Escribe
IGNACIO
RAMONET (*)
“Le
Monde Diplomatique”
8 de
setiembre 2012
(*) Ignacio Ramonet (1943 España) Entre 1990 y
2008 fue director de Le Monde Diplomatique. Es doctor en Semiología e Historia
de la Cultura por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de
París y catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Diderot
(Paris-VII). Especialista en geopolítica y estrategia internacional y consultor
de la ONU, actualmente imparte clases en la Sorbona de París.
Como si
las vacaciones de verano fuesen un manto de olvido que disipase la brutalidad
de la crisis, los medios de comunicación han tratado de distraernos con dosis
masivas de embrutecimiento colectivo: Eurocopa de fútbol, Juegos Olímpicos,
aventuras estivales de ‘famosos’, etc. Desean hacernos olvidar que una nueva
andanada de recortes se avecina y que el segundo rescate de España será
socialmente más lastimoso… Pero no lo han conseguido. Entre otras razones,
porque los audaces aldabonazos de Juan Manuel Sánchez Gordillo y el Sindicato
Andaluz de Trabajadores (SAT) han roto el conjuro y mantenido la alerta social.
El otoño será caliente.
En una
conversación pública mantenida en agosto pasado (1) con el filósofo Zygmunt
Bauman coincidíamos en la necesidad de romper con el pesimismo imperante en
nuestra sociedad desengañada del modo tradicional de hacer política. Debemos
dejar de ser sujetos individuales y aislados, y convertirnos en agentes del
cambio, en activistas sociales interconectados. “Tenemos el deber de tomar el
control de nuestras propias vidas –afirmó Bauman–. Vivimos un momento de grave
incertidumbre donde el ciudadano no sabe realmente quién está al mando, y esto
hace que perdamos la confianza en los políticos y en las instituciones
tradicionales.
El
efecto en la población es una situación constante de miedo, de inseguridad… Los políticos
sugestionan a los ciudadanos para que siempre tengan miedo, y así poder controlarlos,
constreñir sus derechos y limitar las libertades individuales. Estamos en un
momento muy peligroso, porque las consecuencias de todo esto afectan nuestra
vida diaria: nos repiten que debemos tener seguridad en el trabajo, mantenerlo
a pesar de las duras condiciones de empleo y de precariedad, porque así
obtendremos dinero para poder gastar... El miedo es una forma de control social
muy poderosa”.
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