EN EL
DÍA INTERNACIONAL
DE
PUEBLOS INDÍGENAS
(QUE NO
TE LLAME ETNIA)
Ollantay
Itzamná
SurAmèrica
Press-Suecia
9 de
agosto de 2012
Publicó
“Rebelión”
Desde
1994, año en el que las Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 9 de
agosto como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en diferentes
lugares del mundo se conmemora esta fecha con diversas actividades folclóricas.
Como en otras fechas, dichas actividades están preñadas de racismo inocente,
mistificaciones románticas, y muy pocas veces expresan el sueño emancipatorio
de indígenas como pueblos.
En
países como Honduras, Guatemala u otros que se encuentran anclados en la zaga
de la historia, a las y los indígenas se los denomina todavía como etnias o
tribus. Esto, cuando las instituciones y la sociedad mestiza se encuentran de
buen humor. Cuando no, pues, de vagos, sucios, ignorantes no los bajan. Aunque
se visten, comen y estudian gracias al arduo trabajo invisibilizado de las y
los vagos. O cosechan dólares y euros de la cooperación internacional o del
turismo vendiendo los aún insondables conocimientos y aportes culturales de los
ignorantes.
Los
conceptos de etnia, tribu, clan, etc., acuñados por la socioantropología
dominante occidental con la finalidad de afianzar la superioridad del blanco y
el supuesto atraso de los indios, son altamente racistas porque asumen a las y
los indígenas como piezas de museo o costales de huesos de antaño. El Convenio
169° de la Organización Internacional del Trabajo (1987) contiene aún este
enfoque.
Producto
de la resistencia indígena ante la colonización, las repúblicas y la
neocolonización, las Naciones Unidas, en la década de los 90 del pasado siglo,
consensuó el concepto de pueblo (comunidades con historias vivas) para
referirse a las y los indígenas (originarios) en el mundo. Y la Declaración
Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) contiene esta
orientación ideológica, y afianza el derecho a la autodeterminación de
indígenas como pueblos. Éste es el sentido genuino de la celebración del Día
Internacional de Pueblos Indígenas.
Para
ser pueblo indígena no es suficiente con compartir historia, idioma,
espiritualidad, cultura y consanguinidad común. Ante todo, es necesario
cohabitar en territorios ocupados por los ancestros desde antes de la colonia.
Es decir, la condición básica para ser pueblo indígena es su sentido de
pertenencia histórica a la tierra y territorio (modo de interactuar con la
comunidad cósmica).
Se es pueblo indígena, no sólo porque se comparte una
tradición, sino porque se cohabita e interactúa en y con un territorio
ancestral. De este sentido de pertenencia ancestral a la Tierra nacen las
identidades indígenas. Por tanto, no cualquier comunidad cultural u
organización campesina puede ser asumida como pueblo indígena.
La
autoafirmación de indígenas como pueblo trastoca todos los enfoques históricos
que abordaron de forma inconclusa la problemática del indio. En la colonia,
desde un enfoque de la antropología creacionista, se debatió la condición
humana del indígena. Teóricamente se asumió que las y los indígenas somos
humanos (con derecho al Bautismo), pero el sistema colonial cristiano nos
aniquiló como a no humanos.
En la etapa republicana, desde un enfoque
económico, se debatió que el régimen de la distribución y propiedad de la
tierra era el meollo del problema del indio, pero los republicanos (liberales y
conservadores) afianzaron el régimen del gamonalismo y la servidumbre indígena
como combustible para mover los engranajes del sistema republicano. El mayor
esfuerzo que hizo la República para con el indio (al no poder aniquilarlo) fue
asimilarlo mediante los procesos de mestizaje, pero incluso en esto se aplazó.
Y así llegamos
al siglo XXI, y la acelerada emergencia de diferentes sujetos colectivos
indígenas que diluyen los moldes teóricos occidentales de comprensión y
explicación de la realidad indígena. La cuestión indígena, hoy asumida ya no
como un factor étnico, sino como una categoría sociopolítica, sacude incluso el
sustento teórico del Estado nación y su democracia representativa. Los actuales
procesos impulsados por los pueblos indígenas en Los Andes es una evidencia de
ello.
El
problema del indio no es sólo problema de tenencia de tierra, de educación o de
asistencia humanitaria. El problema indígena es, ante todo, el racismo
institucionalizado (edulcorado de paternalismo romántico) que trata a las y los
indígenas como no sujetos o “ciudadanos” menores de edad en un Estado nación
monocultural (ladinocéntrico).
Además, nuestro problema está en que las y los
indígenas hemos asumido la condición de indio (sumiso, conformista, miedoso,
etc.), que el sistema nos ha configurado en el alma, como una realidad natural,
y como el único modo de sobrevivencia. Si no levantamos la cabeza, no podremos
ni ver, ni soñar con promisorios horizontes que nos depara nuestra emancipación
pendiente.
Para romper este lesivo modo de vida, las y los
indígenas debemos asumir nuestro derecho a la autodeterminación ya no como una
opción, sino como una obligación existencial. No estamos condenados a
sobrevivir eternamente como clandestinos sobre nuestra Madre Tierra.
No estamos
condenados a servir de combustible al Estado nación que jamás existió para
nosotros. No fuimos hechos necesariamente para ser cristianos despojados.
Nuestro Sur no es el ser mestizos. Devolvamos las tarjetas de identidad a los
estados excluyentes y las biblias a las iglesias, y exijamos a que nos
devuelvan nuestras tierras y territorios para concertar estados plurinacionales
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