Escribe
ANDRÉS FIGUEROA CORNEJO – Periodista chileno de “Elobservatodo” Noticias e información de la Región de Coquimbo Chile, Coquimbo, La
Serena, Ovalle, Illapel, IV Región, Cuarta Región.Columnista en Adital y otros
medios. Publica “Rebelión” 20 de marzo 2013
Habitantes
de Buenos Aires celebran al nuevo Papa Francisco I como si hubieran ganado la
final del Mundial de Fútbol contra Brasil. “Ahora
Dios atiende en Buenos Aires y es peronista”, comenta medio en broma una señora
apretujada en el subterráneo metropolitano que aumenta de precio al ritmo de la
devaluación de los salarios. Quien escribe se educó en Chile con los
jesuitas durante la tiranía. Varios de
sus sacerdotes fueron y son ardientes defensores de los Derechos Humanos.
Refugiaron perseguidos políticos, ofrecieron sus dependencias para la
antidictatorial Federación de Estudiantes Secundarios, se jugaron el pellejo. Pero la Compañía de Jesús también cuenta
en su seno con representantes del conservadurismo más endiablado. Al igual que
en Argentina. Y ocurre que el primer Papa de un país y un continente
empobrecido, sí participó en la
ultraderechista 'Guardia de Hierro' de los 70', sí es homofóbico, si fue amigo
de la dictadura de 1976, y en particular, del representante de la Armada,
Emilio Massera. Jorge Bergoglio nació en un territorio dependiente,
saqueado, expoliado antes y ahora mismo; una Argentina quebrada, primero
agroextractiva, donde la mayoría de
los migrantes fronterizos realizan los peores trabajos, y sólo en la Capital
existen más de 5 mil talleres clandestinos en los cuales incontables bolivianos
son víctimas de la esclavitud laboral. El 55 % de los asalariados en Argentina
obtiene la mitad del costo de una canasta familiar básica y hay 600 mil niños
desnutridos. Geopolíticamente, América Latina es suelo impredecible
para la hegemonía imperialista del capital. Su
historia es la historia de las rebeliones, Continente de la Teología de la
Liberación y la Teoría de la Dependencia. De Mariátegui, Guevara, Allende,
Chávez; Francisco I es un
conciliador social, un mediador sincrético para enfriar el calor popular y
alentar la caridad analgésica. Un
bombero para mantener el injusto y transitorio orden de las cosas.
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