jueves, 13 de diciembre de 2012

ESTAMOS HACIENDO BUENO AQUELLO QUE DECÍA LA ECONOMISTA BRITÁNICA JOAN ROBINSON ACERCA DE LA EXPLOTACIÓN QUE REALIZABA ESPAÑA EN LOS PAÍSES SUBDESARROLLADOS. EX TIERRAS DE LA CONQUISTA ...¡ QUE DIOS SALVE AL REY...!

¡QUÉ SUERTE LA NUESTRA:
TRABAJAMOS MÁS POR MENOS DINERO!

Escribe ALBERTO MONTERO SOLER – Periodista, escritor y catedrático en Universidad de Malaga. Fuente “Financial Red” Publica “Rebelion” Miercoles12 de diciembre 2012

(*) ALBERTO MONTERO SOLER (@amonterosoler ) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y presidente de la Fundación CEPS. Acaba de publicar junto a Juan Pablo Mateo el libro "Las finanzas y la crisis del euro: colapso de la Eurozona", en Editorial Popular. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.

Díaz Ferrán, el ex-presidente de la patronal española detenido por estafa y blanqueo de dinero, cuando aún era presidente  y embajador del esfuerzo y la honestidad empresarial frente a unos sindicatos  y sus trabajadores, a los tachaba de avariciosos y vagos. Esa fue una de sus perlas mientras no pagaba a sus trabajadores ni a la seguridad social y se dedicaba a saquear a sus empresas. Otra cosa es que esa receta sirva de algo para salir de la crisis. Los que piensan como Díaz Ferrán y algunos más no tan a la derecha dirán que sí. España para volverse competitiva tiene que hundir sus costes laborales y controlar su inflación (lo que se llama una deflación interna) para aumentar exportaciones y sustituir, así,  demanda interna de los españoles por la demanda externa del resto del mundo. Es decir, y dicho en romance paladino, se trata de abaratar nuestros productos a costa de empobrecer a nuestros trabajadores. Las  empresas extranjeras se sentirán atraídas a invertir en España y a explotar a sus trabajadores, bien disciplinados por el temor a perder el trabajo en una economía con una tasa de desempleo del 25% porque, aunque pueda sonar conservador, ya se sabe que es mejor un salario menguante que ninguno. Hay algo mucho peor que no te exploten y es que ni siquiera quieran explotarte o, lo que es lo mismo, que seas absolutamente prescindible, como trabajador y como consumidor, para el capitalismo.

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