UNA VIDA VIRTUOSA
Escribe
ANDRÉS HUERGO (Valencia) Periodista español- Fuente “Rebelión – Sabado 13 de
abril 2013
Las
ironías del destino han querido que tan solo un día de diferencia haya separado
la muerte de dos personas, Jose Luis Sampedro y Margaret Thatcher, tan diametralmente opuestas en
prácticamente todo. Dos ejemplos de sendos modelos de conducta humana que bien
podrían resumir, cada uno a su modo, las muy diferentes actitudes posibles ante
la vida, la muerte y el significado de “ser” humano. José Luis
Sampedro, al contrario que la británica, fue un virtuoso . Virtuoso del
pensamiento, de la palabra y de la acción, una triple combinación nada fácil de
conseguir. Había en su discurso,
siempre prudente, reflexivo y edificante, resonancias de la doctrina
aristotélica del “justo medio”, Sampedro no concebía la libertad a la manera
“negativa”, esto es, como mera ausencia de restricciones externas, como sí la concibió hasta sus últimas
consecuencias Margaret Thatcher, la cual no tuvo reparos en decir que el
individuo es lo único que existe y que la sociedad es una pura abstracción.
La libertad de la que hablaba Sampedro es un concepto mucho más profundo que
implica, necesariamente, una actividad por parte del sujeto,
un momento
positivo de autodeterminación y de intervención en el curso material de las
cosas entre las cuales su existencia se inscribe.. En su libro “El mercado y la globalización” desmanteló los grandes
dogmas del discurso neoliberal (la competencia perfecta, la “mano invisible”) y
señaló la necesidad de construir una alternativa al sistema capitalista, el
cual ha entrado en fase de decadencia irreversible, dando muestras evidentes de
su agotamiento tras varios siglos de existencia. Con su propia vida
Sampedro mostró que el humanismo no es una simple posibilidad teórica, una
especulación más entre otras, sino ante todo una praxis: la de la benevolencia,
la generosidad, la honradez (intelectual y moral), la prudencia. Este humanismo no renuncia a la “utopía”
y nos invita a comprometernos en la transformación del presente puesto que la
única manera de probar que el mundo es mejorable es, en efecto, mejorándolo
nosotros mismos: haciéndolo más habitable, más humano, más bello.
(La nota de Andres Huergo
sobre Sampedro)
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