Escribe
ÁNGELES DIEZ (*)Especializada en Técnicas de manipulación de la información. Fuente “Público.es” publica
“Rebelión” Sábado 9 de marzo 2013
(*)
ÁNGELES DIEZ- (España) Periodista, escritora. Doctora en Ciencias Políticas y
Sociología
Rodríguez es profesora del Departamento de Sociología I (Cambio Social) de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de Valencia. Se ha especializado en
Técnicas de manipulación de la información.“Si algo distingue al
fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo
tendencioso del lenguaje” ha escrito. Columnista en medios de América y Europa.
Compañeros
muy próximos se entristecen más de la cuenta hablando de la revolución
bolivariana sin Chávez. Y las tengo
aún más presentes cuando reflexiono sobre la guerra del imperio y sus socios
contra América Latina. Una guerra que, desde la segunda guerra mundial sigue un
protocolo claro: personalizar, demonizar y eliminar. Los medios de
comunicación, como la aviación en las guerras modernas, se encargan de
"limpiar" el terreno —léase nuestras conciencias— para que puedan
actuar las agencias de inteligencia, los mercenarios y las oposiciones. Anne Morelli, descubre un principio
básico de la propaganda de guerra que ha sido abundantemente utilizado contra
Venezuela; nos dice que no se puede odiar globalmente a todo un grupo humano,
no es posible presentarlo como enemigo. De modo que lo más eficaz es concentrar
ese odio sobre su líder convirtiéndolo en enemigo. Desde el triunfo de
Hugo Chávez en 1998 los medios de comunicación, es decir, las corporaciones
mediáticas, emprendieron una campaña sistemática, unánime, sin fisuras, sin
apenas matices formales, contra la persona del presidente. Dibujaron un perfil acorde con los rasgos de un líder autoritario
para concentrar en su figura los problemas de Venezuela. El karma mediático ha
sido Chávez dictador, independientemente de los más de 14 procesos electorales
ganados, de las incontables manifestaciones del pueblo venezolano
apoyando a Chávez, del respaldo de los pueblos y líderes regionales, de la
solidaridad internacional. Focalizar en el presidente venezolano la viabilidad
de la revolución bolivariana permite, como estrategia de guerra, apostar a que
la eliminación de Chávez resuelva el problema real del imperio: la revolución
bolivariana y los procesos soberanistas de la región. No ha importado que los verdaderos golpistas estuvieran en la
oposición —Capriles participó en el asalto a la embajada cubana en el golpe
contra Chávez del 2002—, ni que la falta de libertad de expresión proviniera
del control privado del 80% de los medios venezolanos.
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