfo apoteósico de los
eufemismos.
Con esa
mezcla tan suya de gesto firme, paupérrima contundencia adverbial
-"absolutamente"- y dicción insegura y trastabillada, el ministro De
Guindos se empeñó anteayer en otro: no es un "rescate", "en
absoluto", "vamos a ver", "es, es. es. una ayuda
financiera, un préstamo a intereses mucho más bajos, como usted bien sabe, que
los del mercado". Inútilmente: toda la prensa, nacional e internacional,
amiga y menos amiga -que entre bueyes no hay cornadas-, titula en primera
plana: "Rescate del Reino de España".
La
segunda víctima es la democracia, entendida simplemente como predominio
político de la opinión pública de los más. Porque no hay modo de que los menos
impongan políticas abiertamente hostiles a los más. Sobre todo cuando los más
se percatan, como obviamente lo hacen, de la mentira, ya vaya eufemísticamente
vestida y al agravio se sume el insulto. El rescate ha llegado tras negarlo
enfática y repetidamente los dirigentes más importantes del PP: el propio Rajoy
el pasado 28 de mayo, y esta misma semana pasada, el ministro de Hacienda
Montoro, y anteayer mismo, el ministro de Industria, Soria, la vicepresidenta
del gobierno y la irritante secretaria general del partido, la señora de
Cospedal, la del rictus avinagrado.
Cuando
falla el eufemismo, quedan la policía y la "necesidad". De la policía
mucho hay que hablar; la austeridad trae inexorablemente consigo autoritarismo.
Y con ministros del interior de escasa convicción democrática -como el grotesco
Puig en Cataluña, como el exfranquista Fernández Díaz en el gobierno central-,
cosas mucho peores. Por ejemplo, robustecimiento del espíritu de cuerpo y del
fanatismo represor entre los subordinados: se estima que en Grecia el 50% de
las llamadas fuerzas de orden público son ahora mismo votantes del neonazi
grupúsculo Alba Dorada.
Nadie
votó a Zapatero para hacer lo que hizo a partir del 12 de mayo de 2012, pero el
hombrecillo dijo, tan contristado, que lo haría "cueste lo que cueste y me
cueste lo que me cueste". Era "necesario", ¡qué diablos!
Rajoy
se ha empeñado en superarle. No sólo nadie le votó para que negociara un
rescate, sino que se presentó a las elecciones del pasado noviembre con el
explícito mensaje de que sólo él podía evitarlo. Lo cual habría de ser
relativamente fácil, habida cuenta de que todo se reducía a un problema de
"confianza" de los mercados financieros, y para inspirar
"confianza", ahí estaban el chico de Pontevedra y sus amiguetes (como
Rato, mismamente). Ahora ha descubierto la "necesidad", que -como la
"confianza"- vaya usted a saber en qué consiste exactamente, pero que
parece servirle también para salir arbitrariamente del paso y, como a Zapatero,
para ciscarse en sus electores.
Todo
muy quevedesco:
No
olvides que es comedia nuestra vida
y
teatro de farsa el mundo todo
que
muda el aparato por instantes
y que
todos en él somos farsantes.
En unas
declaraciones a la emisora Onda Cero realizadas a fines de mayo, cuando negaba
por fas y por nefás que el sistema financiero español necesitara rescate,
decidió de todas formas curarse en salud, con un buen baño de arbitraria
"necesidad": "haré cualquier cosa que sea necesaria, aunque no
me guste y aunque haya dicho que no lo iba a hacer". Y lo hizo. Con este
resultado: la legitimidad política del gobierno de Rajoy terminó ayer, como la
de Zapatero se hundió irreversiblemente el 12 de mayo de 2012 [1].
¿Quién
decide lo que es "necesario" en un momento dado? La cuestión no tiene
siquiera que ver con la representación democrática (de los intereses de los
más), sino con la representación política tout court. La representación
política fiduciaria de unos intereses ciudadanos -grandes o pequeños- no es un
mandato personal para que el elegido por cuatro años decida por su cuenta y
riesgo qué políticas (le) imponen las cambiantes "necesidades"
interpretadas a su antojo y acomodo.-Eso sería, a lo sumo, usurpación
tecnocrática de la representación política.-
Es, al contrario, un mandato para
desarrollar y poner por obra un programa de gobierno que se supone ex ante
factible y realizable, es decir, un programa que incorpora ya explícitamente y
somete al electorado, si se quiere como restricciones, todos las posibles
"necesidades" (las anankaia de Aristóteles: así de viejo es el
problema). Cuando un programa se revela, por lo que sea, irrealizable, termina
el mandato político legítimo, y el representante no tiene sino cesar o someter
un nuevo programa a una cuestión de confianza ante la ciudadanía.
SE
TRATA DE UN EXTENSO TRABAJO que trata en profundidad el tema de la situación de
la zona euro, la crisis financiera, el presente, el futuro.
LA NOTA COMPLETA LA ENCUENTRA EN ESTE ENLACE :
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