TRAS EL GRAN DESHIELO
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Escribe
CARLOS M. DUARTE (*)
Fuente “SIN PERMISO”
31 de agosto 2012
(*) CARLOS M. DUARTE-
Quesada (Lisboa, 1960) se licenció en ciencias biológicas por la Universidad
Autónoma de Madrid y se doctoró en la McGill Universityes Profesor de
Investigación, CSIC, en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados
(IMEDEA). el líder científico de la Expedición de Cirnunnavegación Malaspina
2010
El planeta Tierra ha
sufrido, a lo largo de sus cerca de 4,000 millones de año de historia, grandes
oscilaciones climáticas, entre dos extremos climáticos, un planeta muy frío y
con una gran cobertura de hielo, llamado estado de "Tierra Bola de
Nieve" (Snow-ball Earth, en inglés) - por ejemplo, las condiciones de
finales del Carbonífero, hace 300 millones de años - y un planeta muy cálido,
prácticamente desprovisto de hielo, llamado "El Hogar Cálido" (hot
house, en inglés), como las condiciones del Jurásico (hace 200 millones de
años).
Las transiciones entre un
modo climático y otros ocurrieron en centenares de miles a millones de años y
parecen implicar un aumento en concentraciones de gases de efecto invernadero
(CO2 y metano) en la atmósfera.
Considerado en este marco,
de millones de años, el planeta Tierra estaría saliendo de un período de
"Bola de Nieve" y encaminándose hacia un período de "Hogar
Cálido".
Pero algo ha cambiado. Un
nuevo agente, una especie que apareció hace unos cientos de miles de años, la
nuestra, desarrolló en los últimos 150 años la capacidad de afectar uno de los
factores clave implicados en estas oscilaciones climáticas, la concentración de
gases de efecto invernadero.
Todas las evidencias apuntan
a que la capacidad de la humanidad de emitir gases de efecto invernadero ha
acelerado esta transición.
El físico y premio Nobel
sueco Svante Arhenius ya calculó, en 1896, que una duplicación de la presión
parcial de CO2 en la atmósfera causaría un incremento de 4 º C en la
temperatura media global. Nunca pensó que la humanidad se empeñaría en
comprobar sus predicciones, pero con ya 400 ppm de CO2 en la atmósfera, frente
a cerca de 280 ppm cuando Arhenius presentó sus cálculos, estamos próximos a
poder comprobar si se equivocaba o no... La trayectoria del sistema climático y
los modelos de que disponemos apuntan a que tenía razón.
En este contexto sorprende
que la noticia, lanzada por la NASA, informando de que la superficie de
Groenlandia afectada por el deshielo superficial ha pasado de 40%, valores
habituales para estas fechas, al 97% en tan solo 4 días haya causado gran
revuelo y confusión. Confusión porque muchos medios interpretaron,
erróneamente, que la NASA informaba de que se había perdido en 4 días el 97%
del hielo de Groenlandia. Evidentemente no es así, porque de haberlo sido
nuestras ciudades costeras estarían inundadas.
En sus declaraciones, los
investigadores de la NASA se muestran sorprendidos y cautelosos a la hora de
buscar explicaciones, argumentando que cuando se dan hechos sin precedentes es
peligroso especular sobre una causa concreta.
A pesar de estos
circunloquios la causa última de la rápida expansión del área afectada por el
deshielo es evidente, verde y con asas: el cambio climático derivado de la
emisión de gases de efecto invernadero. Con la abundante evidencia acumulada
hasta ahora, cualquier otra explicación a la aceleración del deshielo en
Groenlandia en los últimos años es tan probable como el que haya sido causado
por una ardilla en persecución de una bellota, como en Ice Age.
Conviene recordar al
considerar los detalles de la nota de prensa que ha comunicado esta noticia,
que el "cambio climático" es un tema que polariza opiniones en la
sociedad norteamericana. Como me comentaba hace tan solo dos semanas un
investigador colaborador mío que trabaja en una agencia federal de medio
ambiente en EE UU, existe en este país una presión que sienten particularmente
los investigadores de agencias federales para que se pase de puntillas, sin
nombrarlo, el cambio climático, evitando así generar polémica. Esto explica los
circunloquios de la nota de prensa cuando se afronta el espinoso, pero
evidente, asunto de las causas.
Paradójicamente, hace unos
días leía un informe que apuntaba a que la ola de calor y sequía que afecta EE
UU, que ha supuesto la pérdida de cerca de un 50% de las cosechas en EEUU, ha
generado un cambio de opinión drástico en la sociedad norteamericana con una
proporción mucho mayor de ciudadanos ahora aceptando que el cambio climático es
real. Es curioso que este hecho y no las tendencias de pérdida de hielo en el
Ártico hayan desencadenado este cambio de opinión, sobre todo cuando EE UU
tiene territorio en el Ártico.
La aceleración de la pérdida
de hielo en el Ártico supone un cambio climático abrupto que reúne todas las
condiciones para ser considerado, según la convención del clima de Naciones
Unidas, "cambio climático peligroso". No parece que estas evidencias,
y la consideración de sus importantes consecuencias para el resto del planeta,
sean suficiente para decidirnos a reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero, la solución que ya conocemos desde hace ya más de dos décadas. En
nuestra perseverancia en continuar emitiendo cantidades crecientes de gases de
efecto invernadero es muy probable que hayamos sobrepasado ya el umbral
climático que marca el punto de no retorno y debamos, por tanto, considerar
como será un Ártico sin hielo.
De hecho son ya muchos
quienes consideran qué hacer en un Ártico libre de hielo, y la respuesta es
ganar mucho dinero. Los cinco grandes del Ártico (Rusia, EE UU, Canadá, Noruega
y Dinamarca) se reparten las aguas internacionales del Océano Glaciar Ártico
junto al derecho a la explotación de sus recursos y los jugosos derechos de
paso de embarcaciones pues las navieras empiezan a considerar el Ártico como un
inminente atajo en el transporte de mercancías entre Asia y Europa.
Las
empresas pesqueras se posicionan para explotar los recursos pesqueros, las empresas
petroleras se aprontan a explotar los grandes yacimientos de gas y petróleo,
las empresas mineras miran a los depósitos minerales de los fondos del Ártico,
y cada año la pequeña ciudad de Longyearbjern (78 º Norte), que uso como base
para mi investigación en el Ártico, suma unos centenares de casas adicionales.
Como argumentábamos en un
artículo publicado este año, el Ártico traspasa el punto de no retorno
impulsado por el cambio climático y nosotros, mientras tanto, nos entretenemos
en cautelas en torno a explicaciones de hechos sin precedentes. Al igual que
Nerón tocaba la lira mientras ardía Roma, nosotros nos entretenemos en
discusiones semánticas en vez de adoptar las medidas necesarias para afrontar
esta situación.
(Sacado de contexto)
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