Escribe
SANTIAGO ALBA RICO (*) Fuente “La Calle del Medio” Publicó
“Rebelión” Viernes 5
de abril 2013
(*) SANTIAGO ALBA RICO (ESPAÑA) es un escritor, ensayista y filósofo
español nacido en Madrid en 1960. De formación marxista ha publicado varios libros de ensayo sobre
filosofía, antropología y política. Redactor
en varias revistas y medios como Gara, Archipiélago. Cuadernos de crítica
de la cultura, LDNM, el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. Rebelion,
etc. Tradujo al castellano autores árabes, como el poeta egicpio Naguib
Surur o al escritor iraquí Mohamed Judayr. Actualmente reside en Túnez.
¿Cuánto
vale una vida humana? Una forma de calcularlo es la que utilizaron los abogados
de la multinacional Union Carbide para fijar las indemnizaciones a las víctimas
del desastre de Bhopal en 1984. Si la
renta per capita de la India es (lo era en ese entonces) de 250 dólares
mientras que la de los EEUU supera los 15.000, podemos concluir que el valor
medio de una “vida india” es de 8.300 dólares mientras que el de una “vida
estadounidense” asciende a 500.000. Las casas de seguro utilizan
habitualmente este tipo de evaluaciones para aumentar sus márgenes de
beneficios. Otra posibilidad, que juzgamos más bárbara, es la de esos sistemas
“primitivos” de equivalentes que llamamos “venganza”. La forma más extrema es el Talión (“ojo por ojo, diente por
diente”), aunque hay otras más benignas en distintos pueblos de la tierra que
permiten cambiar una vida humana por cuatro ovejas o la pérdida de un miembro
por un pedazo de tierra o una mujer en edad fértil. Como sabemos, David
Ricardo y Adam Smith fueron los primeros en formular en el molde de una ley una
relación que todos los pueblos aceptaban intuitivamente en sus trueques y
mercadeos: la que asocia el “valor” de un objeto a una determinada combinación
de Tiempo y Trabajo. Luego, Karl Marx
afinó esta formulación sustituyendo “trabajo” por “fuerza de trabajo” e
identificando el valor de una mercancía con “el tiempo socialmente necesario para
su producción”. A partir de ahí Marx dedujo una forma objetiva y paradójica de
explotación, independiente de los latigazos y los capataces, escondida en una
cifra positiva y apetecible: el salario. Marx nunca olvidó la condición
previa (“la fuente de toda riqueza es la naturaleza y no el trabajo”, corrigió
a sus compañeros en el Programa de Gotha), pero
digamos que elevó a categoría “científica” una cenestesia subjetiva elemental:
la de que un objeto vale tanto más cuanto más tiempo y esfuerzo hemos dedicado
a elaborarlo o fabricarlo
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