LOS
SUEÑOS DEL RATÓN ATÓMICO
(*) ANTONIO ELIO BRAILOVSKY (Argentina
1946) Escritor y economista argentino especializado en historia
ambiental. Es licenciado en Economía Política de la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad de Buenos Aires. Especialista en medio
ambiente y ecología. Es autor del libro “El medio
ambiente sigue siendo el ‘patito feo’ de los derechos humanos” entre otras
obras sobre su especialidad.
Hace
años, una revista infantil publicaba “El
Ratón Atómico”. El protagonista era un humilde roedor. Cada vez que tenía una situación difícil, tomaba una pastilla y se
transformaba en el Superman de los ratones. Le bastaba con sacar de su cinturón
su mágica pastilla de uranio para hacer frente a hordas de gatos hambrientos.
Nosotros, que aún sabíamos lo que era ser pequeños e indefensos, seguíamos las
aventuras de este personaje que había logrado ir más allá de su frágilidad. La
energía nuclear para usos pacíficos era la gran promesa para el final del siglo
XX. Grandes canales excavados con
bombas atómicas, centrales productoras de electricidad a precios ridículamente
bajos, inmensas zanahorias irradiadas que no serían atacadas por ningún insecto
ni bacteria. El átomo, se nos prometía, iba a entrar profundamente en nuestras
vidas. Mientras tanto, en todas partes nos prometían el átomo pacífico.
Nosotros, los niños del Tercer Mundo, íbamos a ser como ese Ratón Atómico.
Bastaba con tener confianza en los usos pacíficos de la energía atómica. En ese
momento no nos preguntábamos por los riesgos de tener a mano ciertas
radiaciones y ninguno de nosotros imaginó la triste suerte de ese ratón
obligado a ingerir uranio. Fue así que se descubrió que en energía atómica no
hay umbral de seguridad.
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